lunes, 21 de septiembre de 2015

La guerra de Dios (1953)




Director: Rafael Gil
España, 1953, 96 minutos

La guerra de Dios (1953) de Rafael Gil



Andrés Mendoza es un joven sacerdote cuyas excelentes habilidades como predicador hacen presagiar una prometedora carrera eclesiástica. Así al menos lo cree su madre, quien ya lo imagina siendo obispo. Sus superiores, sin embargo, albergan otros planes para él y lo destinan a la parroquia de la aldea imaginaria de Aldemoz, donde deberá calmar los ánimos de los mineros, muy alterados por sus duras condiciones de trabajo y por sus tensas relaciones con don César, el cacique propietario de la mina de carbón en la que trabajan.

No era esta la primera vez que Rafael Gil dedicaba el protagonismo de un film suyo a un sacerdote, puesto que en 1947 ya había dirigido La fe, adaptación de la novela homónima de Armando Palacio Valdés que hace algunas semanas comentábamos en este blog. Sin embargo, La guerra de Dios sería doblemente premiada en la primera edición del Festival de cine de San Sebastián, obteniendo el galardón a la mejor película y al mejor director, y León de bronce en Venecia.

El guion de Vicente Escrivá incorporaba elementos en apariencia de temática social, pero desde una óptica fascistoide que presenta a los obreros, encabezados por Martín (Francisco Rabal), como seres zafios y violentos y al sacerdote (el actor francés Claude Laydu) como verdadero garante de la paz social. Y, si no, véase la siguiente perla extraída de una conversación mantenida entre el cacique y el sacerdote en el transcurso de una cena en casa del primero:

Don César: Yo pienso, padre, que [los mineros] nacen ya odiando a quien les paga.
Andrés: La habilidad está en hacerles creer que se les quiere...

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