martes, 9 de enero de 2018

Trampa para Catalina (1963)




Director: Pedro Lazaga
España, 1963, 87 minutos

Trampa para Catalina (1963)


El principal inconveniente que presenta una película como Trampa para Catalina tal vez resida en el hecho de que todo en ella nos suena a ya visto: tanto los personajes, como las tramas y situaciones son los típicos de tantísimas comedias españolas filmadas entre finales de los años cincuenta y los primeros sesenta, muchas de ellas dirigidas, precisamente, por Pedro Lazaga. 

De la filmografía de este último, Los tramposos (1959) o Los económicamente débiles (1960) comparten con el filme que ahora comentamos (amén de, más o menos, el mismo reparto) un similar gusto por los ambientes y tipos populares, preferiblemente pobres de solemnidad que malviven a base de picaresca o a los que surge la oportunidad de prosperar mediante algún plan rocambolesco.



En esta ocasión todos los esfuerzos se centran en conseguir que la humilde Catalina (Concha Velasco) se haga pasar por la hija de un rico diplomático sudamericano con la que guarda un asombroso parecido y que se ha dado a la fuga en compañía de un peculiar torero catalán que responde al nombre artístico de "El niño de Carmona". Ardua tarea, teniendo en cuenta el laborioso proceso de aprendizaje al que se verá sometida por parte de su entorno, primero para convencerla y después hasta lograr que una simple pescadera refine sus modales.

En términos generales, se puede decir que la puesta en escena y el sentido del humor contenidos en Trampa para Catalina obedecen a un planteamiento casi de cartoon o de cómic, con personajes planos que responden al arquetipo propio del vodevil: el tartamudo (Venancio Muro), el líder del cotarro (Manolo Gómez Bur), el cerebro del grupo (Antonio Ozores), etc. Lo cual no es óbice para que, tangencialmente, se toquen temas de candente actualidad, desde la revolución cubana (disfrazada bajo el imaginario Estado de Paramaná) hasta una ligera crítica social consistente en mostrar la miseria que se respira en determinados barrios madrileños donde la gente se gana la vida robando libros o pescado para después revenderlos.


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