viernes, 25 de julio de 2025

Mi querida ladrona (2024)




Título original: La pie voleuse
Director: Robert Guédiguian
Francia, 2024, 101 minutos

Mi querida ladrona (2024) de Robert Guédiguian


Enésima entrega de Robert Guédiguian ambientada en ese paisaje marsellés, su tierra natal, que el cineasta ha frecuentado asiduamente a lo largo de una filmografía que llega ahora a su vigesimotercer largometraje. En ese sentido, La pie voleuse (2024) vuelve a estar interpretada por su troupe de confianza, comenzando por su mujer, Ariane Ascaride, musa y protagonista recurrente de casi todas sus películas. 

Tal y como indica el título, juego de palabras de evidentes resonancias operísticas, aquí se mete en la piel de María, una cleptómana un tanto peculiar, puesto que se trata de una empleada doméstica que va robando pequeñas cantidades de dinero a los ancianos de los que cuida, con la finalidad de sufragar las lecciones de piano de su nieto (y darse, de paso, algún que otro capricho gastronómico, generalmente en forma de ostras).



Independientemente de que al argumento le falte consistencia para llegar a resultar verosímil, ya se sabe que en Guédiguian no importa tanto lo que se cuenta, sino el trasfondo social que se intuye de fondo. A este respecto, se insinúa que tanto María como su marido (Gérard Meylan) han sido víctimas de la reconversión industrial de aquella zona: ella perdiendo su puesto de trabajo en una fábrica y él haciendo horas como mecánico, siempre en negro. De ahí que el uno se vea abocado a sisar y el otro a jugarse el dinero a las cartas, respectivamente.

Por otra parte, el panorama que dibuja el guion (obra del propio director en colaboración con Serge Valletti) tampoco resulta mucho más halagüeño en lo tocante al estado de semiabandono en el que se encuentran los personajes pertenecientes a la tercera edad, caso del señor Moreau (Jean-Pierre Darroussin), postrado en una silla de ruedas. Y, sin embargo, la lección final que se desprende de todo este entramado resulta bastante optimista, considerando que ni María es mala persona ni tampoco hace mal su trabajo de cuidadora. Digamos que se trata, más bien, de una especie de soñadora dispuesta a utilizar todos los medios a su alcance con tal de hacer realidad el deseo de ver convertido a su nieto Nicolás en un nuevo Rubinstein.



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