viernes, 23 de diciembre de 2016

¡A mí la Legión! (1942)











Director: Juan de Orduña
España, 1942, 78 minutos



El cine de cruzada que se gestó durante la inmediata posguerra suele presentar una serie de elementos comunes, siendo los más habituales la exaltación patriótica en clave fascista, la apología del militarismo o la defensa a ultranza de los valores tradicionales. De todos ellos se da cumplida cuenta en ¡A mí la Legión!, producción Cifesa protagonizada (como fue habitual en la mayoría de películas de propaganda franquista) por Alfredo Mayo, quien interpreta a un aguerrido legionario de la 4ª Bandera que se hace llamar El Grajo.

El guion, obra del futuro director Luis Lucia sobre un argumento de Jaime García Herranz y el actor Raúl Cancio (que aquí no actúa), presenta el curioso caso de un tal Mauro (Luis Peña), joven apuesto del que poco o nada se sabe y que se alista directamente en la Legión tras su llegada al norte de África. Enseguida hará buenas migas con El Grajo y con Curro (Miguel Pozanco), un andaluz con funciones de donaire que siempre tiene en la boca expresiones del tipo: "¡Viva el Tercio y que se mueran los feos!"

Los tres, en compañía de la atractiva cantinera Leda (Pilar Soler), saldrán una noche de juerga. Pero con tan mala fortuna que Mauro es acusado de haber matado a un hombre de un navajazo. A partir de ese momento, sus amigos se esforzarán en demostrar la inocencia del muchacho, lo cual no será nada difícil teniendo en cuenta que el verdadero culpable era un judío "traicionero" que por allí pasaba: como se ve, lo del contubernio judeo-masónico valía para todo, hasta para salvar al héroe de una película.

Isaac Leví, el judío traicionero

Pero no acaban ahí las sorpresas, no: en el tramo final se sabrá que Mauro era en realidad el heredero del trono de Eslonia, un imaginario reino centroeuropeo, y que su verdadero nombre es Osvaldo. Si huyó de sus obligaciones principescas fue a causa de un amor imposible por una mujer que no pertenecía a la nobleza. Diez años después de haberse conocido en Marruecos, El Grajo llegará a Eslonia en julio del 36 como agente en una misión secreta, sin saber que el monarca y objetivo del atentado que se está preparando es su antiguo camarada...

La visión que se da de la aristocracia en ¡A mí la Legión! persigue claramente la finalidad de ridiculizar a la corona, lo cual debe entenderse en función de la realidad sociopolítica que se vivía en España tras finalizar la guerra civil: presentando la vida en palacio como un irrisorio cúmulo de solemnidades protocolarias de las que hasta el propio Osvaldo reniega para volver a ser Mauro y enrolarse de nuevo en la Legión se estaba justificando, indirectamente, el Alzamiento nacional.


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