Título original: The Lost World
Director: Harry O. Hoyt
EE.UU., 1925, 93 minutos
El mundo perdido (1925) de Harry O. Hoyt |
Oculto en un punto indeterminado de la selva amazónica, en la bisectriz de las fronteras de Brasil, Colombia y Perú, el altiplano al que se dirigen el profesor Challenger (Wallace Beery) y el resto de expedicionarios británicos a sus órdenes está poblado por diversas especies de dinosaurio que se creían extintas, pero de cuya existencia había dado noticia el desaparecido Maple White, por lo que su hija Paula (Bessie Love) se unirá al grupo con la esperanza de encontrarlo con vida.
La presencia en esas mismas filas del periodista Ed Malone (Lloyd Hughes) no sólo facilita la consabida subtrama romántica que nunca puede faltar en todo relato de acción que se precie, sino que aporta, asimismo, una nota crítica respecto a la prensa sensacionalista, siempre ávida de reportajes que sacien la curiosidad de sus lectores. A este respecto, la presentación en sociedad de las teorías de Challenger despierta tantos recelos como expectación cuando, de regreso de sus andanzas por Sudamérica, los protagonistas llegan a Londres acompañados de un formidable brontosaurio...
Mucho antes de que Spielberg pusiera en marcha la lucrativa saga iniciada con Parque jurásico (1993), los pioneros del cine mudo ya habían abordado el tema en una de aquellas cintas que aterraban a los candorosos espectadores de los años veinte y que hoy, merced al auge de lo vintage, poseen un encanto añadido, más arqueológico que cinéfilo.
Por su estructura, a medio camino entre la expedición de aventuras y el pánico urbano motivado por la presencia en las calles de alguna alimaña de proporciones colosales, The Lost World responde, además, a la misma fórmula que, en los inicios del período sonoro, explotaría King Kong (1933). Parecido que, lejos de ser casual, se debe a la presencia, en ambos filmes, del técnico de efectos especiales Willis H. O'Brien, experto en la confección de figurillas a escala y uno de los precursores de la animación mediante stop-motion.
La presencia en esas mismas filas del periodista Ed Malone (Lloyd Hughes) no sólo facilita la consabida subtrama romántica que nunca puede faltar en todo relato de acción que se precie, sino que aporta, asimismo, una nota crítica respecto a la prensa sensacionalista, siempre ávida de reportajes que sacien la curiosidad de sus lectores. A este respecto, la presentación en sociedad de las teorías de Challenger despierta tantos recelos como expectación cuando, de regreso de sus andanzas por Sudamérica, los protagonistas llegan a Londres acompañados de un formidable brontosaurio...
Mucho antes de que Spielberg pusiera en marcha la lucrativa saga iniciada con Parque jurásico (1993), los pioneros del cine mudo ya habían abordado el tema en una de aquellas cintas que aterraban a los candorosos espectadores de los años veinte y que hoy, merced al auge de lo vintage, poseen un encanto añadido, más arqueológico que cinéfilo.
Por su estructura, a medio camino entre la expedición de aventuras y el pánico urbano motivado por la presencia en las calles de alguna alimaña de proporciones colosales, The Lost World responde, además, a la misma fórmula que, en los inicios del período sonoro, explotaría King Kong (1933). Parecido que, lejos de ser casual, se debe a la presencia, en ambos filmes, del técnico de efectos especiales Willis H. O'Brien, experto en la confección de figurillas a escala y uno de los precursores de la animación mediante stop-motion.
Hola Juan!
ResponderEliminarCada vez que me planto a ver una película como esta es algo así como un salto en el tiempo. Desde luego tenia un merito inmenso ese trabajo artesanal de animación, horas y muchas horas para conseguir apenas unos segundos de movimiento.
Que tengas una feliz semana!
La primera pieza del eslabón. Luego vendrían otras producciones infinitamente más logradas desde el punto de vista técnico, hasta desembocar en Jurassic Park. Aun así, a mí ésta, con sus muñequitos de plastilina, me parece mucho más entrañable.
EliminarSaludos.