miércoles, 7 de abril de 2021

La edad de oro (1930)




Título original: L'âge d'or
Director: Luis Buñuel
Francia, 1930, 63 minutos

La edad de oro (1930) de Luis Buñuel


No volví a ver la película. Hoy me es imposible decir lo que pienso de ella. Después de compararla a una película americana (por la técnica, sin duda), Dalí, cuyo nombre mantuve en la ficha técnica, escribió después que sus intenciones al hacer el guion eran: mostrar al desnudo los innobles mecanismos de la sociedad actual. Para mí, se trataba también y sobre todo de una película de amor loco, de un impulso irresistible que, en cualesquiera circunstancias, empuja el uno hacia el otro a un hombre y una mujer que nunca pueden unirse.

Luis Buñuel
Mi último suspiro
Traducción de Ana Mª de la Fuente

Dos son las obsesiones buñuelianas que planean de principio a fin en L'âge d'or (1930): la religión católica y la alta burguesía. Seguidas, muy de cerca, por el sexo y la violencia, típicas pulsiones tan del gusto del surrealismo. Como ese toque naturalista, a base de imágenes documentales de escorpiones y escarabajos, con el que se abre la cinta y que pone de manifiesto la vocación de biólogo que don Luis había tenido durante su juventud.

A diferencia de Un chien andalou (1929), filme que había supuesto la plenitud de la colaboración entre Dalí y Buñuel, L'âge d'or marcaría, en cambio, el declive y posterior ruptura de su amistad, por lo que las aportaciones del pintor se redujeron sensiblemente en esta segunda película, igual de críptica (eso sí) que su antecesora.



Además de los tambores de Calanda, quien esté familiarizado con la obra del cineasta aragonés reconocerá en L'âge d'or elementos que posteriormente van a ir reapareciendo a lo largo de su filmografía. Así pues, la patada que Gaston Modot propina a un perro, cuando lo detienen en la costa, preludia el puntapié asestado por Silvia Pinal a un pobre cordero en Simón del desierto (1965). O la escena en la que un padre acaba con la vida de su propio hijo a punta de fusil, cuya crudeza se anticipa en muchos años a la del obispo disparando sobre un moribundo en Le charme discret de la bourgeoisie (1972).

Por lo demás, el escándalo acompañó de nuevo a una producción tan revolucionaria como paradójica en su misma esencia, puesto que la financiación de este canto a la subversión, abucheado desde sectores tradicionalistas y finalmente prohibido por orden gubernativa, había corrido a cargo del vizconde de Noailles, refinado aristócrata que, según relata Buñuel en sus memorias, encontraba "exquisito" y "delicioso" todo aquello que le proponía el cineasta.



2 comentarios:

  1. Menos famosa que "Un perro andaluz", pero en la misma línea, salvando las diferencias lógicas.

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    1. Yo no creo que sea menos "célebre". En todo caso, ambas forman un tándem: una especie de programa doble a propósito de lo que supusieron las vanguardias en el terreno cinematográfico.

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