Título original: Sometimes a Great Notion
Director: Paul Newman
EE.UU., 1971, 114 minutos
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Casta invencible (1971) de Paul Newman |
El gran mérito de Sometimes a Great Notion (1971) reside en una puesta en escena tan sobria y directa como su protagonista y, en esta ocasión, también director. Un Paul Newman muy convincente en su papel de leñador/maderero de Oregón al que las circunstancias obligan a hacerse cargo del caduco negocio familiar. Sobre todo a partir del momento en el que los líderes sindicales de la zona comienzan a ejercer presiones para que los Stamper se adhieran a la huelga y demás protestas convocadas. Algo a lo que el clan, en consonancia con los férreos principios inculcados por el patriarca (Henry Fonda), para quien los compromisos contractuales son sagrados, se negará en redondo.
Y es que todo en aquella casa gira alrededor de los enormes troncos que la corriente arrastra río abajo, desde que se talan los árboles hasta que los operarios los pulen a golpe de hacha o valiéndose de la sierra eléctrica. Trabajo arduo no exento de riesgos, como se pondrá de manifiesto cuando un inesperado accidente laboral propicie una de las secuencias más intensas de la película, en la que los esfuerzos desesperados del personaje de Newman, intentando rescatar a un compañero malherido (Richard Jaeckel), se traducen en la angustia del hombre que intenta en vano enfrentarse a la fuerza indómita de la naturaleza.
Aun así, los rudos modales de Hank y el resto de miembros masculinos de la familia (no hay más que ver el apetito con el que devoran todo cuanto les sirven las mujeres del hogar) contrastan abiertamente con el talante mucho más moderno de Leeland (Michael Sarrazin), hermanastro e hijo pródigo melenudo que regresa al redil con afán un tanto revanchista. Su personaje, de hecho, representa a la juventud americana de aquel entonces, cuya actitud indolente e incluso contestataria entra en conflicto con los valores tradicionales de respeto a la autoridad.
La cruda atmósfera que se hallaba presente en la novela de Ken Kesey (el mismo autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) en la que se basa la cinta le vino muy bien a Newman a la hora de ofrecer un sólido retrato de lo que suponen las disputas intergeneracionales en el marco de la América profunda. Sin embargo, el sobresfuerzo que le acarreó producir, interpretar y dirigir (tras el despido de Richard A. Colla) no sólo motivó que terminase exhausto de la experiencia, sino que provocó además que perdiese a menudo los estribos durante el rodaje, razón por la cual se refugió en la bebida, de la que abusó con demasiada frecuencia en aquellos días.
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