domingo, 28 de septiembre de 2025

Boogie Nights (1997)




Director: Paul Thomas Anderson
EE.UU., 1997, 155 minutos

Boogie Nights (1997) de Paul T. Anderson


¿Cuántas rayas de coca esnifan los personajes de Boogie Nights (1997)? Muchísimas, sin duda, como no podía ser de otro modo tratándose de una película dirigida por un cineasta moderadamente barroco y, por ende, propenso a ciertos excesos, aunque sin pasarse. En todo caso, conviene matizar que la película que consagró la carrera de Paul Thomas Anderson discurre por unos cauces lo suficientemente aptos para el gran público como para que cada estreno (y con la reciente One Battle After Another ya van diez largometrajes) se convierta en un éxito seguro de taquilla.

A nivel técnico, lo más llamativo de la puesta en escena de la cinta que nos ocupa radica en el uso reiterado del plano secuencia, valiéndose de innumerables trávelin adelante y hacia atrás, a menudo siguiendo los pasos de Burt Reynolds. Un uso de la cámara, adentrándose en el interior de la casa del protagonista o de alguna concurrida sala de fiestas, que recuerda al estilo visual de, por ejemplo, Uno de los nuestros (1990) de Scorsese, del que Anderson vendría a ser, hasta cierto punto, un continuador. Asimismo, la banda sonora es crucial, ya que Anderson utiliza éxitos del funk, la música disco y el pop de la época no sólo como fondo, sino como un elemento narrativo que ancla emocionalmente las escenas y subraya el paso del tiempo y el cambio de tono, desde la euforia de los setenta hasta la oscuridad de los ochenta.



Retrato paródico de la época dorada del cine erótico, las andanzas de Dirk Diggler (Mark Wahlberg) abarcan desde 1977 hasta 1983, ajustándose al típico esquema del ascenso y posterior declive de, en este caso, una estrella de pacotilla de la floreciente industria del porno. Los logros y servilismos de su fulgurante carrera representan el fiel reflejo del precio que debe pagar un New Kid in Town que viaja en autobús desde su pueblo para terminar convirtiéndose en simple juguete roto. Aunque, más allá de la superficie de la industria del porno, Boogie Nights ofrece varias lecturas alegóricas profundas sobre la sociedad americana y la condición humana. 

En primer lugar, el tema central no sería tanto la industria del sexo, sino la familia. En ese sentido, el director Jack Horner (Burt Reynolds) y la actriz Amber Waves (Julianne Moore) construyen una comuna en torno a su arte, ofreciendo refugio y aceptación a marginados sociales como Diggler. Por otra parte, la propia historia de Dirk Diggler y de la industria en sí es una metáfora del sueño americano basado en el talento efímero y la ambición desmedida. De ahí que el personaje, al igual que muchos iconos de la época, no logre adaptarse a la Nueva Economía (simbolizada por sus fallidos intentos en el mundo de la música). Su adicción y su arrogancia lo condenan al fracaso, mostrando que la fama rápida es un camino directo a la autodestrucción cuando ésta carece de cimientos sólidos. Por último, la película se puede leer también como una alegoría sobre la evolución del propio cine, por lo que la nobleza y la dedicación de Jack Horner al "arte" (el porno filmado en 35mm con pretensiones narrativas) representan la edad de oro del cine clásico. Así pues, su lucha contra el vídeo de bajo presupuesto es un lamento por la pérdida del medio fílmico ante la comercialización y la tecnología barata. Dirk Diggler, en este contexto, es un icono trágico, un joven que se eleva y cae con el destino de su propio medio, incapaz de sobrevivir a la transición cultural y tecnológica.



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