jueves, 14 de marzo de 2019

Háblame de ti (2018)















Título original: Un homme pressé
Director: Hervé Mimran
Francia, 2018, 100 minutos

Háblame de ti (2018) de Hervé Mimran

La enésima muestra de comedia francesa bienintencionada, concebida para regocijo de muchos y como examen de conciencia para otros tantos, lleva ya unos días en nuestra cartelera, sospechamos que con idéntica vocación de alcanzar el éxito de público que sus predecesoras. Una auténtica plaga en el ámbito del cine galo que amenaza con extenderse al nuestro (léase Campeones) y cuyo planteamiento, plano pero efectivo, podría resumirse mediante alguna consigna del tipo: “¡Pero qué majos que son los…!” Añadiendo, acto seguido, el colectivo en cuestión que se pretende enaltecer: “los parapléjicos” (Intocable, 2011), “los sordomudos” (La familia Bélier, 2014), “los ciegos” (La prunelle de mes yeux, 2016), “las rubias en silla de ruedas” (Tout le monde debout, 2018), etc., etc.

Pues bien: dentro de esa tendencia del buenismo inclusivo, le ha llegado el turno a las víctimas de un ictus. Aunque, a decir verdad, el personaje interpretado por Fabrice Luchini podría representar, igualmente, al gremio de los ejecutivos de éxito adictos al trabajo. Todo un historial repleto de logros y más méritos, pero que de poco le va a servir cuando, a consecuencia de un derrame cerebral, pierda la facultad de hablar con coherencia. Él, Alain Wapler, que había sido un orador brillante, reducido a la ardua tarea de tener que tragarse el orgullo —postrado en el sofá del salón, viendo una y otra vez Casablanca— y aprender de nuevo a expresarse, con la ayuda de una experta en ortofonía…



El responsable de Un homme pressé (que aquí ha recibido el anodino título de Háblame de ti) no es otro sino Hervé Mimran, el mismo que, hace casi una década, iniciara su andadura en la dirección de largometrajes de ficción con Tout ce qui brille (2010), entretenida cinta a propósito del afán por medrar socialmente de un par de chicas del extrarradio parisino, en la que también contó, por cierto, con la participación de la actriz Leïla Bekhti.

Llegados a este punto, podrían establecerse dos conclusiones antagónicas respecto a la valoración que cabe hacer de una película como ésta. En primer lugar, y a tenor de la relación de Alain con su hija, la realidad de quienes sobreviven a un accidente cerebral aparece entrañablemente retratada, haciendo particular hincapié en esa confusión de vocablos en la que vive instalado el protagonista. Ahora bien: no faltarán voces contrarias a la aparente banalización que, en determinados momentos, se hace de las secuelas de un ictus, sobre todo siendo un actor tan histriónico como Luchini el encargado de sacarles partido en aras de su habitual vis cómica.


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