sábado, 30 de junio de 2018

Pasión en el mar (1956)




Director: Arturo Ruiz Castillo
España/Francia, 1956, 83 minutos

Pasión en el mar (1956) de Ruiz Castillo


Hace cinco lustros llegaron hasta las playas de Huelva desertores de las minas de cobre con sus fuerzas quemadas al servicio del extranjero. Hombres a los que les llamaba el mar o huían del mar. Hombres que, en parajes perdidos del Atlántico, pretendían esconder una vida de aventura proscrita por la sociedad. Veinticinco años después todo aquello es recuerdo. Amargo recuerdo de unos hechos que sucedían así...

Como la Fedra de Manuel Mur Oti (estrenada en noviembre del 56), Pasión en el mar, que llegaría a la salas comerciales el 21 de enero del año siguiente, es una película de ambientación marítima que adolece de las mismas virtudes y defectos. En primer lugar, la cuidada fotografía en Agfacolor de Aguayo confiere al conjunto una apariencia de postal idílica en la que los intérpretes tienden a la pose con excesiva frecuencia. Lo cual debe de ser algo inevitable en producciones de este tipo, teniendo en cuenta que otras películas ya comentadas aquí (caso de Mar abierto de Ramón Torrado) presentan una factura visual semejante. Cuya dimensión épica se ve reforzada, en el caso que nos ocupa, mediante la banda sonora de ecos heroicos compuesta por Salvador Ruiz de Luna.

Rodada en localizaciones de la provincia de Huelva, la cinta de Arturo Ruiz Castillo no destaca precisamente por la profundidad de su trama (una maniquea historia de rencillas entre hermanos) ni tampoco por la trascendencia de otros temas abordados, como un impreciso contrabando de relojes de gama alta en la ciudad portuaria de Tánger o las "reivindicaciones" laborales de quienes se ven forzados a practicar la pesca de arrastre en las abruptas playas onubenses.



En ese contexto, Vicente (Fernando Sancho) es el capataz despiadado que explota a los pescadores en connivencia con el pérfido Jorge (Jean Danet), mientras que la díscola Alicia (Pascale Roberts) aspira a mejorar su posición a cualquier precio, aunque sea traicionando al bonachón Carmelo (Conrado San Martín). Y entre la nómina de secundarios destaca el siempre creíble Xan das Bolas en un papel de sabio marinero gallego hecho a su medida.

Desde el punto de vista narrativo, la historia relatada en Pasión en el mar no deja de ser un larguísimo flashback cuyo trágico e incendiario desenlace no debe hacernos olvidar que la acción había comenzado con Carmelo y la casta Gloria (María Rivas) disfrutando de los alegres bailes de la romería de la Virgen de la Cinta, en las inmediaciones de la Ermita del mismo nombre, por lo que el final no es tan funesto como las llamas que devoran las endebles chozas harían pensar, sino un mero acto de justicia poética del que Alicia y Jorge salen indemnes por el poder redentor de la pasión que se profesan y cuya única víctima propiciatoria es el taimado Vicente, un ser absolutamente incapaz de amar y por ello digno de morir como el diablo que fue en vida.


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