jueves, 29 de abril de 2021

Senda torcida (1963)




Director: Antonio Santillán
España, 1963, 83 minutos

Senda torcida (1963) de Antonio Santillán


Con cada nueva entrega en nuestro particular periplo por la filmografía de Antonio Santillán se van perfilando una serie de constantes en su estilo. De entrada, el especial apego del cineasta madrileño (y barcelonés de adopción) hacia el cine policíaco, género en el que se inscriben la inmensa mayoría de las producciones por él dirigidas. En el caso concreto de Senda torcida (1963), se aprecia de inmediato una idea que, diez años antes, ya estaba presente en Almas en peligro (1952): la preocupación respecto a una juventud descarriada que no va por buen camino pese a haber contado siempre con el amor incondicional de sus padres. Rafael (Víctor Valverde) forma parte, precisamente, de dicho colectivo...

Cuando, durante la cena, la pobre señora se escandaliza por la noticia que su marido acaba de leer en el periódico (a saber: que la policía ha detenido a un individuo responsable de agredir a un sereno para quitarle la pistola), no sabe que su propio hijo, al que ellos creen un santo, se dispone a salir a dar una vuelta por los callejones del Barrio Chino de la Ciudad Condal con la intención de cometer justamente el mismo delito. Y es que el muchacho, cuya novia (Marta Padovan) es una artista de varietés que actúa en El Molino, aspira a llevar una existencia más holgada que la de sus progenitores, beneficiarios habituales de los servicios de Cáritas.



Pero las cosas se precipitan y Rafael, que se ha asociado con un grupo de maleantes sin escrúpulos, emprende la huida en compañía del sanguinario Silvestre (Gérard Tichy) con la esperanza de alcanzar la frontera francesa y así eludir los controles policiales. Mientras, el comisario de turno (Antonio Casas) y el inspector Castillo (Estanis González) intentarán dar con los indicios necesarios para detener al culpable de la espiral de crímenes que están asolando la ciudad.

La excelente banda sonora jazzística del maestro Federico Martínez Tudó aporta el tono ideal a este ejercicio de cine negro en el que el artesano Santillán sigue dando muestras de su pericia a la hora de narrar historias de gansterismo en el contexto de una Barcelona gris y miserable que hoy se nos antoja lejanamente familiar. Con el matiz, en esta ocasión, de una leve influencia hitchcockiana (véase el recurso de unas tijeras que sirven de arma homicida, en clara referencia a la célebre escena de Crimen perfecto) y el poderoso ascendente que puede llegar a ejercer la figura materna sobre la conducta de un criminal. A fin de cuentas, y tal y como se repite en un par de ocasiones a lo largo de la película: "La mejor servidora del hombre es su madre...".



4 comentarios:

  1. Me parece muy interesante lo que cuentas del film y si, además, retrata la ciudad barcelonesa, más aún.

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    1. Muchas gracias. En su huida hacia Francia, los protagonistas también pasan por Girona. Pero sí: el cine de Santillán transcurre esencialmente en ambientes barceloneses.

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  2. Hola Juan!
    Gracias por el enlace, me la veré. Esto de ver aspectos de tu ciudad en una película se agradece.
    Que tengas un buen finde, saludos!

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    1. Se agradece, Fran, aunque también llega un punto en que estás más pendiente de reconocer tal o cual localización que no de la propia película, jeje...

      Venga, saludos.

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