Directores: Aitor Arregi y Jon Garaño
España, 2024, 108 minutos
Marco (2024) Aitor Arregi y Jon Garaño |
Aun a sabiendas de cuál fue el desenlace de la historia (basta con tirar de hemeroteca), Marco (2024) recrea la trayectoria de su protagonista haciendo especial hincapié en la psicología de un impostor que se creía sus propias mentiras. O al menos eso es lo que se desprende de la sublime interpretación de Eduard Fernández, otra más que añadir a su ya larga lista de trabajos memorables.
A este respecto, el retrato que aquí se lleva a cabo de quien se hiciera pasar por antiguo deportado y víctima de los campos de exterminio nazi arroja la impronta de un individuo narcisista cuya máxima prioridad en la vida no fue otra sino reinventarse, siempre con el objetivo de aparecer ante el mundo como el héroe que nunca fue. Y a fe que lo consiguió, engañando a propios y extraños (incluida su familia), hasta que un historiador, Benito Bermejo (Chani Martín), lo desenmascaró para sorpresa de la atónita opinión pública.
Pero antes de que los vascos Arregi y Garaño decidieran llevar a la pantalla tales hechos, lo cierto es que los mismos ya habían suscitado el interés del novelista, y flamante académico de la lengua, Javier Cercas, quien inmortalizó al susodicho Marco en una excelente docuficción titulada simple y llanamente El impostor (Random House, 2014). Como también lo hicieron Santiago Fillol y Lucas Vermal en el interesante documental Ich bin Enric Marco (2009). Elementos que, junto con otras imágenes de archivo, aprovecha ahora esta película para recrear la repercusión mediática que en su momento mereció el caso.
Aunque, realmente, si por algo resulta atractiva la verdad incómoda que aquí se pone sobre la mesa es más bien porque saca a relucir la falta de escrúpulos de quien en su día iba por los colegios dando charlas educativas o incluso hizo llorar a algún que otro diputado con motivo de las conmovedoras palabras que pronunció en el Congreso. Hoy sabemos que todo aquello era falso y que Marco, en realidad un farsante de tres al cuarto, jamás estuvo en Flössenburg. Circunstancia con la que, por cierto, ironiza constantemente el guion de una cinta en la que los personajes apelan a menudo a la falsedad que suscitan determinadas situaciones.
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