Título original: The Silver Chalice
Director: Victor Saville
EE.UU., 1954, 142 minutos
El cáliz de plata (1954) de Victor Saville |
Es un péplum plúmbeo que arrastra, además, el estigma de haber sido repudiado por su actor protagonista, un Paul Newman que, descontento con su propia actuación, abominaba públicamente de la película que había representado su debut en la gran pantalla. No obstante, y vista con la suficiente perspectiva y objetividad necesaria, conviene señalar que tampoco está tan mal. Por lo menos en lo que a decorados y dirección artística se refiere. En ese sentido, el trabajo del ruso Boris Leven (1908-1986), en colaboración con Howard Bristol, destaca por el inusual minimalismo de una escenografía absolutamente estilizada.
Sea como fuere, lo cierto es que ni el argumento ni el resto de The Silver Chalice (1954) en su conjunto resultan especialmente atractivos tratándose de un género que demandaba mayores dosis de dramatismo. Se trata, por así decirlo, de una propuesta que le deja a uno frío, como si quienes la realizaron no hubiesen acertado a infundirle la necesaria dosis de pasión, a pesar del formato cinemascope y de la excelente banda sonora compuesta por Franz Waxman.
Newman, por su parte, ferviente defensor del método interpretativo que le habían inculcado en el Actors Studio, discrepaba por completo del modo en que el británico Victor Saville, a la sazón director de la cinta, pretendía que éste se metiese en la piel de un esclavo griego, de nombre Basil, al que encargan la difícil tarea de modelar el rostro de Cristo y de los apóstoles.
Aun así, el filme, adaptación de la novela homónima de Thomas B. Costain, publicada en 1952, obtuvo dos candidaturas a los Premios Óscar, así como un Globo de Oro para Newman, quien estuvo acompañado en el reparto por Virginia Mayo en el papel de Helena (al igual que una jovencísima Natalie Wood), la italiana Pier Angeli (Débora), con quien volvería a coincidir posteriormente en Marcado por el odio (1956), y Jack Palance como Simón el Mago, especie de charlatán a lo Rasputín que pretende hacerse pasar por un nuevo Mesías.
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