Título original: Hamam - Il bagno turco
Director: Ferzan Özpetek
Italia/Turquía/España, 1997, 98 minutos
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Hamam-El baño turco (1997) de Ferzan Özpetek |
Ópera prima de un director que, en su debut cinematográfico y rindiendo homenaje a sus orígenes turcos, situó la acción en el casco antiguo de Estambul. A grandes rasgos, Hamam (1997) podría encuadrarse en la categoría de filmes en torno al autodescubrimiento o liberación de sus protagonistas. En ese sentido, el personaje de Francesco (Alessandro Gassmann) experimentará una profunda transformación personal a partir del momento en el que entra en contacto con un mundo hasta entonces ajeno a él y de cuyos valores, basados en el respeto a la tradición, carecía completamente.
Así pues, Francesco se sumerge poco a poco en un ambiente de costumbres ancestrales, rituales olvidados y una calidez humana que contrasta fuertemente con la frialdad materialista de su vida de ejecutivo agresivo en Roma. A este respecto, la relación que desarrolla con Mehmet (Mehmet Günsür), el atractivo hijo de su familia de acogida, será central en su evolución, llevándolo a confrontar su propia sexualidad y a aceptar facetas de sí mismo hasta entonces reprimidas.
Más que como un escenario físico, Özpetek concibe el hamam bajo una potentísima dimensión metafórica: la de un lugar de purificación, de renovación, de encuentro con lo esencial, donde el vapor y el agua son elementos que difuminan los contornos, sugiriendo la fluidez de la identidad y la disolución de las barreras personales. Asimismo, la película está impregnada de una sensualidad palpable, no sólo en la complicidad que se establece entre los personajes en los momentos más explícitos, sino en los sonidos del agua y los aromas sugeridos por los suculentos platos de la gastronomía local.
Por último, la majestuosidad decadente del propio baño, la melancolía de los callejones laberínticos de sus aledaños o el bullicio de los patios de vecinas que se comunican a grito pelado desde los balcones configuran un microcosmos de enorme atractivo que no sólo fascina a Francesco, sino que también su mujer (Francesca d'Aloja), reacia en principio a la idea de instalarse allí, dejará de lado sus desavenencias conyugales para, a través del epistolario de la difunta tía de su marido, acabar sucumbiendo al encanto del lugar.
Parece atractiva.
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