sábado, 8 de junio de 2019

Ley de raza (1970)




Director: José Luis Gonzalvo
España, 1970, 84 minutos

Ley de raza (1970) de José Luis Gonzalvo


Todos los hombres tenemos en la vida una racha de locura. Lo mejor es pasarla de joven. Porque en la vejez suele ser catastrófico. Algunos se la aguantan sin pasarla. Y eso es peor. Porque la llevan siempre dentro, agriándoles el genio. La maldad de muchos hombres se debe a que no tuvieron escape para esa racha. Y les fue quemando la sangre... Y les tuerce la intención...

Extracto de la alocución del maestro (Luis Peña) a los chicos

Tan bella como singular, Ley de raza (o La ley de una raza, como en ocasiones se la conoce) es uno de esos tesoros ocultos que, de vez en cuando, nos depara el cine español. Rodada con sonido directo (algo insólito para la época) y la presencia de algunos actores no profesionales en su reparto, supuso el segundo y último largometraje de un director hoy olvidado: el zaragozano José Luis Gonzalvo Monterde (1934-1997).

De hecho, todo en esta película respira un aire genuinamente baturro, desde los exteriores, filmados en Daroca y las ruinas de Belchite, hasta el texto en la que se basa: Juan Pedro el dallador (1953), Medalla de Oro de París de novela y obra del también aragonés Ildefonso-Manuel Gil (1912-2003), poeta y miembro de la Generación del 36, que pasó buena parte de su vida en el exilio. Circunstancia, ésta última, que cabría relacionar con las palabras en off del protagonista con las que se abre la cinta: "Un día volveré a Daroca... Y tú me explicarás todo. Yo no entiendo nada. No sé lo que ha pasado... Y por qué me ha pasado a mí en esta tierra desolada. Tú me lo explicarás. Quiero que tú me expliques por qué. Por qué soy distinto. Por qué estoy fuera. Por qué me habéis echado..."



Y, sin embargo, y en aparente contraste con lo anterior, Ley de raza es, al mismo tiempo, un alegato en favor de los gitanos en el que dos artistas flamencos brillan con luz propia: Antonio El Bailarín (1921-1996) y La Chunga (Marsella, 1937), esposa, por aquel entonces, del propio Gonzalvo. Lo cual llevaría a suponer un más que probable sustrato autobiográfico en la génesis de la película, teniendo en cuenta el escándalo que supone, en la pequeña aldea donde transcurre la acción, el romance entre la gitana Carmela (interpretada por La Chunga) y el payo Juan Pedro (Fernando Marín).

Todo un atrevimiento, si se considera el estigma que arrastraba dicha etnia, y que el guion de Ley de raza volvía a mostrar, por enésima vez, en su vertiente más lorquiana: "Es muy duro luchar contra prejuicios tan arraigados. En cierto sentido, los gitanos son en España como los negros en Norteamérica: están bien en los escenarios y en las plazas de toros, [pero] en la vida no se les concede igual importancia entre los demás..." Aunque para audacia la banda sonora, compuesta a medias entre Benito Lauret y el director, y que lo mismo contiene destellos vanguardistas, a base de fagot y un misterioso y reiterativo jadeo, que temas para órgano de clara inspiración medieval.


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