sábado, 27 de enero de 2018

El viajante (2016)




Título original: Forushande
Director: Asghar Farhadi
Irán/Francia, 2016, 124 minutos

El viajante (2016)


Como suele suceder en los grandes títulos de la historia del cine, El viajante transmite tal intensidad de principio a fin de la película que deja al espectador en un estado similar a la catarsis descrita por Aristóteles y otros tratadistas de la antigüedad clásica. Probablemente porque en Irán, a consecuencia del régimen impuesto tras la Revolución Islámica, las cuestiones de orden moral o que afectan directamente a la honra se viven muy a flor de piel.

Al igual que sucedía en Todo sobre mi madre (otro filme agraciado con el Oscar reservado a las producciones de habla no inglesa), los personajes preparan simultáneamente un clásico del teatro americano: Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, en el caso de Almodóvar, y Muerte de un viajante, de Arthur Miller, en el de Farhadi. Al margen de si ello pueda ser o no un truco para ganarse las simpatías de los académicos, el cineasta iraní, autor asimismo del guion, consigue que lo que está ocurriendo en la vida de los protagonistas discurra en paralelo con lo que luego interpretan sobre el escenario.



Ya al principio, una de las actrices se siente humillada por uno de sus compañeros de reparto porque interpreta el papel de prostituta: claro ejemplo de flash-forward que nos adelanta lo que está a punto de ocurrirle a Rana (Taraneh Alidoosti). Cuando finalmente se desencadenen los hechos, Emad (Shahab Hosseini) tendrá ocasión de comprobar cómo, a pesar de ser un moderno profesor de literatura, es incapaz de sustraerse al torbellino de pasiones suscitado a raíz de los comentarios de sus vecinos y compañeros.

Sed de venganza que va a poner en peligro la estabilidad de la propia pareja y que interpela al espectador planteando un dilema de difícil solución: ¿es humanamente comprensible que Emad necesite saciar su ira abalanzándose sobre el culpable o, por contra, ya va siendo hora de que la sociedad iraní entierre para siempre la ley del talión?


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