sábado, 28 de diciembre de 2024

Nosferatu (2024)




Director: Robert Eggers
EE.UU./Reino Unido/Hungría, 2024, 132 minutos

Nosferatu (2024) de Robert Eggers


Los seres llamados vampiros existen; algunos de nosotros tenemos pruebas irrefutables. Pero aun cuando no contásemos con una dolorosa experiencia, las enseñanzas y testimonios escritos del pasado aportan pruebas suficientes para toda persona sensata. […] El nosferatu no muere como la abeja, cuando pica. Al contrario, se vuelve más fuerte; y al ser más fuerte, tiene más poder para hacer el mal. El vampiro que hay entre nosotros tiene la fuerza de veinte hombres y es más astuto que cualquier mortal, pues su sagacidad ha ido aumentando con los siglos. […] Así que, ¿cómo entablaremos la lucha para destruirle? ¿Cómo descubriremos dónde está, y una vez descubierto, cómo le destruiremos?

Bram Stoker
Drácula (1897)
Traducción de Francisco Torres Oliver

Viviendo como vivimos en la sociedad del empacho, cabía esperar que el remake de Nosferatu (2024) pecase de excesivo. Independientemente de que su teórico modelo, una de las joyas del expresionismo alemán, fuese más bien un ejemplo de austeridad en lo que a efectismo se refiere. Pero hace cien años el cine estaba como quien dice en pañales, mientras que a los espectadores de hoy en día, hijos del mundo desmesurado al que pertenecen, o se les da un poco de carnaza o difícilmente reaccionarán ante la avalancha de estrenos y demás productos audiovisuales que tienen a su disposición.

Dicho lo cual, y a pesar de esas mismas reservas, hay que señalar que Robert Eggers salva con nota el reto de actualizar el clásico de Murnau. Por lo menos en cuanto a fotografía y ambientación se refiere. A este respecto, se percibe enseguida en el trabajo de Jarin Blaschke el influjo de pintores románticos como Caspar David Friedrich en esas atmósferas nebulosas, incluso gélidas, en las que el conde Orlok (que no Drácula) siembra su maligno rastro de podredumbre. En ese sentido, el sueco Bill Skarsgård compone un vampiro fuera de lo común cuyo rostro permanece en el anonimato hasta bien avanzado el metraje. Es de hecho su voz, gutural y profunda, lo que impone verdadero terror. Willem Dafoe, en cambio, es un profesor Albin Eberhart von Franz con cierto toque cómico, mientras que Lily-Rose Depp y Nicholas Hoult, como matrimonio Hutter, y Aaron Taylor-Johnson y Emma Corrin, en el papel de los Harding, están más que correctos.



Por otra parte, el joven cineasta norteamericano, del cuál ya comentamos La bruja (2015) y El faro (2019), no tiene bastante con adaptar el clásico de hace un siglo, sino que también se perciben en este su último largometraje ecos de la versión muda que el propio Murnau hiciera de Fausto (1926), por ejemplo cuando la sombra del maligno sobrevuela la ciudad. Homenaje que pudiera hacerse extensible, asimismo, a su predecesor Werner Herzog, razón por la que sitúa los exteriores en las mismas localizaciones de la República Checa en las que se filmó Nosferatu, vampiro de la noche (1979). Y ya puestos a decir, hasta el mostacho que luce la fiera, y que nunca llevaron ni Max Schreck ni Klaus Kinski, remitiría más bien a la novela de Bram Stoker, donde sí se especifica que el protagonista es un anciano de prominente bigote blanco. 

En resumen, con su monumental aportación (siempre más espectacular, si cabe, si se tiene ocasión de disfrutarla, como ha sido nuestro caso, en la magnífica pantalla del Phenomena), Eggers demuestra una vez más que está llamado a ser uno de los grandes directores del cine de terror, si bien lo hasta ahora expuesto a propósito de Nosferatu da fe de la compleja red de fuentes de la que bebe un mito atemporal del que nunca se llega a escribir la última página.



4 comentarios:

  1. Es una versión respetuosa y elaborada visualmente. Sin embargo, eché en falta alguna novedad relevante en relación a las anteriores versiones.

    Un abrazo.

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    1. ¿Te parece poco un Drácula con bigote? Jeje. ¡Desde Jesús Franco que no se veía una cosa así! Debo confesar que, por un momento, la apariencia del vampiro me recordó un poco a Miguel Bosé...

      Un abrazo.

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  2. Pues no es nada sencillo no caer en excesos llevando a la pantalla este clásico en estos tiempos.

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    1. Aun así, el balance general es positivo: merece la pena verla en pantalla grande.

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