Director: Luis Eduardo Aute
España, 2001, 90 minutos
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Un perro llamado Dolor (2001) de Aute |
Los más de cuatro mil dibujos de que consta Un perro llamado Dolor (2001), hechos a lápiz por el propio Luis Eduardo Aute durante un período de cinco años, conforman un universo fascinante sin palabras cuya esencia conecta de pleno con el espíritu de los muchos artistas que lo inspiraron. Así pues, la impronta de las Pinturas negras de Goya o incluso de sus Caprichos, del Guernica de Picasso o del surrealismo daliniano, por poner sólo algunos ejemplos, se hace palpable de principio a fin de una película tan original como inclasificable.
Por otra parte, también salta enseguida a la vista la influencia de otros genios admirados por Aute, siendo Buñuel y Lorca los más evidentes en ese sentido. De hecho, el propio título de la cinta supone ya una clara alusión a Un chien andalou (1929), si bien contaminada con múltiples referencias, de las que el goyesco Perro semihundido parece la más clara. Influjo vanguardista, por lo tanto, el de esta pequeña genialidad, aderezada con la envolvente música de Suso Saiz, que desgraciadamente pasó sin pena ni gloria en el momento de su estreno, hace de esto ya un cuarto de siglo.
Al mismo tiempo, quizá podría aventurarse un cierto parecido con la cinta de animación francesa La planète sauvage (1973) de René Laloux, si bien la ausencia de colorido por la que opta Aute pone de manifiesto una naturaleza muchísimo más sobria. Parece como si el cantautor, con alma de cineasta, hubiese querido traducir a imágenes los fantasmas que pueblan su subconsciente, valiéndose de un lenguaje onírico que resulta hermoso a la vez que críptico.
Siete retratos en total que llevan como subtítulo "El artista y su modelo" y cuyo autor, en una advertencia preliminar que aparece impresa en pantalla, no duda en calificar de "fantasía libertaria". El adjetivo, ciertamente, se ajusta al contenido de un experimento visual repleto de alusiones de tipo sexual y en el que se dan cita estampas tan dantescas como la cabeza de Trotski siendo perforada por la hoz comunista ante la mirada atónita de Frida Kahlo.