Título original: Fat City
Director: John Huston
EE.UU., 1972, 96 minutos
Fat City, ciudad dorada (1972) de John Huston |
Al margen de que la filmografía de John Huston, repleta de altibajos, se dilatase a lo largo de varios decenios, lo cierto es que resulta relativamente fácil hallar en ella una serie de constantes que vendrían a corroborar su condición de autor. Por ejemplo en lo que se refiere a la abundancia de aventureros y perdedores (a menudo ambas cosas a la vez) en buena parte de sus películas, sobre todo cuando se trata de proyectos más personales. Así pues, desde El tesoro de Sierra Madre (1948) hasta El hombre que pudo reinar (1975), pasando por La jungla de asfalto (1950), La reina de África (1951) o Vidas rebeldes (1961), por citar sólo algunos títulos, la galería de ilusos y vencidos constituye una de las más nutridas que jamás se hayan filmado.
Coordenadas en las que se inscribe también Fat City (1972), drama pugilístico que en un principio tenía que haber protagonizado Marlon Brando y cuyo reparto encabezó finalmente Stacy Keach junto a un jovencísimo Jeff Bridges. Retrato de la América real y profunda, venida a menos, la misma que algunos años antes aparecía en The last picture show (1971) o la más cosmopolita, pero no menos cruel, Cowboy de medianoche (1969).
Son esos ambientes sórdidos repletos de supervivientes que, como Tully (Keach), se engañan a sí mismos negando su propio fracaso. A este respecto, resultan especialmente reveladores dos momentos de la película. Uno sería la secuencia en la que el boxeador en horas bajas, empleado como jornalero recogiendo castañas, afirma que tan humilde ocupación le sirve en realidad como entrenamiento y que, además, le pagan por ello. El otro, más patético aún si cabe por lo que tiene de anticlímax, se produce cuando el protagonista ni siquiera se da cuenta de que ha ganado el combate y tienen que decirle que ha noqueado a su contrincante.
Queda claro, por lo tanto, que la puesta en escena de Huston se encuentra en las antípodas de la épica de la posterior saga Rocky, ya que aquí lo que prima es el contraste entre la mediocridad del protagonista y los sueños a los que aspira. Como también desentona su decrepitud con el brío de Ernie (Bridges), antítesis igualmente reconocible en sus respectivas parejas, la alcohólica Oma (Susan Tyrrell, candidata al Óscar a mejor secundaria aquel año) y la más inexperta Faye (Candy Clark). Realidades que, en definitiva, llevan implícita una fuerte carga crítica contra un sistema implacable con los más débiles: decididamente, un veterano del Hollywood clásico como Huston hacía suyos los postulados del nuevo cine americano.
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