lunes, 1 de septiembre de 2025

Profesor Stanley Deen (2023)




Título original: Brave the Dark
Director: Damian Harris
EE.UU., 2023, 112 minutos

Profesor Stanley Deen (2023) de D. Harris


Es más que probable que Brave the Dark (2023) suscite no pocas reticencias entre algunos espectadores. Mayormente porque la factura del filme, dirigido por Damian Harris a partir de un caso real, se halla muy cerca de esas horrendas ficciones televisivas que abundan en las sobremesas de los fines de semana. Aun así, ello no impide que posea, al mismo tiempo, aspectos destacables que a continuación detallamos.

Su protagonista (Jared Harris: hermano, por cierto, del director de la película) es uno de esos profesores verdaderamente implicados en su labor docente. Valorado y aun querido en la pequeña comunidad en la que transcurren los hechos, lleva casi toda una vida impartiendo clases de teatro en un típico centro de enseñanza secundaria (de esos con taquillas en los pasillos) de la Norteamérica profunda. En cambio, Nate (Nicholas Hamilton) responde al perfil de alumno rebelde, aparentemente sin causa, que tarde o temprano termina por meterse en problemas.



Cuando ello finalmente se cumple, la policía local no duda en irrumpir en las aulas para, ante la mirada atónita de profesores y compañeros, detener al chaval y llevárselo preso. A partir de ese momento, Deen moverá cielo y tierra hasta conseguir que Nate vuelva al buen camino. Lo cual pasa por convencer previamente a los demás de que, pese a que nadie daría un duro por alguien cuya actitud violenta lo convierte en potencialmente peligroso, merece la pena darle una oportunidad.

El hecho de que Deen se lleve a casa a su protegido le acarrea no pocos dolores de cabeza, si bien el afecto y el ascendente positivo del maestro acabarán surgiendo efecto para que Nate supere el bloqueo derivado de las vivencias traumáticas de su infancia. En definitiva, se trataría de otro ejemplo más de buenrollismo académico, en la línea de Los que se quedan (2023) o incluso la más clásica El club de los poetas muertos (1989), pero con unos resultados más de andar por casa.



domingo, 31 de agosto de 2025

Casta invencible (1971)




Título original: Sometimes a Great Notion
Director: Paul Newman
EE.UU., 1971, 114 minutos

Casta invencible (1971) de Paul Newman


El gran mérito de Sometimes a Great Notion (1971) reside en una puesta en escena tan sobria y directa como su protagonista y, en esta ocasión, también director. Un Paul Newman muy convincente en su papel de leñador/maderero de Oregón al que las circunstancias obligan a hacerse cargo del caduco negocio familiar. Sobre todo a partir del momento en el que los líderes sindicales de la zona comienzan a ejercer presiones para que los Stamper se adhieran a la huelga y demás protestas convocadas. Algo a lo que el clan, en consonancia con los férreos principios inculcados por el patriarca (Henry Fonda), para quien los compromisos contractuales son sagrados, se negará en redondo.

Y es que todo en aquella casa gira alrededor de los enormes troncos que la corriente arrastra río abajo, desde que se talan los árboles hasta que los operarios los pulen a golpe de hacha o valiéndose de la sierra eléctrica. Trabajo arduo no exento de riesgos, como se pondrá de manifiesto cuando un inesperado accidente laboral propicie una de las secuencias más intensas de la película, en la que los esfuerzos desesperados del personaje de Newman, intentando rescatar a un compañero malherido (Richard Jaeckel), se traducen en la angustia del hombre que intenta en vano enfrentarse a la fuerza indómita de la naturaleza.



Aun así, los rudos modales de Hank y el resto de miembros masculinos de la familia (no hay más que ver el apetito con el que devoran todo cuanto les sirven las mujeres del hogar) contrastan abiertamente con el talante mucho más moderno de Leeland (Michael Sarrazin), hermanastro e hijo pródigo melenudo que regresa al redil con afán un tanto revanchista. Su personaje, de hecho, representa a la juventud americana de aquel entonces, cuya actitud indolente e incluso contestataria entra en conflicto con los valores tradicionales de respeto a la autoridad.

La cruda atmósfera que se hallaba presente en la novela de Ken Kesey (el mismo autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) en la que se basa la cinta le vino muy bien a Newman a la hora de ofrecer un sólido retrato de lo que suponen las disputas intergeneracionales en el marco de la América profunda. Sin embargo, el sobresfuerzo que le acarreó producir, interpretar y dirigir (tras el despido de Richard A. Colla) no sólo motivó que terminase exhausto de la experiencia, sino que provocó además que perdiese a menudo los estribos durante el rodaje, razón por la cual se refugió en la bebida, de la que abusó con demasiada frecuencia en aquellos días.



sábado, 30 de agosto de 2025

Un hombre de hoy (1970)




Título original: WUSA
Director: Stuart Rosenberg
EE.UU., 1970, 115 minutos

Un hombre de hoy (1970) de Stuart Rosenberg


Las mismas inquietudes políticas que hicieron que Paul Newman se involucrase en diversas causas, ya fuese la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos o dando públicamente su apoyo a distintos candidatos demócratas, le llevaron a producir y protagonizar una película tan controvertida como WUSA (1970)

Basada en la novela A Hall of Mirrors de Robert Stone, se centra en la figura de un tal Rheinhardt (Newman), individuo cínico y errante que llega a Nueva Orleans. Allí conoce a Geraldine (Joanne Woodward), una mujer igualmente solitaria con la que enseguida inicia una relación sentimental. Con la intención de ganarse la vida, Rheinhardt consigue trabajo como locutor en la WUSA, una emisora de radio local de ideología ultraderechista. Su programación, controlada por el magnate Bingamon (Pat Hingle), difunde mensajes de intolerancia y odio que aspiran a promover una conspiración neofascista.



Al mismo tiempo, la trama sigue los pasos de Rainey (Anthony Perkins), un idealista trabajador social que, sin saberlo, está siendo manipulado por los directivos de la emisora con la finalidad de desacreditar el sistema de bienestar social. A medida que la conspiración avance y la retórica propagada a través de las ondas se vuelva más agresiva, los caminos de estos y otros personajes discurrirán en paralelo hasta confluir en un clímax trágico de fatales consecuencias.

A pesar de haber sido un filme incomprendido en su momento, con el paso de los años WUSA ha ido adquiriendo una cierta aura de título de culto por lo audaz de su temática. De hecho, la hipótesis de un complot de corte totalitario que se sirve de los medios de comunicación como herramienta para el control y la desinformación de la opinión pública prefigura el argumento de producciones posteriores como, por ejemplo, la portentosa Network (1976) de Sidney Lumet. Aun así, y pese a tratarse de una película valiente y socialmente comprometida, lo cierto es que adolece de un planteamiento confuso en el que nada termina de quedar del todo claro.



viernes, 29 de agosto de 2025

La terra negra (2025)




Título en castellano: La tierra negra
Director: Alberto Morais
España/Panamá, 2025, 100 minutos

La terra negra (2025) de Alberto Morais


Pese a que acaba de llegar a nuestras pantallas, el copyright de La terra negra (2025) indica que la película se rodó en realidad hace un par de años, lo cual demuestra hasta qué punto resulta complicado estrenar un determinado tipo de cine más alternativo, por completo ajeno —tanto visual como artísticamente— a la tiranía de los convencionalismos comerciales. Y es que la parsimonia de los diálogos, al igual que la aspereza de cuanto se muestra en pantalla, hacen de la cinta que nos ocupa una apuesta sumamente arriesgada.

Su director, el vallisoletano Alberto Morais (Valladolid, 1976), ya dio muestras en su día de un talento sobresaliente con el documental Un lugar en el cine (2008), excelente aproximación a la experiencia cinematográfica a través de la mirada de diversos cineastas, entre los que destacaban Pasolini o Víctor Erice. Inmejorable carta de presentación a la que ahora, tantos años después, toma el relevo un drama de corte rural, originalísimo en su austera puesta en escena.



La frontalidad de muchos primeros planos, con los actores diciendo el texto mirando a cámara, recordará (a quien tenga el gusto de conocer su filmografía) al Eugène Green de, por ejemplo, El hijo de José (2016). Recurso, reforzado con la ausencia momentánea de sonido ambiente, que produce en el espectador una suerte de extrañamiento, como si se quisiera anunciar que algo cuasi milagroso está a punto de suceder. Ese algo, por cierto, deja entrever un vago aire mesiánico en el personaje de Miquel (Sergi López), cuya capacidad para amansar a los demás lo sitúa en una órbita muy similar a la del misterioso joven que el recientemente desaparecido Terence Stamp interpretaba en Teorema (1968).

Por otra parte, el guion de Morais y Samuel del Amor ubica la trama en un pueblo indeterminado de la Comunidad Valenciana, espacio tan inhóspito como lo son tantísimas regiones de la España profunda y vaciada. Las rencillas y miserias que allí se desarrollan desde tiempos inmemoriales enfrentan a una pareja de hermanos (Laia Marull y Andrés Gertrúdix) con dos o tres vecinos sin escrúpulos y dispuestos a encañonar a quien sea por un palmo más de tierra. Ambiente sórdido, por tanto, al compás de los pasodobles que suenan de fondo en algún bar de lo más cutre, y que contrasta con la música de Bach y el Agnus Dei de Zurbarán que Morais utiliza como leitmotiv en esta parábola sobre odios enquistados y víctimas propiciatorias.



jueves, 28 de agosto de 2025

Mi postre favorito (2024)




Título original: Keyke mahboobe man
Directores: Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha
Irán/Francia/Suecia/Alemania, 2024, 97 minutos

Mi postre favorito (2024)


Hay ocasiones, tal vez demasiadas, en las que el tráiler de una película le hace un flaco favor a la misma al ofrecer una imagen parcial o distorsionada, cuando no errónea, de su verdadero contenido. Eso es más o menos lo que ocurre (quién sabe si de forma intencionada) con Mi postre favorito (2025), cinta iraní que a priori, si uno se fía de su tráiler, pudiera parecer la típica historia ñoña de dos septuagenarios ávidos de compañía. Nada más lejos de la realidad.

En primer lugar, debe contextualizarse debidamente el hecho de que una viuda de cierta edad tome la iniciativa a la hora de entablar relaciones con un hombre en la sociedad teocrática de los ayatolás. Acto revolucionario, sin duda, por lo que tiene de empoderamiento femenino en el seno de un régimen abiertamente misógino. A este respecto, también resulta muy significativa la escena en la que Mahin (Lili Farhadpour), que creció en el Irán anterior a la Revolución Islámica, se encara con la policía en plena calle para defender a unas muchachas que están siendo detenidas por llevar mal colocado el hiyab.



Aunque, como suele ocurrir cuando la intolerancia es norma y las restricciones se hallan fuertemente interiorizadas por la población, al final es una vecina fisgona o incluso algún familiar (la protagonista habla a menudo por teléfono con su hija, que vive desde hace años en el extranjero) quien pone mala cara o recrimina conductas que se consideran inapropiadas.

El giro que toman los acontecimientos hacia el final de la película añade una imprevista nota amarga a lo que estaba siendo un encuentro liberador y de efectos rejuvenecedores, gracias al vino y a la música, para ambos personajes. En la misma medida, podría añadirse, estableciendo un cruel e irónico paralelismo, que los problemas que están teniendo Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha, los directores de este filme, con la justicia de su país.



miércoles, 27 de agosto de 2025

Weapons (2025)




Título en español: Armas
Director: Zach Cregger
EE.UU., 2025, 128 minutos

Weapons (2025) de Zach Cregger


Ni es perfecta ni tampoco aspira a serlo, pero Weapons (2025) posee la habilidad, como toda buena película de género, de mantener al espectador en vilo de principio a fin de una trama milimétricamente calculada a tal efecto. Los amantes del cine de terror reconocerán en ella referencias puntuales, ya hacia el final, a, por ejemplo, El resplandor (1980), si bien sus modelos más evidentes serían el M. Night Shyamalan de La visita (2015) o incluso las atmósferas inquietantes que ya estaban presentes, hace una década, en It Follows (2014).

No cabe duda de que colocar a la infancia en el centro del argumento constituye un recurso habitual en muchas cintas de las mismas características, desde Poltergeist (1982) hasta ésta que nos ocupa, hábil ejercicio de estilo a cargo de un director, Zach Cregger (Arlington, Virginia, 1981), que, después de apuntar maneras con Barbarian (2022), vuelve ahora a la carga con su efectiva forma de contar la inexplicable desaparición de toda una clase de alumnos de primaria.



La estructura episódica con la que se articula el relato permite establecer un juego de miradas en el que el punto de vista sobre unos mismos hechos varía en función de quién sea el personaje protagonista. Así pues, la acción vuelve una y otra vez a los extraños sucesos que perturban la apacible existencia en una típica zona residencial donde se va a desarrollar esta especie de versión moderna del flautista de Hamelín.

En resumidas cuentas, se trata de una fórmula que consiste, entre otras cosas, en puertas que se abren aparentemente solas, sótanos que albergan terribles secretos o conjuros a base de ramas, cabellos y gotas de sangre... Como se ve, todo un surtido de recurrentes elementos sobrenaturales, a cuál más común, hasta completar un repertorio que no por trillado deja de resultar efectivo, a veces más por la vía humorística que por la del propio terror.



martes, 26 de agosto de 2025

El regreso de Ulises (2024)




Título original: The Return
Director: Uberto Pasolini
Italia/Grecia/Reino Unido/Francia, 2024, 116 minutos

El regreso de Ulises (2024) de Uberto Pasolini


Cuando el gran arco llegó a manos de Odiseo, todos nosotros voceábamos al porquero que no se lo entregara ni aunque le rogara insistentemente. Sólo Telémaco le animó y se lo ordenó. Así que lo tomó en sus manos el sufridor, el divino Odiseo, y tendió el arco con facilidad, hizo pasar la flecha por el hierro, fue a ponerse sobre el umbral y disparaba sus veloces saetas mirando a uno y otro lado que daba miedo. Alcanzó al rey Antínoo y luego iba lanzando sus funestos dardos a los demás, apuntando de frente, y ellos iban cayendo hacinados.

Homero
La Odisea
Traducción de José Luis Calvo

Comentaba el otro día Javier Ocaña, en su reseña sobre El regreso de Ulises (2024) publicada en El País, que la película del italiano Uberto Pasolini estaba condenada a ser "la otra", en referencia a la tan anunciada adaptación de La Odisea, a cargo de Christopher Nolan, que está previsto que se estrene el año próximo.

Sea como fuere, lo cierto es que dicha situación no es nueva y otras producciones, como por ejemplo las dos versiones de Robin Hood del 91, el blockbuster de Kevin Costner y la modesta cinta de John Irving, coincidieron en el tiempo y en las salas para mayor gloria de unas y la invisibilidad de sus "competidoras". Parece como si a la industria, movida por el oportunismo, le gustase promover ese tipo de rivalidades.



En cualquier caso, no puede decirse que esta enésima revisitación de las penalidades de Odiseo en su accidentado regreso a Ítaca aporte mucho más que un espléndido reparto en el que brillan nombres de la categoría de Ralph Fiennes, en el papel principal (y también como productor ejecutivo), Juliette Binoche (Penélope) o una veterana Ángela Molina haciendo de Euriclea, la madre del héroe.

Por lo demás, estamos ante una puesta en escena correcta, fiel al texto de Homero en lo esencial, aunque sin la intervención directa de los dioses del Olimpo (lo cual, dicho sea de paso, habrá sin duda contribuido a abaratar los costes de producción...), y que, como no podía ser de otro modo, culmina con el protagonista tensando su propio arco para, después de pasar una flecha por el ojo de doce hachas, ajusticiar a los molestos pretendientes que ocupan su hacienda.



lunes, 25 de agosto de 2025

Dos hombres y un destino (1969)




Título original: Butch Cassidy and the Sundance Kid
Director: George Roy Hill
EE.UU./Méjico, 1969, 110 minutos

Dos hombres y un destino (1969)


Varias razones explican el éxito, tanto comercial como a nivel de crítica, que obtuvo Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969). Por una parte, la cinta de George Roy Hill, con guion de William Goldman, planteaba una relectura del género wéstern que supuso su puesta al día en clave ligeramente contracultural. Así pues, la banda sonora de Burt Bacharach le daba al conjunto un cierto aire pop, en alguna secuencia incluso prescindiendo de los diálogos, que se vio recompensado con un par de premios de la Academia.

Al mismo tiempo, la química entre la pareja protagonista, unos Paul Newman y Robert Redford en estado de gracia, retomaba el espíritu de las comedias de colegas (un poco como Bob Hope y Bing Crosby), pero ahora bajo el prisma más sugerente que la condición de sex symbol de ambos actores otorgaba a sus respectivos personajes. Sobre todo porque, formando trío con Katharine Ross, constituían una especie de ménage a lo Jules et Jim (1962) que conectaba de pleno con la estética renovadora de la Nouvelle Vague francesa.



Los más de cien millones de dólares que la película recaudó en taquilla certifican la enorme repercusión de una cinta mediante la que la industria hollywoodense se reinventaba para salir reforzada de cara a un nuevo escenario en el que el público demandaba ya otro tipo de productos más acordes con el signo de los tiempos.

Todo lo cual no impide que el filme destile, asimismo, un aura retro que se manifiesta en los insertos color sepia con imágenes que remedan las proyecciones de la época muda, tal vez con la intención de resaltar el carácter mítico de los protagonistas, así como la nostalgia hacia un mundo que ya no existe y cuya principal característica sería la visión romántica del forajido.



domingo, 24 de agosto de 2025

Quinientas millas (1969)




Título original: Winning
Director: James Goldstone
EE.UU., 1969, 123 minutos

Quinientas millas (1969) de James Goldstone


Quien más quien menos tendrá noticia de la pasión que sintió Paul Newman por el automovilismo, llegando a participar profesionalmente en algún que otro certamen de renombre, como por ejemplo las 24 Horas de Le Mans del 79, donde logró un meritorio segundo puesto. Lo que quizá resulte menos conocido es que dicha afición surgió a raíz de haber protagonizado, junto a su esposa, Quinientas millas (Winning, 1969), interesante filme en torno al mundo de las carreras de coches que combinaba una historia de amor con el afán del piloto Frank Capua (Newman) por triunfar en el circuito de Indianápolis.

En un principio, estaba previsto que el guion de Howard Rodman, bajo la dirección de James Goldstone, se convirtiese en un telefilme de bajo presupuesto. Pero cuando llegó a oídos de Newman que se estaba gestando un proyecto de tales características, enseguida mostró su interés por encabezar el elenco, con lo que la película pasó a convertirse en una superproducción de gran envergadura.



A grandes rasgos, la cinta se centra en la relación entre el susodicho Capua, un individuo más bien solitario, amante de la velocidad y de la cerveza, con Elora (Joanne Woodward), divorciada y madre de un hijo adolescente, que vive en una pequeña localidad donde, como suele suceder muchas veces, el principal pasatiempo son las habladurías. Harta de semejante panorama, la mujer emprende una nueva vida en compañía de Frank. Sin embargo, casarse con él implica convivir con un ritmo frenético de entrenamientos y competiciones...

A la hora de la verdad, las escenas automovilísticas son las que terminan acaparando el protagonismo durante buena parte del metraje, si bien la actuación de la pareja, contenida y repleta de silencios elocuentes, deja traslucir el bagaje acumulado por unos intérpretes que se formaron en el Actor's Studio.



sábado, 23 de agosto de 2025

Comando secreto (1968)




Título original: The Secret War of Harry Frigg
Director: Jack Smight
EE.UU., 1968, 110 minutos

Comando secreto (1968) de Jack Smight


Aprovechando el tirón del éxito cosechado con La leyenda del indomable (1967), los directivos de la Universal le ofrecieron a Paul Newman un papel que volvía a ajustarse al patrón de individuo alocado que logra escaparse de todas las penitenciarías en las que es encerrado. En esta ocasión, la acción transcurre en 1943 y cinco generales de brigada de distintas nacionalidades, aunque todos ellos del mismo bando, son hechos prisioneros por los italianos. 

Con tal de rescatarlos, las altas instancias del ejército aliado tienen la genial idea de enviar en misión secreta a un especialista en evasiones. Y qué mejor candidato que Harry Frigg (Newman), aunque para ello deberán ascenderlo temporalmente de categoría...



Una vez en Italia, el protagonista no sólo cumplirá su objetivo, sino que además queda prendado de la hermosa condesa (Sylva Koscina) en cuya residencia, il Castello de Montefiore, se alojan los oficiales mientras dura su cautiverio. Que tampoco es excesivamente duro, ya que allí son custodiados por el petulante coronel Ferrucci, antiguo director de un hotel en Génova. Hasta que llega una delegación nazi, encabezada por el mayor Von Steignitz (Werner Peters), y la cosa se pone chunga.

Tratándose de una comedia, el rigor de las circunstancias históricas pasa a un segundo plano, por lo que The Secret War of Harry Frigg (1968) se mueve en el terreno amable de la parodia bélica y el enredo amoroso. De ahí que Paul Newman se pase toda la película sonriendo y caminando como un ganso, mientras que el resto de autoridades militares, dado el orgullo inherente a su alto rango, apenas si logran ponerse de acuerdo entre ellos por más que formen un comité. Estrenada comercialmente en España con el título de Comando secreto.



viernes, 22 de agosto de 2025

La leyenda del indomable (1967)




Título original: Cool Hand Luke
Director: Stuart Rosenberg
EE.UU., 1967, 127 minutos

La leyenda del indomable (1967)


El que pasa por ser uno de los dramas carcelarios por excelencia surgió del empeño de Jack Lemmon de llevar a la pantalla la novela autobiográfica de Donn Pearce. Aunque al actor no le quedó más remedio que conformarse con producir la adaptación cinematográfica, ante la evidencia de que Paul Newman era el candidato idóneo para meterse en la piel del indómito preso protagonista. En ese sentido, son muchos los momentos icónicos (la ingesta de cincuenta huevos; la emotiva balada con el banjo, sobre las literas, mientras afuera llueve) de una cinta que influiría notablemente en ulteriores muestras de dicho subgénero, hasta el extremo de que ya nada volvería a ser igual tras la soberbia interpretación de Newman.

Efectivamente, sin Cool Hand Luke (1967) no habrían existido ni Brubaker (1980), dirigida también por Stuart Rosenberg, ni tampoco Cadena perpetua (1994), lo que confirma el éxito de una fórmula cuya esencia oscila entre el drama y ligeros toques de comedia (por ejemplo la rubia explosiva que lava su coche ante la mirada atónita de los internos) dejando al descubierto, al mismo tiempo, un innegable trasfondo de crítica social.



Tal y como se desarrollan los hechos descritos, el sistema penitenciario que refleja la película arroja una imagen lamentable de lo que debiera ser un centro para la rehabilitación y posterior reinserción en la sociedad de los reclusos. Muy al contrario, los métodos infrahumanos utilizados por el alcaide (Strother Martin) y sus secuaces reducen a los internos prácticamente a la esclavitud, ya sea asfaltando carreteras o arrancando maleza en los arcenes.

Aun así, el espíritu de camaradería que se acaba fraguando entre los presidiarios demuestra confianza en la condición humana, capaz de sobreponerse a las adversidades e incluso, como en el caso de Luke, de rebelarse reiterada y obstinadamente contra los atropellos del poder. De hecho hay algo mesiánico en un personaje que se expone continuamente al martirio de los guardianes, encabezados por el inquietante "Hombre sin ojos" (Morgan Woodward), como si quisiera mostrarle al resto el camino de su redención. Según esta lectura, el paso por la "nevera" o los grilletes después de cada intento de fuga no serían más que actos de penitencia en la lucha por defender su dignidad.



jueves, 21 de agosto de 2025

Un hombre (1967)




Título original: Hombre
Director: Martin Ritt
EE.UU., 1967, 111 minutos

Un hombre (1967) de Martin Ritt


Otro título que comienza por H, como Hud (1963), Harper (1966) o The Hustler (1961), y otra de las películas que cimentaron la leyenda de Paul Newman. Hombre (1967) planteaba el curioso caso de un individuo, de nombre John Russell, que tras haber sido criado por los apaches recibe la herencia del viejo inglés que lo adoptó. Ello hace que se corte la cabellera y acuda a la casa que ahora es suya, sí, pero sin renunciar ni un ápice a la esencia india que adquirió en la reserva y que él considera su verdadera identidad.

El núcleo central de la trama sitúa a los personajes en una ardua travesía a bordo de una diligencia de resonancias tan fordianas como la propia aculturación del susodicho Russell: wésterns como Centauros del desierto (1956) o Dos cabalgan juntos (1960) relataban, de hecho, episodios similares de niños blancos secuestrados por tribus indígenas. Ahora, sin embargo, la novedad radicaba en el protagonismo innegable del marginal, de alguien hasta entonces repudiado, pero al que las circunstancias lo convierten en indispensable para la supervivencia del grupo.



El carácter lacónico e incluso altivo con el que Newman adorna su composición de indio orgulloso hacen de Russell uno de esos personajes inolvidables, siempre con la réplica precisa a punto cuando debe hacerse valer ante sus compañeros de viaje. Algunos, como la experimentada Jessie (Diane Cilento), sentirán una cierta atracción hacia él, por más adusto que se muestre en el trato. Otros, caso del corrupto Favor (Fredric March), no tendrán más remedio que rendirse a la evidencia de su superioridad moral.

Última de las seis ocasiones en que Newman trabajó a las órdenes del director Martin Ritt (1914-1990), la historia gira en torno a un periplo que no es sino metáfora de la vida, con sus tensiones y prejuicios. Asimismo, cuando el carruaje es atacado y los protagonistas quedan a su suerte en mitad de la nada, la incertidumbre aumenta y las verdaderas personalidades de cada cual emergen. Llega entonces el momento en el que el estoico John Russell, el "Hombre" que posee la sabiduría de los apaches pese a que no encaja en ninguno de los dos ámbitos, ni el de los indios ni el de los blancos, pasa a ser una especie de antihéroe que, sin buscarlo, se convierte en adalid de la honradez en un mundo desprovisto de ella.



miércoles, 20 de agosto de 2025

Cortina rasgada (1966)




Título original: Torn Curtain
Director: Alfred Hitchcock
EE.UU., 1966, 128 minutos

Cortina rasgada (1966) de Alfred Hitchcock


La que pasa por ser una de las películas menos logradas del Maestro del Suspense posee una estructura circular (la acción se abre y se cierra con la pareja protagonista en actitud amorosa bajo una manta) y está dividida en tres partes. Comienza como la historia de una deserción, desde la perspectiva del personaje femenino (Julie Andrews), que ve con estupor cómo su novio y colega (Paul Newman) se pasa al enemigo; luego continúa con las andanzas del susodicho en la antigua RDA, donde se ve obligado a matar a un agente de la Stasi (Wolfgang Kieling) y sonsacarle una fórmula secreta a un venerable científico (Ludwig Donath) y finalmente se acaba convirtiendo en la accidentada huida de los enamorados, escabulléndose de un teatro en plena representación o en un trepidante trayecto en autobús junto a otros miembros de la resistencia.

El relativo fracaso comercial de Torn Curtain (1966) obedece a distintos factores. Por un lado, la forma de trabajar del viejo Hitch, a base de decorados en estudio y demás técnicas a la antigua usanza, había quedado obsoleta en un momento en el que el público demandaba ya otro tipo de producciones más en consonancia con los nuevos tiempos. Además, ni hubo química entre las estrellas que le impuso el estudio (Newman y Andrews eran la sensación de aquel entonces, pero su unión en pantalla no acaba de funcionar) ni tampoco congeniaron con un director cuya forma de entender el cine distaba enormemente de cómo lo concebía esta nueva generación de intérpretes. Célebre es la carta que Newman, fiel defensor de las motivaciones de los personajes y otras cuestiones propias del Método, dirigió al cineasta con diversas sugerencias y propuestas de mejora respecto al guion, algo que enfureció enormemente a Hitchcock, quien se lo tomó como una insolencia.



Por si todo esto no fuese poco, la relación del director con Bernard Herrmann (1911-1975), responsable habitual de buena parte de sus bandas sonoras, se cortó abruptamente y para siempre debido a la disparidad de criterios entre ambos respecto a cómo debía de ser la música incidental. En su lugar, la partitura de John Addison dista de transmitir la garra que cabría esperar de una cinta de intriga en la línea de las obras maestras que la precedieron y a cuya altura, por desgracia, distó mucho de estar.

Aun así, quedan destellos en la cinta, aunque no muchos, de la genialidad de un director dotado de un agudo sentido del humor británico. Como por ejemplo en la escena inicial, cuando los participantes del congreso de Física padecen un frío extremo a bordo del barco en el cual viajan y uno de ellos rompe con el tenedor el agua congelada de su copa. Aunque más mérito todavía tiene la ya mencionada secuencia de la muerte de Gromek (Kieling), de una fisicidad inaudita y rodada (como tantos otros momentos de la película, deudores del cine mudo en el que Hitch comenzó su carrera) en un silencio que la hace aún más angustiante.



martes, 19 de agosto de 2025

Harper, investigador privado (1966)




Título original: Harper
Director: Jack Smight
EE.UU., 1966, 121 minutos

Harper, investigador privado (1966)


Después de haber protagonizado una serie de películas con las que no quedó particularmente satisfecho, como Cuatro confesiones (1964) o Lady L (1965), Paul Newman necesitaba meterse en la piel de algún personaje cien por cien norteamericano que le hiciera sentirse seguro de su interpretación para así recuperar plenamente la confianza en sí mismo. 

Se ha dicho que el actor propuso cambiarle el nombre al detective de Harper (1966), en lugar de Archer, que es como se llamaba en The Moving Target, la novela de Ross Macdonald en la que está basada la cinta, para que comenzase por la misma H inicial de Hud (1963) o The Hustler (1961), dos de los éxitos más sonados de su filmografía previa (aunque también es probable que el cambio obedeciese a algún que otro conflicto con los derechos de autor).



Lo cierto es que ya desde los títulos de crédito iniciales, con la secuencia mítica del investigador privado hurgando de buena mañana en la basura de su oficina para rescatar un filtro de café, queda meridianamente claro que estamos ante un individuo cuya existencia un tanto caótica entronca con la de ilustres predecesores del cine negro a los que muchas veces dio vida Bogart. De ahí que los productores, en un guiño cinéfilo, ofreciesen uno de los papeles secundarios, el de la rica y cínica heredera que indaga el paradero de su marido, a Lauren Bacall.

Por lo demás, no son pocas las pinceladas de humor amargo en una trama repleta de giros inesperados y en la que también se atisba un cierto erotismo incipiente en esa especie de Lolita que interpreta Pamela Tiffin. Diálogos mordaces, a cargo del guionista William Goldman, en un neo-noir ambientado en las suntuosas áreas residenciales de Los Ángeles que, con los años, ha acabado convirtiéndose prácticamente en un título de culto.



lunes, 18 de agosto de 2025

Lady L (1965)




Director: Peter Ustinov
Reino Unido/Francia/Italia, 1965, 117 minutos

Lady L (1965) de Peter Ustinov


Además de actor versátil y consumado políglota (hablaba con fluidez hasta ocho lenguas distintas), el británico Peter Ustinov, célebre por sus papeles en Quo vadis (1951) o Espartaco (1960), también dirigió películas. Como, por ejemplo, la que hoy nos ocupa.

A pesar de estar basada en la novela homónima del prestigioso Romain Gary, Lady L (1965) no pasa de ser una comedia amable al servicio de dos estrellas del momento como lo eran Sophia Loren y Paul Newman.



Dicen las malas lenguas (y así lo corroboraría el propio Ustinov, quizá para justificar la escasa repercusión en taquilla de su cinta) que la química entre la pareja de actores protagonista fue nula. De ahí, tal vez, la frialdad que se percibe en la pantalla.

En cualquier caso, la sofisticación palaciega en la que se desenvuelven los personajes, con un David Niven en su habitual registro aristocrático y la Loren haciendo de antigua lavandera de origen corso convertida en baronesa por esos azares del destino, contrasta con un inverosímil Newman que se mete en la piel de un anarquista revolucionario.



domingo, 17 de agosto de 2025

Cuatro confesiones (1964)




Título original: The Outrage
Director: Martin Ritt
EE.UU., 1964, 96 minutos

Cuatro confesiones (1964) de Martin Ritt


Curioso e interesantísimo remake del Rashomon (1950) de Kurosawa, filme mítico que ya había sido objeto previamente de una adaptación teatral en Broadway. El caso es que Martin Ritt y su guionista Michael Kanin se llevan la acción al Far West de finales del siglo XIX para situarla en una destartalada estación de ferrocarril por donde apenas pasa ningún tren. Los tres personajes que allí se resguardan de la intensa lluvia son un predicador que ha perdido la fe (William Shatner), un veterano buscador de oro (Howard Da Silva) y un estafador de poca monta (Edward G. Robinson) cuyo cinismo propiciará que actúe como abogado del diablo mientras los otros dos le van relatando el oscuro incidente que ha tenido lugar en las inmediaciones de aquel distrito.

¿Y qué es lo que ocurrió realmente? Un individuo que responde al nombre de Juan Carrasco (Paul Newman) detiene el carruaje de una pareja de recién casados para ofrecerles un valioso puñal procedente de un supuesto tesoro azteca. A resultas de lo cual se produce un trágico desenlace. Para saber cómo discurrieron los hechos, cada testigo relata lo que, a su vez, escuchó contar en el juicio, ya fuese por boca del principal acusado, la esposa de la víctima (Claire Bloom) o un viejo chamán indio (Paul Fix). Al visualizar todas y cada una de esas variantes, el espectador tiene la posibilidad de decantarse por la opción que más plausible le parezca, ya sea la violación de la mujer, el asesinato o la muerte accidental del marido (Laurence Harvey).



Sin duda lo más llamativo de The Outrage (1964) es ver a Newman caracterizado de mejicano, intentando remedar, sin demasiado éxito, un acento y una forma de comportarse que culturalmente le quedaban muy lejos. Al menos, aunque esto raya un tanto en lo cómico, el hecho de que la cinta se rodase en blanco y negro ayudó a disimular los proverbiales ojos azules de la apolínea estrella de Hollywood. Aun así, su esfuerzo por dotar de verosimilitud al forajido Carrasco se distingue por ese sello inconfundible (excesivo, sobreactuado) que poseían los actores del método.

Como si de un rompecabezas se tratase (y de hecho lo es), las distintas versiones de lo ocurrido se van sucediendo en forma de flashback hasta conformar un complejo mosaico donde se hace difícil dilucidar cuál es la verdad. A fin de cuentas, como dice el predicador al final de la película, todos somos culpables de algo, todos somos cobardes, todos hemos mentido alguna vez y acaso, más allá de una suma de muchos y muy diversos puntos de vista, esa sea la única verdad que existe.



sábado, 16 de agosto de 2025

Una visita al Louvre (2003)




Título original: Une visite au Louvre
Directores: Danièle Huillet y Jean-Marie Straub
Francia/Alemania/Italia, 2003, 49 minutos

Una visita al Louvre (2003) de Huillet y Straub


Casi quince años después de que Huillet y Straub dedicaran una primera aproximación al universo pictórico de Paul Cézanne (1839-1906), los cineastas abordaron de nuevo su figura, aunque ahora ciñéndose estrictamente a las páginas que el crítico Gasquet dedica en su libro a las tres visitas que realizó en compañía del maestro a las colecciones del Museo del Louvre.

De nuevo una voz en off femenina reproduce las palabras del célebre pintor, quien, con la pantalla completamente en negro, abomina de lo que él llama "los primitivos", autores con cuyas obras no llega a conectar puesto que "no hay carne en esas ideas". En cambio, sí que atraen su atención, y mucho, la Victoria de Samotracia, La fuente de Ingres o La muerte de Marat (este último para criticarlo duramente).



Se incluyen, asimismo, algunos exteriores de la ribera del Sena para volver, acto seguido, al análisis de otras obras maestras expuestas en las salas de la ilustre pinacoteca. Una de las que mayor atención merece, por ejemplo, es Las bodas de Caná de Veronese, de la que se destaca su colorido y movimiento. Y por encima de todo Tintoretto, quien para él fue "el pintor". Aun así, también tiene palabras elogiosas para Delacroix y otros lienzos posteriores, como La balsa de la Medusa de Géricault o El combate de ciervos de Courbet.

Aparte de una buena escuela para educar la mirada, Huillet y Straub conciben cuanto allí se muestra en tanto que objetos. De ahí que sus planos fijos incluyan casi siempre los marcos en el encuadre. Original planteamiento, hierático y austero, pero inequívocamente honesto, que culmina con la aseveración "Je suis Cézanne" para, acto seguido, adentrarse en las profundidades de un bosque por el que discurren las aguas cristalinas de un riachuelo.