viernes, 2 de abril de 2021

El río y la muerte (1954)




Director: Luis Buñuel
Méjico, 1954, 91 minutos

El río y la muerte (1954) de Luis Buñuel


Como se habla a menudo del machismo mexicano, quizá no sea inútil recordar que esta actitud "viril", y, por consecuencia, la situación de la mujer en México, tienen un origen español que de nada sirve disimular. El machismo procede de un sentimiento muy fuerte y muy vanidoso de su dignidad de hombre.

Luis Buñuel
Mi último suspiro
Traducción de Ana Mª de la Fuente

Conviene traer a colación las palabras del cineasta aragonés que encabezan esta entrada para contextualizar adecuadamente una película de título tan manriqueño como El río y la muerte (1954). Adaptación de la novela Muro blanco en roca negra (1952) de Miguel Álvarez Acosta, pudiera parecer que tanto su temática como los personajes que en ella se dan cita remiten exclusivamente a la realidad del Méjico profundo. Sin embargo, y teniendo en cuenta la condición de exiliado republicano de Buñuel, parece probable que éste se sintiera especialmente atraído por una historia que gira en torno a la eterna sed de venganza entre dos familias (los Anguiano y los Menchaca), vecinas de la pequeña localidad de Santa Bibiana.

Eco lejano, por tanto, de todas las guerras civiles en un filme cuyo protagonista, el joven doctor Gerardo Anguiano (Joaquín Cordero), aspira a zanjar definitiva y pacíficamente las diferencias que, durante generaciones, han enfrentado a los dos clanes. Aunque no lo va a tener nada fácil, ya que, tal y como su propia voz en off nos informa al comienzo, "la vida del pueblo está presidida por la muerte".

"¡Toma! ¡A ver si eres tan hombre para pegarme un tiro por la espalda!"


Por si no fuera poco, Gerardo se halla convaleciente de poliomielitis en el interior de una cámara hiperbárica, de modo que tendrá que recuperarse antes de poder regresar a la aldea en la que su madre lo espera con impaciencia para que él, el último Anguiano, se enfrente con Rómulo (Jaime Fernández), que es el último Menchaca. Están en juego el honor de la familia y el de sus muertos, y Gerardo, que no cree en ese tipo de cosas por haberse educado en un ambiente urbano y ajeno por completo a la barbarie, corre el riesgo de que lo tomen por cobarde al no querer entrar en esa absurda espiral de violencia.

Dice Buñuel en sus memorias que no comparte la tesis que parece desprenderse de la novela (algo así como "Instruyámonos, cultivémonos, hagámonos todos universitarios, y dejaremos de matarnos entre nosotros"). En todo caso, el problema de la violencia, tan habitual, todavía hoy, en buena parte de América Latina, aparece expuesto en la película en unos términos igualmente maniqueos, ya que todo se resume en un dramón de bigotudos obtusos que cruzan a nado el río cada vez que uno de ellos mata a su prójimo. Aun así, el desenlace por el que optaron Buñuel y su guionista Luis Alcoriza deja entrever la idea de reconciliación como única vía posible cuando se trata de apaciguar a dos partes en conflicto.



4 comentarios:

  1. Es cierto que quizá la condición de exiliado de Buñuel, sus recuerdos y vivencias de la reciente Guerra Civil española, influyeran en su decisión de abordar esta película.

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    1. Tratándose de una vivencia tan traumática es muy probable que así fuese.

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  2. Hola Juan!
    Pues otro titulo del gran Buñuel que no he visto, leo con mucha atención tu reseña y la incluyo en el menú de este largo puente, ya te contare que tal.
    Por cierto, como sabrás lo de la poliomielitis se erradico en España a finales de los 80, es que el otro día discutía con unos amigos por el tema vacunas. Últimamente el tema vacunas tiene mas peligro que una bomba de racimo, yo desde luego estoy deseando que me pongan la segunda dosis...
    Saludos!
    Saludos!

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    1. Daría mucho de sí el tema de las vacunas. Por de pronto, yo prefiero seguir contagiado y contagiando el virus de la cinefilia...

      Salu2!

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