Título original: What a Way to Go!
Director: J. Lee Thompson
EE.UU., 1964, 111 minutos
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Ella y sus maridos (1964) de J. Lee Thompson |
A medio camino entre la comedia negra y (literalmente) la comedia rosa, What a Way to Go! (1964) tenía que haber sido en un principio protagonizada por Marilyn Monroe, luego, tras la muerte repentina de ésta, por Elizabeth Taylor, hasta que el papel fue a parar, por último, a Shirley McLaine. Y otro tanto ocurrió con los actores que debían interpretar a los infortunados maridos de esta versión moderna de viuda alegre, que estaba previsto que fuesen, sucesivamente, Frank Sinatra, Burt Lancaster, Kirk Douglas y Tony Curtis, en lugar de, como así fue finalmente, Dick Van Dyke, Paul Newman, Robert Mitchum y Gene Kelly. Evidentemente, aquélla habría sido una película muy distinta, si bien no deja de ser curioso que quedasen varias referencias a Cleopatra en los diálogos, seguramente como guiño a la Taylor (actriz que, como ya queda dicho, encabezaba inicialmente el reparto).
Asimismo, la estructura episódica del filme da pie a que cada parte adopte un formato visual diferente con el objetivo de parodiar otros tantos géneros cinematográficos. Así pues, la idílica cabaña donde Louisa (MacLaine) y Edgar Hopper (Van Dyke) deciden instalarse, siguiendo las teorías de Thoreau, recuerda enormemente a la de Chaplin y Paulette Godard en Tiempos modernos (1936), mientras que el segmento de París contiene una secuencia rodada como si fuese un filme de la Nouvelle vague. En cambio, la lujosa mansión de Rod Anderson (Mitchung) parece el escenario de cualquier superproducción romántica, mientras que en los números de Pinky Benson (Kelly) se percibe la impronta de los grandes títulos que, como por ejemplo Cantando bajo la lluvia (1952), marcaron la época dorada de los musicales.
Al mismo tiempo, y por muy frívola que parezca la trama, lo cierto es que comporta toda una reflexión de fondo a propósito de la obsesión por el dinero y de cómo el estrés por lograr más y más beneficios conduce a los sucesivos maridos de la protagonista a una muerte prematura. Lo "gracioso" del asunto es que siempre sea la propia Louisa la que propicia o parece condenada a repetir ese mismo patrón. De ahí que se sienta desquiciada y busque la ayuda de un terapeuta (Robert Cummings), lo cual, en términos narrativos, favorece que la mujer, recostada en el diván, pueda rememorar toda su trayectoria en forma de flashbacks.
Por último, además de su eclecticismo y de un elenco estelar, merece la pena llamar la atención sobre el extravagante sentido del humor de una cinta cuya protagonista pretende donar más de 211 millones de dólares a la Seguridad Social sólo porque se siente víctima de algún tipo de maldición. Curioso planteamiento que generará no pocas situaciones de lo más hilarante. Y todo ello enmarcado en un cuidadísimo diseño de producción y vestuario, a cargo de la mítica Edith Head (1897-1981), merecedores, en ambos casos, de sendas nominaciones al Óscar.
Uno queda con la sensación de que podría haber sido un film más brillante.
ResponderEliminarCierto. Aunque ello no le resta interés a como finalmente quedó.
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