Título original: Bellissima
Director: Luchino Visconti
Italia, 1951, 114 minutos
Bellísima (1951) de Luchino Visconti |
El argumento aparentemente cómico de Bellissima (1951) deja traslucir, sin embargo, una profunda amargura cuyo origen no es otro sino la misma miseria sobre la que se sustenta el propio concepto de neorrealismo. Así pues, a la hilaridad inicial de los diálogos a grito pelado en los que la Magnani era una consumada experta, con su niña de la mano, a todas horas arriba y abajo en busca de una oportunidad que la catapulte al estrellato, irá gradualmente sucediéndole el desconsuelo de quien constata que, más que una fábrica de sueños, lo que se esconde tras las paredes de Cinecittà es simple y llanamente una farsa.
A decir verdad, Bellissima podría perfectamente subtitularse "Madre coraje", habida cuenta de hasta qué punto saca pecho el personaje de Anna Magnani con tal de defender a su hija, apenas una criatura inocente en un mar de tiburones, durante el duro proceso de selección para participar en la película de Blasetti Oggi, domani, mai. Incluso se "deja" embaucar por el charlatán de turno (Walter Chiari), un guaperas de tres al cuarto que promete recomendar a la cría a cambio de dinero. Naturalmente, el muy jeta destinará lo recaudado a comprarse una Lambretta…
Pero es en los pequeños detalles en los que conviene fijarse con tal de captar la verdadera esencia de un filme repleto de matices genuinamente autóctonos, definitorios de una época marcada por las severas condiciones económicas de la posguerra. La señora que hace ganchillo, sentada en un rincón, mientras las aspirantes al papel ensayan pasos de ballet; la camiseta imperio del sudoroso marido; la cochambre de los patios de vecinos; el vocerío de las porteras lenguaraces... son sólo algunos ejemplos de una lista interminable.
Curiosamente, en ese universo cotidiano de ilusiones desmedidas y estrecheces diarias el protagonismo recae íntegramente sobre la mujer, ya se trate de la madre abnegada, la chiquilla candorosa o la actriz otoñal (Tecla Scarano) que malvive dando lecciones. A fin de cuentas, la fascinación por el cine americano que manifiesta reiteradamente Maddalena Cecconi (mirando una escena de Río Rojo o al escuchar la voz de Burt Lancaster) encierra también una evidente crítica social respecto a las difíciles condiciones de vida de la clase obrera, ansiosa de evasión, pero también de ofrecer a sus hijos un futuro mejor por la vía fácil del glamur que se intuye al otro lado de la pantalla.
El primer éxito popular de Visconti, en el cual retrata, precisamente, esa Italia popular y ansiosa de escapar de la miseria. Con una Anna Magnani bordando un personaje a su medida, es una brillante tragicomedia que anuncia la característica comedia italiana heredera del neorrealismo. Curiosamente, serían otros realizadores quienes apuntalarían esa tendencia con títulos magníficos, mientras Visconti viraba hacia el melodrama puro.
ResponderEliminarUn abrazo.
En efecto, el hecho de que abriera esa vía en el cine italiano, aunque él después no la siguiera, demuestra su maestría.
EliminarUn abrazo.