domingo, 27 de enero de 2019

Vuelve a la tienda de baratijas, Jimmy Dean (1982)




Título original: Come Back to the 5 & Dime, Jimmy Dean, Jimmy Dean
Director: Robert Altman
EE.UU., 1982, 109 minutos

Vuelve a la tienda de baratijas, Jimmy Dean (1982)
de Robert Altman


Tras varias empresas fallidas, Robert Altman decidió dar un giro a su carrera poniendo en venta la que hasta entonces había sido su compañía (la Lion's Gate) y dedicarse a la producción de adaptaciones cinematográficas independientes de bajo presupuesto a partir de éxitos teatrales. La primera de ellas fue esta claustrofóbica película de título inacabable que conectaba, a través de la figura icónica de James Dean, con uno de los primeros trabajos de la filmografía del director: el documental The James Dean Story (1957).

Tal y como sucedía en el montaje original en Broadway de la obra homónima del dramaturgo Ed Graczyk, toda la acción de Vuelve a la tienda de baratijas... se desarrolla en un único espacio: el típico establecimiento de comestibles de pueblo, en el que no sólo se dan cita las integrantes de un viejo grupo de amigas, sino también su presente y su pasado. En ese sentido, juegan un rol importante los espejos como mecanismo para facilitar escénicamente los continuos saltos temporales.



Se supone que han pasado veinte años tras la muerte del ídolo local, aunque también se alude al rodaje de Gigante (1956), al club de fans del actor (las Disciples of James Dean), al hijo que supuestamente tuvo con una de ellas (y que no llega a aparecer en escena) y a un antiguo compañero que regresa, al cabo de los años, habiendo cambiado de sexo (Karen Black).

Y es que Come Back to the 5 & Dime... podría ser definido como un filme de mujeres y fantasmas. En primer lugar porque, de doce personajes, sólo uno es masculino. En cuanto a lo segundo, no hay más que ver la apariencia cochambrosa de la tienda, vacía y ruinosa en el último plano, así como lo endeble de los límites entre el ayer y el hoy para darse cuenta de que el texto pretende subrayar la idea de desencanto, de antiguas ilusiones que se volatilizaron sin más, como quien no quiere la cosa, dejando únicamente los escombros o, como dijera Quevedo en un célebre soneto: "Presentes sucesiones de difunto..."


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