martes, 22 de enero de 2019

La casa de la lluvia (1943)




Director: Antonio Román
España, 1943, 88 minutos

La casa de la lluvia (1943) de Antonio Román


Pese a estar basada en una novela de Wenceslao Fernández Flórez, tiene La casa de la lluvia ese ligero toque de misterio tan propio de algunas obras teatrales de Jardiel Poncela. Aunque, a decir verdad, carece casi por completo de la vertiente humorística del autor de Eloísa está debajo de un almendro o Usted tiene ojos de mujer fatal. Y es que aquí los tiros iban por otros derroteros.

Ensalzado por unos, vilipendiado por otros, el director Antonio Román (1911–1989) se hallaba en los inicios de su fructífera carrera cuando dirigió esta rocambolesca intriga en torno al deseo que suscita la joven Lina (Blanca de Silos) entre los hombres que la rodean. Uno de ellos es su tío y tutor legal (Nicolás Perchicot); el otro, el propietario del pazo al que van a parar el tal señor Morell y su sobrina. Este último (Luis Hurtado) es un individuo maduro que responde al nombre de Fernando y está casado con la sumisa Teresa (Carmen Viance).

Antonio Román (de pie tras la butaca) con el equipo de rodaje

Sin ser consciente de ello, Román está planteando una puesta en escena que guarda no pocas similitudes con el particular (y posterior) universo de Luis Buñuel. Es más: no sólo accedemos a la intimidad de los personajes a través del ojo de la cerradura, sino que la lluvia posee un evidente valor simbólico de carácter sexual.

Pero si hay algo que realmente convierte en insólito a este viejo filme de la inmediata posguerra es el hecho de que se atreve a abordar temas considerados tabú por la estricta moral de la época, como por ejemplo toda la estratagema de la que se sirve Lina para huir de las garras incestuosas del inquietante Morell y su gusto por la hipnosis y demás ciencias ocultas: mujer fuerte a la que toman por loca y, hasta cierto punto, femme fatale, no dudará en aprovecharse del ingenuo Fernando para escapar con él del pazo y, ante el estupor de éste, marcharse, una vez libre, con un novio de cuya existencia el adúltero (y luego suicida) no tenía noticia.


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