viernes, 28 de mayo de 2021

El fugitivo de Amberes (1955)




Director: Miguel Iglesias
España/Francia, 1955, 67 minutos

El fugitivo de Amberes (1955) de Miguel Iglesias


Calles mojadas, ambiente nocturno y el rostro patibulario de Howard Vernon: he ahí algunas de las singularidades que definen visualmente el arranque de El fugitivo de Amberes (1955), filme policíaco en la estela del mejor cine negro americano y cuya puesta en escena deja entrever una cierta vocación expresionista. Aunque, a decir verdad, dichas constantes pertenecen a una fórmula local, genuinamente barcelonesa, que ya había sido esbozada con anterioridad, a comienzos de aquella misma década, en títulos fundacionales como Brigada criminal (1950) o Apartado de correos 1001 (1950) y que el director Miguel Iglesias quiso acabar de perfilar aquí, tal vez sin conseguirlo del todo.

El motor o Macguffin de la trama es el célebre diamante Woosley, que un tipo llamado Bell (Howard Vernon) ha robado en París tras hacerse pasar por ayuda de cámara de la sofisticada princesa Ahmaru. En realidad, toda esta información nos es revelada mediante titulares de prensa que aparecen insertos en pantalla durante los primeros compases, mientras los habitantes de la capital francesa se afanan en comprar los periódicos del día para saber más sobre la noticia. La última de esas portadas apunta la posibilidad de que Bell habría huido de Francia.



Apenas han transcurrido tres minutos de metraje y el fugitivo ya se encuentra en la ciudad belga de Amberes, el mayor centro comercial de diamantes del mundo desde hace cinco siglos, intentando colocar la preciada gema. Algo que no le va a resultar nada fácil, teniendo en cuenta que Alex (Luis Induni) y su banda pretenden pagarle una cantidad irrisoria por semejante alhaja. Pero Bell Fermer es un individuo que no se rinde así como así, de modo que se las ingenia para zafarse de Alex y los suyos y recalar, no sin dificultades y con la ayuda inestimable del capitán Max (Joan Capri), en Barcelona, donde un oscuro empresario del ocio (Alfonso Estela) requerirá sus servicios.

A partir de ese momento, y siempre fiel a la voluntad aleccionadora de este tipo de películas, la acción se centra en las pesquisas que un hombre y una mujer van a llevar a cabo. Son el agente Jordán (José Marco) y la señorita Gisèle (Anouk Ferjac), inspectora de la Compañía Suiza de Seguros. Ni que decir tiene que, pese a algún que otro desencuentro inicial, se intuye que entre ambos acabará naciendo algo más que una mera relación profesional. Sin embargo, tal y como suele suceder con estas viejas cintas policíacas, el atractivo principal de El fugitivo de Amberes reside no tanto en la historia que cuenta, sino en las localizaciones barcelonesas donde transcurren los hechos: el parque del Tibidabo, la plaza de toros Monumental, el funicular del puerto, un par de números folclóricos en un tablao flamenco y, sobre todo, el Túnel Fantasma que se haya bajo el suelo de La Bola de Oro, nombre con el que son rebautizadas en la ficción las célebres Atracciones Apolo.



4 comentarios:

  1. Buen cine policiaco en la línea de la película que comentabas el otro día.

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    1. Tanto es así, que ambas eligen el mismo escenario para el clímax de la historia.

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  2. Hola Juan!
    Se agradece el enlace. Por cierto, a mi Howard Vernon de perfil se me parece muchísimo a Dana Andrews.
    Pues nada, voy a ver si me pongo una sesión doble para esta madrugada.
    Saludos!

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    1. Hola, Fran:

      Yo creo que Howard Vernon tiene más cara de sapo, pero bueno.

      Por aquí todo bien, echando de menos alguna nueva entrada en "El cine sin gafas".

      Saludos.

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