Título original: アキラ
Director: Katsuhiro Ôtomo
Japón, 1988, 125 minutos
Akira (1988) de Katsuhiro Ôtomo |
Manga, anime, ciberpunk, distopía futurista... Términos, todos ellos, que se ajustan a la perfección para definir el fenómeno Akira (1988), una de las primeras cintas que abrieron al resto del mundo el cine de animación japonés. Basada en el cómic homónimo de Katsuhiro Ôtomo, director también de la versión cinematográfica, lo cierto es que los referentes de los que bebe este clásico del género resultan fácilmente reconocibles. Así pues, el Neo-Tokio postapocalíptico en el que se sitúa la acción, surgido de las cenizas de la Tercera Guerra Mundial, recuerda, y mucho, al Los Ángeles de Blade Runner (1982). No en vano, ambas historias transcurren en el año 2019, cuando esa fecha, hoy ya para nosotros parte del pasado, simbolizaba entonces un futuro lejano e incierto.
Las trepidantes carreras de motocicletas por las calles de una megalópolis sin ley, los poderes psíquicos del protagonista, el caos y la violencia arrasándolo todo por doquier configuran un escenario dantesco cuyas claves remiten a la posibilidad de un desastre nuclear de grandes proporciones que acabe con cualquier forma de vida sobre la faz de la tierra. Lectura trascendente y profunda, por lo tanto, de lo que a priori pudiera parecer un simple producto de acción concebido para entretenimiento del mismo tipo de público que consume videojuegos.
Sin embargo, no cabe duda de que el éxito cosechado por Akira contribuyó decisivamente al establecimiento de nuevos estándares en lo tocante a técnicas innovadoras y diseño visual, factores que se traducen en continuas e imaginativas metamorfosis de los personajes. Así pues, la odisea de Kaneda y Tetsuo motiva que las fuerzas de seguridad comandadas por el coronel Shikishima tomen cartas en el asunto con la intención de poner orden en la vorágine en la que se ha convertido la capital nipona.
¿Qué se esconde detrás de una película tan sumamente oscura? Aparte de una cierta nostalgia del antiguo imperialismo japonés, el universo surgido de la fantasía de Ôtomo deja traslucir su constante obsesión por el caos y la decadencia de una sociedad moderna obsesionada con el progreso tecnológico. Asimismo, cuestiona la naturaleza de la realidad mucho antes de que lo hicieran las hermanas Wachowski en Matrix (1999), así como la posibilidad de alterar la realidad misma a través del poder mental. Ahí es nada...
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