miércoles, 18 de marzo de 2015

2 otoños, 3 inviernos (2013)




Título original: 2 automnes, 3 hivers
Director: Sébastien Betbeder
Francia, 2013, 91 minutos

Treintañeros desorientados

2 otoños, 3 inviernos (2013)


A simple vista, 2 otoños, 3 inviernos no parecería el mejor de los títulos posibles, habida cuenta de que la última película de los hermanos Dardenne se titula Dos días, una noche. Sin embargo, el film del francés Sébastien Betbeder (Pau, 1975) se estrenó justo un año antes que el protagonizado por Marion Cotillard: en mayo de 2013 el primero y en el mismo mes, pero de 2014, el segundo. Luego es a los belgas a quienes debería acusarse de falta de originalidad.

Aunque no son estos detalles tiquismiquis los realmente destacables en este caso sino el hecho de constatar cómo, poco a poco y de un tiempo a esta parte, se va haciendo evidente en el último cine galo una cierta tendencia a intentar recuperar la frescura por la que en su día descollaron los directores de la Nouvelle vague. Títulos como, por ejemplo, Declaración de guerra (2011), La fille de nulle part (2012), La chica del 14 de julio (2013) o este mismo 2 otoños, 3 inviernos son inmejorable prueba de ello.

En la película que ahora nos ocupa Arman (Vincent Macaigne)  toma la determinación, a los 33 años, de darle un giro radical a su existencia. Así pues, los fines de semana sale a correr por el parque, decide dejar el tabaco y se propone buscar un empleo mejor. Entretanto se cruzará en su camino Amélie (Maud Wyler), una chica que también ha optado por hacer ejercicio los sábados. A lo largo de los dos otoños y tres inviernos que reza el título, las vidas de Amélie, Arman y su amigo Benjamin (Bastien Bouillon) se entremezclarán, repletas de un sinfín de escollos que deberán ir sorteando con mayor o menor fortuna.



El planteamiento de la historia, a modo de piezas numeradas y con su propio título (como si se tratara de un puzle) es atrevido si se lo compara con las tendencias al uso, aunque no novedoso. Quizá de ahí las diversas citas cinéfilas que contiene la película: se incluye un fragmento de La salamandra de Alain Tanner y otro de La noche de los muertos vivientes de George A. Romero; el protagonista tiene colgado en casa un cartel de Cuatro noches de un soñador de Robert Bresson... ¿Declaración de principios sobre la tradición cinematográfica con la que se pretende conectar? ¿O más bien caricatura de los gustos fílmicos de unos treintañeros que no han sabido encontrar su lugar al llegar a la edad adulta? Probablemente, lo uno y lo otro.

En todo caso, mientras ni aquí ni en casi ninguna parte se apueste por un tipo de cine más arriesgado y se siga insistiendo con denuedo en complacer por sistema al espectador, habrá que celebrar que al menos nos lleguen de vez en cuando propuestas algo más audaces desde el país vecino. Ya lo dijo Woody Allen en el desenlace de Un final made in Hollywood alzando los brazos al cielo: "Thank God the French exist!!" ("¡Gracias a Dios que existen los franceses!")

Benjamin y Arman: ¿treintañeros o tardoadolescentes?


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