Título original: The Helen Morgan Story
Director: Michael Curtiz
EE.UU., 1957, 118 minutos
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Para ella un solo hombre (1957) |
La primera cosa que llama la atención de The Helen Morgan Story (1957) es su enorme parecido, tanto en el tono como en el estilo, con otro filme dos años posterior y que no necesita presentación: Con faldas y a lo loco (1959). De lo cual se pueden deducir dos cosas. La primera es que las películas no nacen de la nada, sino que se inscriben en un contexto determinado; la segunda, ligada a la anterior, tiene que ver con una relectura que Hollywood estaba llevando a cabo desde mediados de los cincuenta a propósito de lo que en su día supusieron los años veinte. A este respecto, son célebres títulos como Cantando bajo la lluvia (1952) o Un americano en París (1951), ambos musicales y ambos protagonizados por Gene Kelly.
En consonancia, por lo tanto, con lo arriba expuesto, la mise en scène de Michael Curtiz responde a unos parámetros muy similares a los de la parodia amable, aunque sin perder de vista, eso sí, la figura histórica a la cual se rinde homenaje ya desde el propio título de una producción que bebe a partes iguales del biopic y del musical. Circunstancia, esta última, que viene justificada por las canciones que la protagonista (magnífica Ann Blyth en su papel) suele interpretar sentada sobre un piano.
Por lo demás, Larry Maddux, el personaje de Paul Newman, se ajusta a lo que vendría a ser un buscavidas cuyo principal afán, entre el apoyo y la explotación del talento de la pobre Helen, reside en abrirse paso para llegar a lo más alto mediante negocios al margen de la ley, generalmente relacionados con la venta y contrabando de alcohol. Y es que la trama se sitúa en el momento álgido de la ley seca, por lo que muchos gags y diálogos remiten a dicha coyuntura prohibicionista.
En su conjunto, y pese a que el guion tiende a simplificar aspectos esenciales de la vida de Helen Morgan (1900-1941), la película captura la vulnerabilidad y la fuerza de su alma, especialmente en las escenas musicales, donde la voz doblada de Gogi Grant logra un resultado excepcional al recrear el sonido característico de la cantante. Ascenso y caída de un mito que, en definitiva, brilló con luz propia para acabar siendo un juguete roto (y alcoholizado). De ahí que el emotivo discurso final adquiera una dimensión especialmente conmovedora por lo que tiene de desagravio con la historia.
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