domingo, 13 de octubre de 2019

Daïnah la mestiza (1932)




















Título original: Daïnah la métisse
Director: Jean Grémillon
Francia, 1932, 51 minutos

Daïnah la mestiza (1932) de Jean Grémillon

Lo exótico de su planteamiento (un transatlántico a su paso por el Ecuador, personajes mulatos, números de ilusionismo, bailes de máscaras, pasiones desenfrenadas, misteriosas desapariciones...), unido a una inquietante atmósfera de silencios nocturnos, hace de Daïnah la métisse un filme en la onda del mejor Jacques Tourneur o del más sofisticado Ophüls. Su realizador, sin embargo, fue Jean Grémillon (1901–1959), músico formado en la Schola Cantorum de París que, tras ejercer como pianista en diversas salas cinematográficas, acabaría pasándose a la dirección de documentales.

Sus desavenencias con la Gaumont en lo concerniente al resultado final de Daïnah... provocaron que Grémillon no firmara la película, dando lugar a lo que el crítico Philippe Roger denomina "filme de autor huérfano". De ahí también el escaso metraje de una cinta que, en un principio, debía durar noventa minutos y que, finalmente, quedaría reducida a apenas cincuenta: gajes de un oficio a menudo sometido a los caprichos del productor de turno y pérdida irreparable para la posterior recepción de lo que se intuye había de ser una obra maestra.



Con todo, lo que ha quedado permite establecer conexiones entre Daïnah... y el resto de la filmografía de su autor, como, por ejemplo, el gusto por una arquitectura de líneas rectas o el interés por un cierto esoterismo que impregna buena parte de su producción (aquí en la vertiente ilusionista del marido de la mestiza). Similitudes que se concretan en detalles como el mordisco que la protagonista (Laurence Clavius) propina, en defensa propia, a Michaux (Charles Vanel) y que tiene su precedente más inmediato en una escena de Gardiens de phare (1929) en la que un perro ataca a una pareja de enamorados.

Buscado o fortuito (eso nunca lo sabremos), el recurso del fular que se precipita por la borda del barco y que reemplaza la presunta caída al mar de la mestiza, que se intuye sin ser vista, demuestra la maestría de un cineasta que sabía lo que se traía entre manos, de la misma manera que, en claro contraste, el posterior forcejeo entre el marido y el mecánico se resolverá abruptamente con el violento batacazo del segundo desde lo alto de unas escaleras en el interior de la sala de máquinas.


4 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Con los barcos me pasa lo mismo que con los trenes, cualquier pelicula que se desarrolle en ellos me acaba gustando. Incluso ladrillos como aquella de Steven Seagal desactivando bombas y repartiendo galletas...jeje
    Saludos!

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    1. Entonces, por esa regla de tres, tú debes de ser súper fan de "Vacaciones en el mar", ¿no?

      Venga, Fran: ¡saludos!

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  2. Hoal Juan, ese afiche tiene todo el estilo de Cassandre. ¿tenés idea si es de él?

    Te mencioné en la cita al pie de página en mi última entrada
    Muchas gracias!
    Abrazo

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    1. No, negativo: pese a lo similar de sus estilos, el autor de este cartel no fue Jean-Marie Mouron, más conocido como Cassandre, sino el dibujante Ram Richman.

      Acabo de visitar tu excelente miscelánea jupiterina: ¡gracias!

      Un abrazo y hasta pronto.

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