lunes, 10 de junio de 2019

El creyente (2018)




Título original: La prière
Director: Cédric Kahn
Francia, 2018, 107 minutos

El creyente (2018) de Cédric Kahn


Al dar inicio la película, apenas sabemos nada a propósito del joven Thomas (Anthony Bajon) más allá de la adicción a la heroína o de su violento carácter disruptivo. De hecho, una cicatriz en el pómulo izquierdo delata alguna refriega reciente que, a buen seguro, habrá sido el detonante de su ingreso inmediato en un centro de menores. De quiénes son sus padres o si tiene hermanos no se aportan mayores datos, si bien es fácil intuir un pasado familiar tumultuoso.

Lo verdaderamente importante en La prière es la vida que va a comenzar de cero en ese lugar, desde los arrebatos de los primeros días, cuando sus compañeros a duras penas logran contener los raptos de cólera de Thomas, hasta la posterior evolución del adolescente que cree hallar el sosiego y la paz interior en una supuesta vocación sacerdotal de la que ni él mismo está completamente seguro.

Anthony Bajon recibiendo indicaciones de Cédric Kahn durante el rodaje


Los métodos empleados en esa casa de acogida son, tal vez, el elemento más controvertido del filme: separación de los internos por sexos, vigilancia estricta de su conducta, intensas jornadas de trabajo físico en el campo, prohibición absoluta de tabaco así como de cualquier mal hábito por el estilo y, sobre todo, inculcar una fe ciega en las bondades del rezo como método curativo para superar las adicciones.

Valiéndose de premisas similares a las observadas en su cine por los hermanos Dardenne, el director —y a veces actor: lo vimos, por ejemplo, a las órdenes del belga Joachim Lafosse, en L'économie du couple (2016)— Cédric Kahn ha querido poner el dedo en la llaga atreviéndose a cuestionar el sectarismo, disfrazado de caridad cristiana, que impera en residencias como la regentada por Marco (Alex Brendemühl): emplazamientos, aislados en la montaña, en los que, bajo la promesa de desintoxicación, más que desengancharse de las drogas, lo que se lleva a cabo es un auténtico lavado de cerebro de los allí alojados.


2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Asunto duro y complicado. Varios de mis amigos se quedaron por el camino, los 80, ya sabes... Si te digo la verdad fue mi panico a las agujas lo que me mantuvo alejado. Hubo quien no sobrevivio y muchos acabaron en centros o granjas de desintoxicación. Por lo que se es habitual que se aplique esta disciplina religiosa que aparece en la trama de la pelicula. No se, alguna vez al cabo de los años me encontre con uno de estos viejos compañeros de barrio y notabas que no era la misma persona. Me da la sensación de que la pelicula es de esas que deja la moral por los suelos.
    Siempre interesantes tus reseñas, saludos!

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    1. Gracias por compartir tus vivencias. Yo no he tenido ocasión de conocer de cerca esta realidad, si bien me parece que la película la retrata sin hacer un excesivo alarde de tremendismo.

      Saludos,
      Juan

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