sábado, 4 de enero de 2025

Muerte en Venecia (1971)




Título original: Morte a Venezia
Director: Luchino Visconti
Italia/Francia, 1971, 130 minutos

Muerte en Venecia (1971) de Luchino Visconti


¡Imagen y espejo! Su mirada abarcó la noble figura que se erguía al borde del mar intensamente azul, y en un éxtasis de encanto creyó comprender, gracias a esa visión, la belleza misma, la forma hecha pensamiento de los dioses, la perfección única y pura que alienta en el espíritu, y de la que allí se ofrecía, en adoración, un reflejo y una imagen humana. La arrebatada inspiración había llegado, y el artista, que empezaba ya a envejecer, no hizo más que acogerla sin temor y hasta con ansiedad.

Thomas Mann
La muerte en Venecia
Traducción de Martín Rivas

La languidez del Adagietto, cuarto de los cinco movimientos que integran la quinta sinfonía de Mahler, ha quedado tan indisolublemente asociado a la estampa de una Venecia decadente y crepuscular que sobran las palabras para describir lo que es ya uno de los momentos más icónicos de la historia del cine. Y es que con Morte a Venezia (1971) Visconti, ayudado en la dirección de fotografía por su operador, Pasqualino De Santis, ponía en práctica un esteticismo que bebe de fuentes pictóricas tan reconocibles como los impresionistas franceses, los paisajes de Turner o la luminosidad de un Sorolla.

Verdadero canto de cisne por todas las connotaciones que encierra la obra maestra de un cineasta al que apenas le quedaban cinco años de vida, la cámara logra captar en imágenes el hastío que atenaza la existencia de su protagonista, un compositor en horas bajas (magistralmente interpretado por Dirk Bogarde) que vendría a ser el trasunto de Gustav Mahler, pero también de Thomas Mann (autor de la novela en la que se basa el guion) y hasta del propio Visconti.



El caso es que el anhelo de belleza absoluta que obsesiona al tal von Aschenbach cristaliza en un efebo de rubia melena llamado Tadzio (el sueco Björn Andrésen) cuya efigie de querubín excitará el carácter melancólico de un individuo del que algunos insertos en forma de flashback permiten adivinar que una vez estuvo casado y que, además de rotundos fracasos de público, sufrió por la muerte prematura de su hija. Aunque la epidemia que se desata en la ciudad de los canales, en paralelo al cansancio vital que experimenta el hombre, dará al traste con su fugaz ensoñación estética.

De hecho, el deseo inalcanzable constituye, junto con el fin de una era, la temática central de un filme profundamente emotivo, quintaesencia de muchas de las constantes que se aprecian a lo largo de la filmografía de su director, un Luchino Visconti que, dados sus orígenes aristocráticos, estaba en disposición de comprender, mejor que nadie, el ocaso de una forma de entender la realidad.



4 comentarios:

  1. Muerte y belleza. Conceptos que Visconti trata delicada y brillantemente. Aparte del icónico final en la playa, cabe destacar la concisa contundencia de alguno de los flashbacks, como cuando unas nubes de tormenta se ciernen metafóricamente sobre Aschenbach y su familia.

    Un abrazo.

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    1. Delicada y brillante, cierto, desde un punto de vista estrictamente cinematográfico. Sin embargo, lo que cuenta el sueco Björn Andrésen en el documental "El chico más bello del mundo" (2021) deja entrever que el rodaje de esta película, si bien le abrió las puertas de la fama, le dejó no obstante graves secuelas de por vida.

      Un abrazo.

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  2. Guste más menos la película, de lo que no cabe duda es del preciosismo barroco que envuelve el film y su belleza visual, postales de Venecia y sus canales y monumentos, pero también de los personajes y escenas de interior, en composiciones cuidadas y evocadoras.

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