jueves, 21 de junio de 2018

Prisión (1949)




Título original: Fängelse
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1949, 79 minutos

Prisión (1949) de Ingmar Bergman


Un hombre camina por un sendero... A través de un descampado solitario, avanza hasta alcanzar su destino: unos estudios cinematográficos donde se está rodando una película. El individuo en cuestión es un viejo profesor de matemáticas recién salido de un manicomio; el director, su antiguo alumno. Y el proyecto que le va a proponer resulta tan tentador como extraño: el diablo confiesa la existencia del infierno, que sería nuestro propio mundo...

Afrontar cualquier filme de Bergman suele ser una experiencia entre críptica y desasosegante. Prisión no fue el primero de su larga filmografía (ya había rodado cinco largometrajes previamente), pero sí que inaugura las hondas preocupaciones metafísicas del director sueco, cuyo centenario, por cierto, se cumplirá el próximo 14 de julio, una fecha tan revolucionaria como su propio cine.



Son, tal vez, las escenas oníricas, con ese aire de pesadilla que anuncia lo que va a ser una constante estilística en buena parte de su carrera, las más interesantes de Fängelse, aunque los títulos de crédito, leídos en voz alta por Hasse Ekman mientras la cámara avanza a través de una calle de Estocolmo, resultan también de una modernidad apabullante.

Cine dentro del cine, las secuencias que presenciamos no sólo podrían corresponder a la película proyectada por el profesor, sino que, en el cuarto que comparten en la pensión, Thomas (Birger Malmsten) proyecta para Birgitta Carolina (Doris Svedlund) un cortometraje mudo de resonancias chaplinescas que remite directamente a los orígenes teatrales del cineasta.


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