sábado, 24 de diciembre de 2022

Eugenia Grandet (1953)




Director: Emilio Gómez Muriel
Méjico, 1953, 108 minutos

Eugenia Grandet (1953) de Emilio Gómez Muriel


En cualquier situación, la mujer tiene más motivos de dolor que el hombre y sufre más que él. El hombre posee su fuerza y el ejercicio de su potencia: actúa, va, viene, se ocupa, piensa, abraza el porvenir y en ello encuentra consuelo. Así hacía Charles. Pero la mujer permanece; queda frente a frente con su pena, de la que nada la distrae, desciende hasta el fondo del abismo que ha abierto, lo mide, y muy a menudo lo colma con sus votos y sus lágrimas. Así hacía Eugénie. Se iniciaba a su destino. Sentir, amar, sufrir, sacrificarse, será siempre la historia de la vida de las mujeres.

Honoré de Balzac
Eugénie Grandet (1834)
Traducción de Luis Romero

Resulta curioso constatar cómo una misma fuente literaria (en este caso, la inmortal novela de Balzac a propósito de una inocente heredera provinciana) ha sido objeto, a lo largo de los años, de muy diversas aproximaciones por parte de una industria cinematográfica siempre ávida de argumentos susceptibles de llamar la atención del gran público. Circunstancia que, tratándose de una adaptación gestada en el Méjico de principios de los cincuenta, propició que el enfoque de la historia pasase de la adustez dramática al desenfreno del más puro melodrama.

En un primer análisis, Eugenia Grandet (1953) se nos aparece como la puesta al día de un texto clásico cuya trama se traslada sin mayores complicaciones desde el sobrio Saumur decimonónico hasta la realidad mejicana de una rica familia de hacendados. El patriarca (Julio Villarreal), hombre avariento y ruin a más no poder, restringe los gastos domésticos (protestando airadamente por una luz encendida o un transistor en funcionamiento) con el mismo ahínco con el que atesora celosamente su preciado botín de monedas de oro.



La irrupción en escena de su sobrino Carlos (Ramón Gay), el mismo día en el que la familia se haya celebrando la mayoría de edad de Eugenia (Marga López), no hace sino introducir un nuevo elemento perturbador en el ánimo del hombre, temeroso ante la posibilidad de que el apuesto joven pretenda seducir a su prima con la intención de arrebatarle su fortuna. De modo que el viejo tacaño coacciona a Carlos para que éste se marche a trabajar a Brasil, lejos de su hija y de su herencia.

La participación de Julio Alejandro (1906-1995), colaborador habitual de Buñuel, en el guion de la película aporta una nota ligeramente cáustica en algunos diálogos, de la misma manera que la soberbia banda sonora compuesta por Gonzalo Curiel contribuye a reforzar los aspectos más melodramáticos de una puesta en escena repleta de tópicos, como el reencuentro de los antiguos amantes o la lectura del testamento en la secuencia final, de origen marcadamente folletinesco.



2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Desde luego están siendo todo un descubrimiento todas estas versiones que nos traes. Se agradecen tus aportaciones, estoy confeccionando mi programa de visionados para lo que queda de fiestas.
    Saludos!

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    1. Muchas gracias, Fran. Lo cierto es que ni yo mismo era consciente de la cantidad de veces que se había llevado esta novela al cine. Pero, atención: que aún me quedan las adaptaciones televisivas y amenazo con comentarlas en breve.

      Gracias por tus comentarios y hasta pronto.

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