domingo, 23 de marzo de 2025

El hombre de Alcatraz (1962)




Título original: Birdman of Alcatraz
Director: John Frankenheimer
EE.UU., 1962, 149 minutos

El hombre de Alcatraz (1962) de J. Frankenheimer


Si no fuese porque el personaje central de Birdman of Alcatraz (1962) existió realmente, pudiera pensarse que la idea de un recluso aficionado a la ornitología nació de la imaginación sutil de algún guionista de Hollywood. Porque qué mejor metáfora de lo que supone el cautiverio que la de un hombre condenado a cadena perpetua por doble asesinato que, sin embargo, logra encontrarle un sentido a su vida a través de las aves, símbolo de la libertad.

A este respecto, la dirección de John Frankenheimer subraya el carácter claustrofóbico de la historia mediante una puesta en escena eminentemente teatral en la que el protagonista se encuentra tan enjaulado como los gorriones y demás pájaros que cría en su celda. Una historia verídica, basada en la biografía de Robert Franklin Stroud (1890-1963), quien falleció un año después del estreno de la película sin que las autoridades federales le hubiesen permitido verla.



De todos modos, parece ser que el verdadero señor Stroud no resultaba tan afable en la vida real como el adusto preso al que interpreta magistralmente Burt Lancaster, merecedor por su papel, auténtico recital de contención dramática, de una candidatura al Óscar, así como del BAFTA y de la Copa Volpi en Venecia. Sea como fuere, lo cierto es que asistir a la evolución del convicto, viéndolo trabajar en la soledad de su celda, produce un insólito placer en el espectador, que se siente partícipe de sus progresos.

Muchos son, en definitiva, los momentos que vale la pena destacar de una cinta tan sumamente memorable como la que nos ocupa, ya sea la relación de Stroud con sus carceleros (en especial aquél que le recuerda que él también es una persona, digna, por tanto, de que le den las gracias cuando es preciso), las continuas tensiones con el alcaide (Karl Malden), el ascendiente enfermizo de una madre sobreprotectora (Thelma Ritter) o el curioso idilio que mantiene con Stella Johnson (Betty Field), fruto de una intensa labor académica que termina por llamar la atención de la comunidad científica más allá de los estrechos límites de un centro penitenciario de alta seguridad.



sábado, 22 de marzo de 2025

Brubaker (1980)




Director: Stuart Rosenberg
EE.UU., 1980, 131 minutos

Brubaker (1980) de Stuart Rosenberg


Pese a lo temerario de la empresa, confundirse con el resto de reclusos es el método elegido por el protagonista de Brubaker (1980) para conocer a fondo la penitenciaría estatal de la que acaba de ser elegido alcaide. Todo un desafío tratándose de Wakefield, prisión de alto riesgo en cuyo interior se cometen verdaderas atrocidades debido al ambiente allí imperante de brutalidad, corrupción y abusos.

Buen ejemplo de lo anterior sería el simbolismo de la excavación de las tumbas clandestinas, imagen particularmente poderosa que representa la necesidad de exhumar los secretos y la injusticia del pasado para poder construir un futuro más justo. De igual modo, la arquitectura de la prisión se convierte en un personaje en sí misma, con sus pasillos oscuros y celdas hacinadas que representan el aislamiento y la deshumanización.

Morgan Freeman, en un breve papel de recluso loco


Por su parte, Robert Redford interpreta al alcaide Henry Brubaker con una mezcla de determinación y vulnerabilidad que transmite la lucha interna de un hombre enfrentado a un sistema construido sobre la base de una desigualdad endémica. Así pues, Brubaker no resulta tanto un héroe unidimensional, sino un individuo complejo que se ve obligado a tomar decisiones difíciles y a lidiar con las consecuencias de sus acciones.

A grandes rasgos, pudiera decirse que la puesta en escena de Stuart Rosenberg trasciende el género del drama carcelario para adentrarse en una reflexión sobre el poder de la resistencia individual frente a la opresión de las instituciones. En ese sentido, la película nos invita a cuestionar nuestras propias convicciones en materia de justicia y a considerar el precio de dicha integridad en un mundo esencialmente corrupto.



viernes, 21 de marzo de 2025

Morlaix (2025)




Director: Jaime Rosales
España/Francia, 2025, 124 minutos

Morlaix (2025) de Jaime Rosales


El juego metacinematográfico que propone Jaime Rosales en Morlaix (2025) obedece a una manera eminentemente francesa de entender la puesta en escena. O al menos muy a lo Nouvelle Vague. A este respecto, la caligrafía de un Rohmer, pongamos por caso, resulta perfectamente reconocible en no pocos momentos de una película cuyo formato y color (a ratos panorámico, a ratos en blanco y negro) oscilan a capricho durante sus más de dos horas de metraje.

Asimismo, los adolescentes de la pequeña localidad bretona en la que transcurre buena parte de la acción manifiestan sus dudas existenciales con la inusitada madurez de unos jóvenes filósofos. Particularidad que confiere al relato un ligero toque erudito, en consonancia con la ya mencionada raigambre cinéfila del proyecto. Ecos del Godard de Bande à part (1964), por ejemplo, que se perciben en la coreografía que tres de los protagonistas ensayan en el patio del instituto.



Por otra parte, el imponente viaducto de la ciudad preside el perfil urbano de un microcosmos que se va a ver momentáneamente alterado tras la llegada del parisino Jean-Luc (Samuel Kircher). Sobre todo cuando este último y la bella Gwen (Aminthe Audiard) inicien un flirteo de consecuencias imprevisibles que, curiosamente, el grupo de amigos verá reflejado sobre la pantalla del cine Rialto durante una sesión en la sala de proyecciones local. Dicho filme es, en realidad, una representación de sus propias experiencias e intrigas, un espejo narrativo donde la ficción dentro de la ficción invita a los personajes, y de paso al espectador, a reflexionar sobre la naturaleza ilusoria de sus percepciones y emociones.

Y así, explorando la nostalgia y el impacto emocional de vivencias pasadas, Rosales se centra en los amores de adolescencia y en cómo éstos pueden dejar una huella indeleble en la vida de las personas. En ese sentido, la dinámica entre Gwen y Jean-Luc constituye un punto esencial de la película al evidenciar las complejidades del primer amor, con sus momentos de intensidad, vulnerabilidad y confusión. Ya en su etapa adulta, Mélanie Thierry y Alex Brendemühl toman el relevo de aquellos personajes, mostrando el paso del tiempo y las consecuencias de las decisiones tomadas en la juventud.



domingo, 16 de marzo de 2025

La conversación (1974)




Título original: The Conversation
Director: Francis Ford Coppola
EE.UU., 1974, 114 minutos

La conversación (1974) de Coppola


El marcado carácter introspectivo de The Conversation (1974) pone de manifiesto que se trata de un thriller de suspense psicológico en torno a temas a priori tan poco glamurosos como la paranoia, el sentimiento de culpa y el aislamiento en el que sistemáticamente vive inmerso su protagonista, interpretado por Gene Hackman en uno de los papeles más memorables de toda su carrera.

Ni que decir tiene que el escándalo del Watergate se adivina como una de las principales fuentes de inspiración en una película cuyo eje central es, precisamente, el espionaje, si bien Coppola, director a la vez que guionista de la cinta, ya tenía escrito el libreto a mediados de los sesenta. Aun así, la obsesión de la que en todo momento hace gala Harry Caul (Hackman) resulta, cuando menos, reveladora del particular ambiente que estaba viviendo la sociedad estadounidense durante aquellos días.



Por otra parte, el hecho de que el susodicho sea, para más inri, un ferviente católico le añade al personaje un elemento todavía más angustiante por lo que tiene de cargo de conciencia el saber que tu trabajo podría repercutir en la muerte de terceros. De ahí que el hombre, pese a la excelente reputación de la que goza entre sus colegas, viva amargado y en estado de continua alerta. Y es que el impacto de la tecnología sobre la privacidad de los otros conlleva dilemas morales que hoy más que nunca mantienen su plena vigencia.

Lo curioso del caso es que Hackman ni siquiera estuviera nominado al Óscar por uno de los papeles de los que particularmente más orgulloso se sentía. O que el propio Coppola, que ya contaba en su haber con el éxito de El padrino (1972) y que aún brillaría a gran altura gracias a Apocalypse Now (1979), considere que ésta es, sin embargo, su película predilecta. Lo cual da una idea de por qué ha terminado convirtiéndose en un valorado filme de culto, objeto recientemente de una minuciosa restauración.



sábado, 15 de marzo de 2025

Contra el imperio de la droga (1971)




Título original: The French Connection
Director: William Friedkin
EE.UU., 1971, 104 minutos

Contra el imperio de la droga (1971)


¿Quién no recuerda la imagen de un señorial Fernando Rey, con cara de pillo, diciendo adiós desde el interior de un vagón de metro? ¿O esas trepidantes persecuciones a través de las calles de Nueva York, a pie o en coche, con Gene Hackman disfrazado de Santa Claus? Merecedora de cinco premios Óscar, The French Connection (1971) planteaba la lucha sin cuartel de dos policías muy distintos entre sí contra un todopoderoso "imperio de la droga" (anodino título español) cuyo centro de operaciones se situaba en la lejana Marsella.

Pese a la disparidad de caracteres entre el caótico Jimmy "Popeye" Doyle (Gene Hackman) y el sistemático Buddy "Cloudy" Russo (Roy Scheider), las pesquisas que ambos llevan a cabo destapan una compleja red de narcotráfico a escala internacional con implicaciones a todos los niveles, incluido el prestigioso cineasta Henri Devereaux (Frédéric de Pasquale), quien tiene a su cargo la misión de introducir un valioso alijo de heroína por vía portuaria camuflado en el interior de su automóvil, un imponente modelo Lincoln.



El estilo documental de buena parte de la puesta en escena, rodado con cámara en mano y con ese aire de inmediatez tan propio del cine neo noir, lo aprendió William Friedkin de lo que algunos años antes hiciera Costa-Gavras en Z (1969), así como de otros ilustres precedentes franceses en cuanto a contención narrativa se refiere, caso del papel que interpretaba Alain Delon en la mítica El Samurái (1967) de Jean-Pierre Melville. A este respecto, el personaje de Gene Hackman es un policía duro, obsesionado y a menudo controvertido, que está dispuesto a cruzar todo tipo de límites para atrapar a los criminales.

Sea como fuere, la película provocó un enorme impacto en el género policíaco, estableciendo un nuevo estándar para el realismo y la intensidad en las películas de acción. Buena prueba de ello se aprecia en la atmósfera cruda y urbana de una cinta que marcó época y que gozaría de su correspondiente secuela apenas cuatro años después, de nuevo protagonizada por Gene Hackman y Fernando Rey, ahora a las órdenes del director John Frankenheimer.



miércoles, 12 de marzo de 2025

Tardes de soledad (2024)




Director: Albert Serra
España/Francia/Portugal, 2024, 125 minutos

Tardes de soledad (2024) de Albert Serra


En su línea habitual de cineasta controvertido, Albert Serra vuelve a la carga con el documental Tardes de soledad (2024), flamante Concha de Oro en la última edición del Festival de San Sebastián, además de insólito retrato de la profesión taurina centrado en la figura del diestro Andrés Roca Rey. En ese sentido, los circunspectos miembros que componen su cuadrilla, a ratos heroicos, a veces ridículos, viven a flor de piel los entresijos de cada corrida, con la entrega propia de quienes saben que se juegan el tipo a diario. Y es que no se admiten tibiezas en el mundo de la tauromaquia.

Aunque lo más original de la puesta en escena ideada por Serra puede que resida en el particular uso que lleva a cabo del fuera de campo, centrando la cámara obsesivamente sobre el matador y el astado, de modo que las reacciones del público o de los numerosos incondicionales que se congregan en torno a su coche cada vez que abandona la plaza se escuchan de fondo, pero sin que lleguemos a verlas en ningún momento.




Dicha focalización, con las muecas de Roca Rey cuando entra a clavar el estoque o la lengua fuera del toro agonizante, no sólo da pie a una inaudita simbiosis entre animal y hombre, sino que ésta se refuerza por un sonido ambiente sobredimensionado en el que se escuchan los bramidos de uno y otro con perfecta nitidez.

Por último, los preparativos que preceden al salto al ruedo, sobre todo el ritual de vestirse el traje de luces, así como la solemnidad de los rostros en el interior de la furgoneta, de camino a la plaza, conforman un paisaje esencialmente masculino cuya ferocidad de sangre y arena contrasta con la delicadeza que desprende una banda sonora en la que lo mismo suenan el "Vals triste" de Sibelius que "El cisne" de Saint-Saëns o incluso un tema instrumental de Jefferson Airplane.



miércoles, 5 de marzo de 2025

Anora (2024)




Director: Sean Baker
EE.UU., 2024, 139 minutos

Anora (2024) de Sean Baker


A medio camino entre Pretty Woman (1990) y Showgirls (1995), o al menos en apariencia, la recién oscarizada Anora (2024) se presta, no obstante, a lecturas de mayor profundidad. Sin ir más lejos, porque una película norteamericana cuyos protagonistas se expresan en muchos momentos en ruso o incluso en armenio deja traslucir el particular ambiente geopolítico que se respira en la sociedad estadounidense de hoy en día.

Y es que se intuyen muchos destellos de la era trumpista en la historia de una simple bailarina de estriptis (Mikey Madison) que, de la noche a la mañana, se ve convertida en esposa del hijo mimado de un multimillonario oligarca ruso. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y su particular cuento de hadas junto al caprichoso Ivan (Mark Eydelshteyn) se convertirá muy pronto en una ajetreada pesadilla.



¿Pero quiénes son estos nuevos ricos todopoderosos, horteras y prepotentes, capaces de comprarlo todo y a todos, por ejemplo al juez que debe invalidar el matrimonio que dos inconscientes han consumado en Las Vegas? El retrato que se perfila en este a modo de vodevil moderno, por más momentos cómicos que pueda tener, resulta cuanto menos inquietante, la impronta de un mundo global y despiadado que no es sino la enésima versión, perfeccionada y aumentada, del capitalismo salvaje.

Aun así, y a pesar de la superficialidad imperante, el milagro del amor sincero todavía es posible cuando Anora y su centinela Igor (Yura Borisov) conectan más allá del materialismo extravagante en el que hasta entonces se habían visto inmersos. Otra desmitificación del sueño americano que nos deja con una sensación de ambigüedad y melancolía, pero con la firme certeza de que, a pesar del clima corrupto que preside las relaciones entre los personajes, aún alienta algo de humanidad en todos ellos.



lunes, 3 de marzo de 2025

Los chicos de la Nickel (2024)




Título original: Nickel Boys
Director: RaMell Ross
EE.UU., 2024, 140 minutos

Los chicos de la Nickel (2024) de RaMell Ross


Un chico recibía diferentes tipos de mazazos antes de llegar a la Nickel, y una vez dentro le caían muchos más. Y por norma general, lo que le esperaba fuera eran tropiezos todavía más graves e instituciones más férreas aún. Si hubiera que describir de alguna manera su trayectoria general, podría decirse que a los chicos de la Nickel los jodían antes, durante y después de su estancia en el centro.

Colson Whitehead
Los chicos de la Nickel
Traducción de Luis Murillo Fort

Una de las sorpresas que se ha colado en las nominaciones a mejor película del 2024 ha sido Nickel Boys, adaptación de la novela homónima del doble ganador del Premio Pulitzer, Colson Whitehead. Su director, RaMell Ross (Fráncfort, 1982), lleva a cabo en ella todo un recital de puesta en escena ligeramente vanguardista que, en determinados momentos, pudiera recordar al Terrence Malick de El árbol de la vida (2011). Aunque los referentes que cita explícitamente son otros muy distintos, como esos insertos del clásico Fugitivos (1958) que enlazan de pleno con la temática racial aquí expuesta.

Y es que el infausto reformatorio que da título al filme y antes a su fuente literaria está inspirado en el caso real de una institución educativa del estado de Florida, la Escuela Dozier para chicos de Marianna, cuyos internos, en su mayor parte afroamericanos, padecían torturas y vejaciones de todo tipo. Queda clara, por tanto, la voluntad de denuncia social de una ficción histórica que arranca en los días en los que el reverendo Martin Luther King abogaba, mediante protestas pacíficas, por el fin de la segregación.



Aun así, y volviendo a los aspectos más técnicos de la película, llama poderosamente la atención el uso que se hace en ella de la cámara subjetiva, y cómo ésta oscila, alternativamente, entre el punto de vista de los dos jóvenes protagonistas, Elwood (Ethan Herisse) y Turner (Brandon Wilson), con lo que vemos los hechos a través de la mirada de ambos. Recurso que, cuando la acción salta hacia el futuro, ya en la edad adulta de uno de los personajes, se transforma en un objetivo pegado a su espalda, de modo que resulte imposible identificar de quién se trata (quien haya leído la novela entenderá el porqué de dicho subterfugio).

En líneas generales, se puede decir que estamos ante una propuesta esencialmente innovadora, sobre todo en lo que se refiere a la ya mencionada perspectiva consciente. Hasta el extremo de que ello resulte en ocasiones desconcertante para espectadores poco avezados a seguir una historia desde los ojos de otro. Asimismo, la banda sonora de Scott Alario y Alex Somers refuerza la sensación inmersiva que nos traslada a la atmósfera asfixiante de la funesta Nickel. Procedimientos, todos ellos, que permiten augurar una prometedora carrera por parte de un cineasta dotado de innegable talento visual.



sábado, 1 de marzo de 2025

Arde Mississippi (1988)




Título original: Mississippi Burning
Director: Alan Parker
EE.UU., 1988, 128 minutos

Arde Mississippi (1988) de Alan Parker


Mientras se acaban de esclarecer las misteriosas circunstancias que rodean el hallazgo de los cuerpos sin vida del actor Gene Hackman y de su esposa, aprovechamos para revisar Mississippi Burning (1988), cinta de Alan Parker con el telón de fondo de las tensiones raciales en la América profunda de mediados de los sesenta.

Forman el tándem protagonista dos agentes antagónicos del FBI, Anderson y Ward, interpretados respectivamente por el ya mencionado Hackman y por un Willem Dafoe que se hallaba en los inicios de lo que después ha sido una brillante y prolífica carrera. Lo cierto es que ambos investigadores responden a caracteres radicalmente opuestos, siendo el primero un veterano de vuelta de todo y el otro un joven metódico al frente del caso, y empeñado en hacer justicia, cuya seriedad contrasta enormemente con la campechanía de su ayudante.



Pero las apariencias engañan, y a medida que avance la acción se irá viendo que Anderson no es tan vivalavirgen como a simple vista pudiera parecer, sino que bajo ese aspecto de bonachón desengañado se esconde el viejo sheriff que una vez fue. Lo cual da pie a que en diversas ocasiones saque a relucir unos métodos bastante sui géneris, como interrogar a las usuarias del salón de belleza del pueblo o coquetear con la mujer del ayudante del sheriff (interpretada por Frances McDormand), en abierta oposición con la rectitud de su superior.

Valiéndose del trasfondo histórico de la intolerancia segregacionista, Alan Parker despliega su habitual catálogo de efectismos, en especial en lo tocante a unos antagonistas, miembros del temible Ku Klux Klan, a los que se llega a odiar hasta tal punto que, cuando finalmente reciben su merecido, el espectador experimenta un morboso placer en forma de catarsis.



viernes, 28 de febrero de 2025

Fugitivos (1958)




Título original: The Defiant Ones
Director: Stanley Kramer
EE.UU., 1958, 96 minutos

Fugitivos (1958) de Stanley Kramer


Pocas películas se prestan a tantas lecturas alegóricas como The Defiant Ones (1958), alegato antirracista con el que Stanley Kramer escenificaba las continuas tensiones entre negros y blancos en el seno de la sociedad norteamericana. De ahí que su pareja protagonista (Sidney Poitier y Tony Curtis), dos presidiarios que se dan a la fuga pese a estar encadenados el uno al otro, simbolice la necesidad de entendimiento, aunque sólo sea para garantizar la convivencia. Consciente del alcance de semejante planteamiento, la industria quiso premiarlo con un par de Óscar (Mejor Guion, Mejor Fotografía).

Vista con la perspectiva del tiempo, puede que hoy resulte una propuesta un tanto facilona e incluso algo tramposa, pero lo cierto es que sigue funcionando a nivel dramático, con esos dos prófugos que, al simbolizar mundos teóricamente opuestos, se odian a muerte. Sin embargo, el mero instinto de supervivencia les enseñará que, además de necesitarse el uno al otro, tienen más puntos en común de lo que a priori cabría pensar.



Así pues, si Cullen (Poitier) es un hombre resentido contra el sistema que lo condenó injustamente para separarlo de su esposa y de su hijo, Joker (Curtis) no le va a la zaga en cuanto a resquemor se refiere, en su caso contra los señoritos a quienes debía dar las gracias continuamente cuando trabajaba de aparcacoches en un hotel de lujo. Una madre soltera (Cara Williams) estará a punto de cautivar a Joke con los cantos de sirena de lo que supondría una idílica vida familiar para ambos, pero el hombre, que ya ha superado sus prejuicios iniciales, prefiere anteponer la honradez por encima de cualquier otra consideración de orden egoísta.

También los agentes que se ocupan de darles caza responden a perfiles opuestos: típicamente segregacionista, en el caso del capitán Gibbons (Charles McGraw), y mucho más humanitario, empeñado en mostrarse respetuoso con los perseguidos, al margen de su raza, en el del sheriff Max Muller (Theodore Bikel). Por no hablar de Big Sam (Lon Chaney Jr.), capaz de enfrentarse a sus vecinos con tal de evitar un linchamiento. Todo bastante "didáctico", como puede observarse, en una época, en plena lucha por los derechos civiles, en la que los sectores más progresistas de Hollywood aspiraban a educar al público a través del cine.



miércoles, 26 de febrero de 2025

La tutoría (2024)




Título original: Armand
Director: Halfdan Ullmann Tøndel
Noruega/Países Bajos/Alemania/Suecia/Reino Unido, 2024, 118 minutos

La tutoría (2024) de Halfdan Ullmann Tøndel


Padres y profesores discuten acaloradamente a causa de algo terrible que ha sucedido en el colegio. Un incidente entre alumnos de primaria que, sin embargo, podría llegar a considerarse agresión sexual. A los niños, aun así, sólo los vemos en las fotos que decoran los pasillos de una escuela vacía.

¿De qué trata realmente Armand (2024)? De entrada conviene señalar las similitudes de esta producción noruega con el planteamiento expuesto por Polanski, a partir de la obra teatral homónima de Yasmina Reza, en Un dios salvaje (2011). O, más en clave nórdica, con los dilemas a los que se enfrentaba la protagonista de Sala de profesores (2023). Filmes, todos ellos, en los que un grupo de adultos intenta dirimir sus diferencias con motivo de lo que hacen o dejan de hacer sus hijos o alumnos.



Sorprende, además, la insistencia con la que la cámara filma en primer plano los rostros de unos personajes que viven intensamente los hechos, ya sea la docente cuya nariz no cesa de sangrar o las madres aquejadas de misteriosos complejos que irán gradualmente aflorando conforme avance la acción. El caso es que el espacio queda en segundo plano porque el contexto académico resulta a todas luces una excusa para abordar las carencias afectivas y personales de todos ellos.

Debut en la dirección del joven Halfdan Ullmann Tøndel (Oslo, 1990), nieto de Liv Ullmann e Ingmar Bergman, nada más y nada menos, y galardonado con la Golden Camera en la última edición del festival de Cannes. Su original puesta en escena, que incluye secuencias oníricas y hasta de baile, ha recibido el elogio unánime de la crítica por, entre otras razones, explorar a fondo la complejidad de las relaciones humanas, en especial las paternofiliales.



lunes, 24 de febrero de 2025

Señor Kotcher (1971)




Título original: Kotch
Director: Jack Lemmon
EE.UU., 1971, 113 minutos

Señor Kotcher (1971) de Jack Lemmon


El debut de Jack Lemmon en la dirección, una película con toques cómicos que no es una comedia y pinceladas dramáticas, aunque sin pasarse, responde a unas características que lo enmarcan en lo que sería el cine independiente americano de los primeros setenta. Por lo menos en su versión más light y asequible para el gran público, la misma que practicó el también actor Paul Newman cuando se puso tras las cámaras para dirigir filmes de parecido corte como Raquel, Raquel (1968)El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (1972).

Candidata a cuatro premios Óscar y ganadora del Globo de Oro a la Mejor Canción Original por el tema "Life Is What You Make It", lo cierto es que Kotch (1971) no pasa de ser una cinta amable en torno a un anciano un tanto excéntrico, interpretado por Walter Matthau, que hará muy buenas migas con una adolescente (Deborah Winters) que se queda embarazada. "De nuevo una extraña pareja", rezaban los carteles publicitarios de la época, aprovechando el tirón comercial del que Lemmon y el propio Matthau habían disfrutado apenas tres años antes.



También es verdad que los temas que aquí se abordan no han perdido vigencia, como por ejemplo lo difícil que resulta la conciliación familiar cuando los abuelos llegan a ese punto en el que su senilidad hace complicada la convivencia. En ese aspecto, el viejo Kotcher es un tipo de lo más curioso, erudito hasta el extremo de disgustarse ante un error ortográfico y siempre dispuesto a soltarle alguna de sus letanías al primer desconocido que se cruce por la calle.

Si bien se mira, ambos protagonistas se complementan por lo que tienen de antagónicos, de modo que la chica ve en él una figura paterna en la que ampararse, mientras que el octogenario, deseoso de compartir su experiencia con los demás, encuentra un motivo que le devuelve la ilusión de vivir y, de paso, darse a la fuga para evitar que su hijo (Charles Aidman) y su nuera (interpretada por Felicia Farr, la esposa de Lemmon) lo encierren en un lujoso geriátrico. Interesante propuesta cinematográfica que, por desgracia, no tendría continuidad, ya que el bueno de Jack, abrumado por las exigencias que conllevan las labores de dirección, decidió no volver a repetir la experiencia nunca más. Y a fe que cumplió su palabra.



domingo, 23 de febrero de 2025

El apartamento (1960)




Título original: The Apartment
Director: Billy Wilder
EE.UU., 1960, 125 minutos

El apartamento (1960) de Billy Wilder


Una historia de almas solitarias que sobreviven a duras penas en la gran ciudad... Con The Apartment (1960), Billy Wilder y su equipo volvían a demostrar la indiscutible genialidad de la que estaban dotados para concebir comedias tan divertidas como inteligentes. Aderezada, en este caso, con el regusto amargo que dejaba intuir una crítica certera contra la deshumanización a que se ven sometidos quienes batallan a diario en esa megalópolis de más de ocho millones de habitantes en la que transcurre la acción. Una Nueva York despiadada de oficinistas anónimos en la que conviene agudizar el ingenio si se quiere salir adelante.

Aun así, no son pocos los momentos (la llave, el espejo roto, la raqueta de tenis...) en los que al espectador se le escapa la risa viendo las tribulaciones del anodino C.C. Baxter (Jack Lemmon), uno de esos tipos que parece que ha nacido para que le tomen el pelo. Aunque la realidad es que él se deja "engañar" a cambio de ese tan ansiado ascenso que unos y otros le prometen sin que de momento llegue a materializarse.



Pero al final surge la magia, y el bueno de Baxter, pese a los muchos contratiempos a los que debe hacer frente, encuentra un motivo de esperanza en la figura de Fran Kubelik (Shirley MacLaine), una ascensorista tan dulce y vulnerable como él mismo. A este respecto, la conexión entre ambos supone un rayo de luz en un mundo frío y competitivo en el que el éxito se mide frecuentemente por el ascenso social.

El ácido retrato de la cultura corporativa estadounidense de la época, donde la promoción en el ámbito laboral a menudo se lograba a costa de la integridad moral, propició que la película gozase de una excelente acogida en los países del bloque socialista, cuyas autoridades la interpretaron como una sátira mordaz contra el capitalismo salvaje. Algo que el propio Wilder se vio obligado a matizar cuando, tras una proyección en Berlín, declaró que la trama podría tener lugar en cualquier urbe del mundo, salvo en el Moscú de la época (porque allí nadie se podía permitir el comprarse un apartamento).



sábado, 22 de febrero de 2025

Con faldas y a lo loco (1959)




Título original: Some Like It Hot
Director: Billy Wilder
EE.UU., 1959, 121 minutos

Con faldas y a lo loco (1959) de Billy Wilder


Una crítica social bajo un envoltorio de comedia; una obra maestra que trasciende modas y épocas... Combinando elementos del slapstick con diálogos ingeniosos que mantienen un ritmo ágil y entretenido, el aura mítica de Some Like It Hot (1959) llega intacta hasta nuestros días gracias a ese toque inconfundible que sólo Wilder y su equipo de colaboradores (con el guionista I.A.L. Diamond a la cabeza) eran capaces de conseguir.

Tal vez uno de los aspectos más destacables de la película sea su habilidad para jugar con las convenciones de género. A este respecto, y a través de los personajes de Joe y Jerry, interpretados por Tony Curtis y Jack Lemmon, respectivamente, se desafían las normas tradicionales de masculinidad y feminidad. Así pues, la trama se convierte en un vehículo para la reflexión sobre la identidad, ya que los protagonistas, al vestirse de mujer, se ven obligados a confrontar sus propias percepciones sobre el sexo y los roles a él asociados.



Ni que decir tiene que dicho enfoque, además de proporcionar momentos cómicos memorables, invita también a que el espectador cuestione algunos clichés. De hecho, la condición de travestidos de la pareja protagonista, reconvertidos en Josephine y Daphne para huir de la mafia, dará pie a no pocos equívocos a lo largo de su accidentado periplo, la mayoría con evidentes connotaciones homosexuales. Todo un desafío al Código Hays, aún vigente en el Hollywood de aquel entonces, y a los tabúes que podían incomodar a la moral conservadora de la época.

Queda claro, por tanto, el carácter transgresor de la cinta, astracanada moderna si se quiere, pero crítica inteligente, al mismo tiempo, que pone en tela de juicio los estereotipos habitualmente asociados a la masculinidad. Lo cual no es óbice, sin embargo, para que Marilyn luzca tan sexy como siempre en su papel de Sugar Kane. A fin de cuentas, los diálogos juegan continuamente con la tensión sexual y el deseo de una manera sutil pero provocativa, añadiéndole cierta capa de picardía a una historia que culmina con la célebre réplica de "Nadie es perfecto".



miércoles, 19 de febrero de 2025

La infiltrada (2024)




Directora: Arantxa Echevarría
España, 2024, 118 minutos

La infiltrada (2024) de Arantxa Echevarría


El reciente éxito de La infiltrada (2024) en la última edición de los Premios Goya, donde se alzó con un par de "cabezones" (Mejor Actriz Protagonista y Mejor Película, ex aequo con El 47) ha devuelto a las salas comerciales un filme que es, esencialmente, una película de actores. Aparte de que retrata con especial realismo la dureza de los años más intensos de la lucha policial contra ETA.

Partiendo de hechos verídicos (la historia de Aranzazu Berradre Marín, la infiltrada en cuyas andanzas se basa la cinta), Carolina Yuste se mete en la piel de un personaje, el topo al que alude el título, que es en realidad varias personas a la vez. Así pues, la prometedora agente oriunda de Logroño se identifica hasta tal punto con la abertzale Arantxa que logrará infiltrarse en el entorno de la banda terrorista durante prácticamente una década. Lo cual implica, incluso, establecer vínculos afectivos con Kepa (Iñigo Gastesi), uno de los miembros de dicha organización.



En cambio, Nausicaa Bonnín (Andrea en la ficción) interpreta otro perfil de mujer dentro del Cuerpo Nacional de Policía, más precavida, aunque dispuesta igualmente a participar en misiones de riesgo pese a su embarazo. Aunque otro tanto pudiera decirse del resto del reparto, con actuaciones magistrales de Luis Tosar, como alto mando, apodado "El inhumano", y el gallego Diego Anido, aquí haciendo de etarra odioso (valga la redundancia).

Al final, uno sale del cine con la impresión de haber visto un interesante documento que explora el papel de la mujer en un entorno hostil y dominado básicamente por hombres. En ese sentido, Yuste se sumerge en la psique de una joven sometida a una tensión constante, transmitiendo al espectador la angustia, el miedo y la determinación que la impulsan. Una interpretación, alejada de estereotipos, que se centra en la humanidad del personaje, mostrando sus vulnerabilidades y fortalezas, así como la soledad y el aislamiento (también la incomprensión puntual de sus superiores) a los que se verá sometida.



martes, 18 de febrero de 2025

La isla mínima (2014)




Director: Alberto Rodríguez
España, 2024, 105 minutos

La isla mínima (2014) de Alberto Rodríguez


Comienza La isla mínima (2014) con una serie de planos en cenital, filmados presumiblemente con dron, que muestran distintos rincones del Parque Nacional de Doñana. Estampas de singular belleza, más propia de otro mundo, cuyos recovecos recuerdan remotamente a los pliegues de algún corte cerebral. Lo cual no deja de ser curioso, considerando que la atmósfera predominante a lo largo de toda la película destaca por su contención narrativa. Un distanciamiento que tiene mucho, precisamente, de frialdad desapasionada.

La decoloración de la fotografía de Álex Catalán, así como la inquietante banda sonora de Julio de la Rosa subrayan el carácter crepuscular de una puesta en escena filmada en inmensos espacios abiertos y en la que el perfil antagónico de la pareja protagonista (Javier Gutiérrez, haciendo de poli veterano, y Raúl Arévalo, en el papel de joven arrogante de la nueva escuela) parece remitir a modelos hollywoodenses como el David Fincher de Seven (1995)Zodiac (2007).



Sin embargo, hay también un trasfondo político, el de nuestra Transición, que se intuye en cuanto aquí sucede: las relaciones de poder entre personajes que simbolizan el antiguo régimen (y que se resisten a renunciar a sus privilegios de clase) y otros que representan el advenimiento de la España democrática. A este respecto, resulta escalofriante el hecho de que Robles (Javier Gutiérrez) tenga un turbio pasado como agente de "la Gestapo franquista". Sobre todo a partir del momento en el que el a priori impertérrito Suárez (Raúl Arévalo) comience a contagiarse de los no muy ortodoxos métodos de su compañero.

Diez goyas coronaron el mérito de un thriller policíaco que, aparte de los elementos típicos del género, posee también numerosas capas de lectura. Incluso en clave lorquiana, habida cuenta de que la acción transcurre en un enclave andaluz entre personajes sobre los que se cierne un aire de tragedia. Aunque si hay un código cuyos rasgos primordiales resultan reconocibles, ése es el de los True Crime. Y es que pese a estar ambientada en 1980, la cinta del sevillano Alberto Rodríguez irrumpió en una sociedad terriblemente sensibilizada tras casos tan mediáticos como los de Marta del Castillo y, sobre todo, el de las niñas de Alcàsser. De ahí que la trama insinúe implicaciones al más alto nivel en una oscura red de trata de menores encubierta por el silencio cómplice de una especie de mafia local.



sábado, 15 de febrero de 2025

Memorias de un caracol (2024)




Título original: Memoir of a Snail
Director: Adam Elliot
Australia, 2024, 95 minutos

Memorias de un caracol (2024) de Adam Elliot


Triste, entrañable, cruel, tierna: Memoir of a Snail (2024) nos devuelve al universo stop-motion del australiano Adam Elliot (Berwick, Victoria, 1972). El mismo planteamiento artesanal e inocente, con toques de humor negro, en torno a seres vulnerables maltratados por la vida que ya le valiera un Óscar, hace un par de décadas, por su cortometraje Harvie Krumpet (2003). En esta ocasión los protagonistas son dos hermanos gemelos, Grace y Gilbert Pudel, cuyas trayectorias se verán bruscamente separadas tras la muerte repentina del padre, un viejo cómico francés postrado en una silla de ruedas que en sus buenos tiempos lo mismo ejercía de animador en las calles de París que realizaba filmaciones caseras con su cámara Bolex.

Narrada en primera persona por Grace (la voz es la de Sarah Snook), la historia recorre las vicisitudes de una chica aficionada a coleccionar todo tipo de objetos relacionados con los caracoles, así como cobayas que le inundan la casa y novelas románticas. Aficiones un tanto sui géneris que, durante su infancia y adolescencia, motivan que se convierta en objeto de acoso por parte de los típicos matones del barrio. Algo que Gilbert intenta remediar siempre que puede, aunque ello le cueste salir con algún ojo morado.



La capacidad de estos muchachos para superar las dificultades y constantes desafíos a que se ven expuestos en sus respectivas vidas no sólo pone de manifiesto una resiliencia a prueba de bombas, sino también una actitud optimista frente a la adversidad. A este respecto, juega un papel determinante el personaje de Pinky (con la voz de Jacki Weaver y vagamente inspirado en Iris Apfel, como lo demuestran sus enormes gafas): audaz y afectuosa, la anciana constituye un revulsivo para que Grace se acabe dando cuenta de todos los complejos que han ido lastrando su existencia.

A fin de cuentas, el espíritu de la película se resume en unas sabias palabras generalmente atribuidas a Kierkegaard, pero que aquí hace suyas Pinky: "La vida sólo puede entenderse hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante". Y es que, frente a la intolerancia puritana de la madre adoptiva de Gilbert, lo que caracteriza a los protagonistas, únicos y peculiares, es una melancólica obertura de miras que celebra la diversidad y la individualidad, invitándonos a aceptarlos tal como son, sin juzgarlos ni intentar cambiarlos.