viernes, 23 de diciembre de 2022

Eugenia Grandet (1946)




Director: Mario Soldati
Italia, 1945, 106 minutos

Eugenia Grandet (1946) de Mario Soldati


En ciertas ciudades de provincias, existen casas cuyo aspecto inspira la misma melancolía que provocan los claustros más sombríos, los páramos más monótonos o las ruinas más tristes. Quizás sea porque en estas casas haya algo del silencio de los claustros, de la aridez de los páramos, de la osamenta de las ruinas; la vida y el movimiento son tan sosegados en ellas, que un extraño las creería deshabitadas a no ser porque, de repente, se encuentra con la mirada pálida y fría de una persona inmóvil cuyo rostro casi ascético aparece sobre el antepecho de la ventana, al rumor de unos pasos desconocidos.

Honoré de Balzac
Eugénie Grandet
Traducción de Luis Romero

La proverbial viveza italiana le vino como anillo al dedo a esta fidedigna adaptación del texto de Balzac que dirigiera el hoy un tanto olvidado Mario Soldati (1906-1999). El caso es que la siempre bellísima Alida Valli se mete en la piel de la protagonista con sobrada solvencia, así como un rotundo Gualtiero Tumiati dota al avaro padre de familia de excepcional brío. 

Por lo demás, la cinta se inscribe en un tipo de cine histórico, rodado casi íntegramente en interiores, que estaba en las antípodas del neorrealismo por entonces imperante en la cinematografía transalpina. Así pues, los decorados de Gastone Medin destacan por lo abigarrado de su factura, lo cual, unido al tenebrismo de la dirección de fotografía del checo Václav Vích, confiere a la puesta en escena un toque decididamente arcaico.



Sin embargo, el principal atractivo de Eugenia Grandet (1946) habría que buscarlo en la particular lectura que lleva a cabo a propósito de una figura femenina condenada a la sumisión, pero, aun así, capaz de rebelarse contra la autoridad paterna con el ímpetu de una heroína contemporánea. 

Virtudes que sin duda ya estaban latentes en la fuente literaria, si bien Soldati acierta a subrayar su lado más sutilmente rupturista al decidir, al final de la película, que Eugenia mantenga su soltería como resignada forma de protesta frente a la codicia, no exenta de estupidez, de los hombres que la rodean.



2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Que buena esa imagen, la mano en el hombro, las miradas sobre las monedas y esa luz que se cuela entre los rostros.
    Al leer esas líneas del texto de Balzac recordaba un articulo que leí ayer en la prensa, abordaba el tema de la lectura rápida y las formas y métodos para lograrlo, yo soy un lector digamos lento, si bien en voz alta puedo leer a una velocidad digamos rápida a la hora de disfrutar de la lectura me gusta recrearme y disfrutar del texto, suelo volver sobre mis pasos y entre que subrayo y tomo notas me puedo tirar un mes con un libro no muy gordo. No se tu como maestro que opinión tienes, ¿te parece que puedes apreciar una obra en su totalidad leyendo a la carrera?
    Saludos!

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    1. Amigo mío: acabas de tocarme un tema digno de reflexión. Porque, vamos a ver: si aceptamos que la lectura es un placer, ¿entonces por qué ese afán por devorar libros? ¿Verdad que nadie presume de eyaculador precoz? ¿Ni de padecer un trastorno bulímico? Por esa misma regla de tres, todo buen lector debería hacer como tú y como yo. Es decir, paladear la lectura, saborear su contenido, recrearse sin prisas para llegar verdaderamente al fondo.

      Saludos.

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