sábado, 22 de marzo de 2025

Brubaker (1980)




Director: Stuart Rosenberg
EE.UU., 1980, 131 minutos

Brubaker (1980) de Stuart Rosenberg


Pese a lo temerario de la empresa, confundirse con el resto de reclusos es el método elegido por el protagonista de Brubaker (1980) para conocer a fondo la penitenciaría estatal de la que acaba de ser elegido alcaide. Todo un desafío tratándose de Wakefield, prisión de alto riesgo en cuyo interior se cometen verdaderas atrocidades debido al ambiente allí imperante de brutalidad, corrupción y abusos.

Buen ejemplo de lo anterior sería el simbolismo de la excavación de las tumbas clandestinas, imagen particularmente poderosa que representa la necesidad de exhumar los secretos y la injusticia del pasado para poder construir un futuro más justo. De igual modo, la arquitectura de la prisión se convierte en un personaje en sí misma, con sus pasillos oscuros y celdas hacinadas que representan el aislamiento y la deshumanización.

Morgan Freeman, en un breve papel de recluso loco


Por su parte, Robert Redford interpreta al alcaide Henry Brubaker con una mezcla de determinación y vulnerabilidad que transmite la lucha interna de un hombre enfrentado a un sistema construido sobre la base de una desigualdad endémica. Así pues, Brubaker no resulta tanto un héroe unidimensional, sino un individuo complejo que se ve obligado a tomar decisiones difíciles y a lidiar con las consecuencias de sus acciones.

A grandes rasgos, pudiera decirse que la puesta en escena de Stuart Rosenberg trasciende el género del drama carcelario para adentrarse en una reflexión sobre el poder de la resistencia individual frente a la opresión de las instituciones. En ese sentido, la película nos invita a cuestionar nuestras propias convicciones en materia de justicia y a considerar el precio de dicha integridad en un mundo esencialmente corrupto.



4 comentarios:

  1. Un pequeño clásico de los ochenta, muy en la línea progresista frecuentada por su intérprete protagonista.

    Un abrazo.

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    1. Sí, es cierto. Y por ello muy influyente: no hay más que ver el final de una película en teoría bastante distinta, como "El club de los poetas muertos", para darse cuenta de ello.

      Un abrazo.

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  2. Magnífica película que, como señalas, va más allá del drama carcelario.

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    1. Y con una excepcional banda sonora del argentino Lalo Schifrin, dicho sea de paso.

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