martes, 28 de julio de 2015

Los ojos dejan huellas (1952)




Director: José Luis Sáenz de Heredia
España/Italia, 1952, 100 minutos

Los ojos dejan huellas (1952) de Sáenz de Heredia


El azar reúne a dos antiguos compañeros de la facultad de Derecho tras muchos años sin verse. A Roberto (Julio Peña) parece ser que todo le ha ido muy bien, pero a Martín, a juzgar por su cara de pocos amigos y sus malas maneras, se diría que no tanto. De hecho, se ve obligado a malvivir como vendedor de perfumes tras habérsele prohibido ejercer la abogacía por motivos no demasiado claros... He aquí el punto de partida de Los ojos dejan huellas.

Lo más llamativo de esta coproducción hispanoitaliana de principios de los cincuenta y ambientada en Madrid es el hecho de que intentara aclimatar los clichés del Cine Negro americano, con su crimen perfecto, su mujer fatal y su protagonista masculino eternamente enfundado en una gabardina y luciendo sombrero de ala ancha a lo Burt Lancaster.

También es digno de mención el atrevimiento que suponía para la época el insinuar, aunque muy levemente para evitar problemas con la censura, que el personaje de Martín Jordán (interpretado por el italiano Raf Vallone) era en realidad un antiguo republicano represaliado. Se trata de una de las varias audacias del guionista Carlos Blanco, como el detalle de convertir a Martín en un ferviente admirador del "Para Elisa" de Beethoven (lo escucha a todas horas en la jukebox del bar donde suele cenar), lo cual no deja de ser una conmovedora delicadeza viniendo de parte de un tipo tan duro.

La nota cómica la pone Fernando Fernán Gómez con su papel de enamoradizo ayudante del comisario, más preocupado por los posibles devaneos de Berta (la también italiana Elena Varzi) que de resolver el caso.



Emma Penella y Raf Vallone

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