domingo, 18 de abril de 2021

El crimen de la calle de Bordadores (1946)




Director: Edgar Neville
España, 1946, 88 minutos

El crimen de la calle de Bordadores (1946)


El inequívoco sabor castizo que, ya desde sus primeros compases, rezuma esta película nos retrotrae a una época de verbenas, tertulias y coplas de ciego en la que los vecinos de la villa seguían con vivo interés los pormenores de las crónicas de sucesos que inundaban las páginas de los periódicos. Uno de aquellos crímenes, verdadero fenómeno social que hizo correr ríos de tinta, fue el cometido a principios de julio de 1888 en el número 109 de la calle Fuencarral. La víctima, una viuda oriunda de Vigo, apareció acuchillada en el interior de su domicilio y con el cuerpo cubierto de paños empapados de petróleo con los que se pretendió calcinar el cadáver. En una habitación contigua, la criada yacía inconsciente bajo los efectos de algún narcótico...

Inspirándose en tales hechos, el cineasta Edgar Neville escribió y dirigió El crimen de la calle de Bordadores (1946), interesante mezcla de géneros en la que tienen cabida, además de la recreación histórica del Madrid finisecular, los intríngulis del proceso judicial, algún que otro número zarzuelero e incluso flamenco (con la presencia estelar de 'El niño de Almadén') y hasta ciertos toques humorísticos en determinados momentos de la trama.



Pese a que los nombres y algunos detalles varían respecto a lo acontecido cincuenta y ocho años atrás, lo cierto es que Neville reproduce con exactitud la enorme repercusión que tuvo el caso entre las clases populares, con partidarios y detractores de cada uno de los sospechosos, capaces de llegar a las manos en su afán por demostrar si el culpable había sido Miguel (Manuel Luna) o bien la infeliz Petra (Antonia Plana).

Sin embargo, el papel más atractivo del reparto es probablemente el de Lola la billetera (Mary Delgado), vendedora ambulante de lotería a la que Neville, aun respetando (en este caso sí) el nombre auténtico del personaje, convierte, mediante un giro folletinesco de guion, en la hija a la que Petra se vio forzada a abandonar durante su juventud, cuando era apenas una indefensa madre soltera. Curiosa y edulcorada forma de darle un remate feliz, con indulto de la reina en el último suspiro, a lo que en la vida real se saldó con una condena al garrote vil.



2 comentarios:

  1. Creo que el film tiene un aire costumbrista que, como bien señalas, nos traslada al Madrid de la época.

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    1. Efectivamente: así es. Ese costumbrismo un tanto caduco es una de las señas de identidad más reconocibles del cine de Neville.

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