domingo, 4 de agosto de 2019

La adúltera (1975)




Director: Roberto Bodegas
España/Francia, 1975, 98 minutos

La adúltera (1975) de Roberto Bodegas


Menos popular, quizás, que el resto de largometrajes dirigidos por Roberto Bodegas (1933–2019) en la década de los setenta, La adúltera es una de esas insólitas películas escritas por el irrepetible Rafael Azcona. Insólita y atrevidísima, todo sea dicho, habida cuenta de la temática que aborda y de lo explícito de su título. Porque conviene, y mucho, contextualizar —atención al dato (olvidado por algunos e ignorado por la mayoría)— que la infidelidad conyugal fue delito en España hasta 1978, cuando se derogaron los artículos 449 y 452 del Código Penal, relativos al adulterio y al amancebamiento, y que semejante "infracción" podía ser castigada con penas de hasta seis años de cárcel... Ahí es nada.

Otro tema a tener en cuenta, en esa misma línea, es la valentía del elenco de actores, encabezado por Amparo Soler Leal (esposa en aquel entonces del productor Alfredo Matas) y que, por las mismas fechas que María José Cantudo en La trastienda (1975) de Jordi Grau, se prestó a mostrar la desnudez de su cuerpo, algo verdaderamente transgresor para la época y que hoy se hace difícil valorar en su justa medida, más allá del morbo y la mojigatería. La decoración del dormitorio, por cierto, donde predomina el rojo intenso y el blanco, deja entrever una cierta influencia de Gritos y susurros (Viskningar och rop, 1972) de Bergman.

Malena tentada por el libidinoso farmacéutico (José Luis Coll)

La argucia para filmar una osadía de tales proporciones, como ya hiciera Berlanga un año antes con Tamaño natural (1974), fue la coproducción con Francia, hecho que garantizaba que la cinta, en caso de que la censura se cebase con ella (que era lo más probable), pudiese al menos ser distribuida más allá de los Pirineos. Sea como fuere, Azcona y Bodegas, conocedores del rechazo que su propuesta podía generar —pese a tratarse de una comedia negra, al fin y al cabo—, optaron por presentar al marido (Rufus, doblado por José Sacristán) como un ser absolutamente cerebral y subordinado, en buena medida, a la absorbente e insufrible figura materna (Tsilla Chelton), de modo que el espectador se identificase de inmediato con la pobre Malena.

Estructurada en diferentes partes que, gradualmente, van desde "El flechazo", "El idilio", "La boda" o "Los amores imposibles", Azcona le añade a la trama, con su habitual propensión al sarcasmo, una nota luctuosa, irreverentemente burlesca, que condicionará el desenlace, con no poca inteligencia, hasta resolverlo en una escena final que, como la de Viridiana (1961), hace triunfar las apariencias, subrayando el infantilismo de los hombres, sin que se den muestras del más mínimo arrepentimiento, sino todo lo contrario.


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