miércoles, 29 de abril de 2020

El nombre de la rosa (1986)




Título original: The Name of the Rose
Director: Jean-Jacques Annaud
Alemania/Italia/Francia, 1986, 130 minutos

El nombre de la rosa (1986)
de Jean-Jacques Annaud

Era una hermosa mañana de finales de noviembre. Durante la noche había nevado un poco, pero la fresca capa que cubría el suelo no superaba los tres dedos de espesor. A oscuras, en seguida después de laudes, habíamos oído misa en una aldea del valle. Luego, al despuntar el sol, nos habíamos puesto en camino hacia las montañas.

Umberto Eco
El nombre de la rosa
Traducción de Ricardo Pochtar

Trasladar a Sherlock Holmes a las oscuras tinieblas de la Edad Media fue la genial idea que tuvo el italiano Umberto Eco (1932-2016) para dotar a su obra más célebre, una novela ambientada en las lóbregas dependencias de una abadía benedictina, de la necesaria dosis de suspense que todo thriller requiere. Así pues, Guillermo de Baskerville vendría a ser el equivalente medieval del detective británico y su novicio Adso de Melk, el Watson de turno. Claro que, tratándose de la invención de un erudito de la altura intelectual de Eco, no podían quedar ahí las alusiones y homenajes de carácter literario. Jorge de Burgos y su biblioteca laberíntica, por ejemplo, son una clara referencia a Jorge Luis Borges. Y el recurso de fingir que las memorias de Adso llegaran casualmente a manos del autor, como si de un personaje real se tratase, no deja de ser un subterfugio de evidentes resonancias cervantinas (quijotescas, para ser más exactos).

Cuenta Jean-Jacques Annaud que, al leer semejante historia, quedó de inmediato fascinado por el libro, por lo que, dejando de lado cualquier otro proyecto, se enfrascó durante cinco años en la génesis de una ambiciosa superproducción internacional. Y de la misma manera que en La guerre du feu (1981) se había propuesto representar al hombre de las cavernas como nunca antes se le había visto en una pantalla de cine, en El nombre de la rosa la premisa fue mostrar el medievo con inusitado rigor histórico. De ahí el esmero en elegir cuidadosamente a los extras en función de unos rasgos faciales particularmente marcados (caso del jorobado Salvatore, magistralmente interpretado por Ron Perlman) o la meticulosidad con la que los miembros del clero lucen sus cráneos tonsurados.



También se puso especial interés en los decorados, levantando la espectacular torre octogonal cuyo interior alberga esa magnífica colección de incunables entre los que se hallaría la codiciada Segunda Poética de Aristóteles, consagrada al estudio de la comedia y, por ende, objeto de encendidas controversias en una época en la que la risa era vista como una amenaza capaz de poner en peligro el sacrosanto temor de Dios. Dos nombres ilustres de la talla de Dante Ferretti (diseño de producción) y Tonino Delli Colli (fotografía), que habían trabajado a las órdenes de Pasolini o de Fellini, fueron los encargados de recrear, hasta el más mínimo detalle, el oscurantismo de aquel período.

Por último, merece la pena destacar un reparto encabezado por Sean Connery y Christian Slater. El primero se hallaba, por aquel entonces, en horas bajas (de hecho, la Columbia se negó a financiar el proyecto si él era el protagonista), aunque su papel de franciscano perspicaz, enemigo de la superstición, acabaría contribuyendo enormemente a reflotar la carrera del antiguo Agente 007. Slater, en cambio, era por aquel entonces un adolescente de apenas quince años que, según cuentan, se enamoró verdaderamente de Valentina Vargas, la joven que daba vida al único amor terrenal de Adso y rosa anónima de la que, muchos años después, todavía se acordará al redactar sus memorias.


6 comentarios:

  1. Me encanta esta película. Me encanta la historia y me encantan los personajes. Sean Connery nunca ha estado mejor. Lo único que puedo reprocharle al trabajo de Jean-Jacques Annaud es que, por su culpa, ahora me da pereza enfrentarme a la lectura del libro de Eco; algún día lo haré, pero conociendo el final del misterio no será lo mismo.

    Un abrazo.

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    1. Comparto plenamente tu entusiasmo, Ricard. El nombre de la rosa es una de las películas que marcaron mi adolescencia y debo de haberla visto decenas de veces. El libro, sin embargo, una novela histórica repleta de latinajos, se puede leer al margen de su trama detectivesca.

      Saludos.

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  2. Hola Juan!
    Es una de esas películas que a todos nos dejaron huella. Curiosamente no fue hasta hace un par de años que leí el libro, me lo regalo mi hijo por el día del padre, como en ese momento estaba estudiando italiano pues me lo compro en la lengua original, no se si me fascino por el hecho de estar en italiano o por lo mucho que me gusta la historia que cuenta.
    Desconocía esos interesantes detalles que nos cuentas.
    Saludos!

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    1. Hola, Fran:

      Yo leí "El nombre de la rosa" cuando tenía quince años, en el verano de 1990. Aunque reconozco que en su versión original en italiano el texto debe de resultar aún más fascinante si cabe.

      Gracias por tu comentario y hasta pronto.

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  3. Este fue uno de mis grandes errores de mi vida.
    No la película, sino el orden en que la vi: unos meses antes de leer la novela de Eco.
    La cara de sean Connery me arruinó un poco ese tremendo libro. ¡No me la podía sacar de mi mente! ¡No le podía cambiar la cara al protagonista!
    Como suele pasar con las buenas novelas, muy superior al film. Pero, no le echemos la culpa a la película (que es buena) sino a mí mismo, por elegir mal el orden de las cosas buenas

    Abrazo

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    1. Tal vez, si lo analizas desde otra perspectiva, el hecho de que no pudieses disociar la cara de Sean Connery de la de Guillermo de Baskerville demuestra lo bien hecho que está el casting de la película...

      Saludos, Frodo.

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