sábado, 9 de julio de 2016

Los demonios (1971)




Título original: The Devils
Director: Ken Russell
Reino Unido, 1971, 117 minutos

Los demonios (1971) de Ken Russell


En Francia, donde la monarquía se valía de la Iglesia como de un instrumento para dar mayor fuerza al poder central, a expensas de los protestantes, de la nobleza y de la tradicional autonomía de las provincias, la respetabilidad clerical le concernía a la realeza. Las masas nunca respetarán a una Iglesia cuyos ministros sean culpables de conducta escandalosa. Pero en un país donde no sólo l'État, sino también l'Église c'est moi, la falta de respeto a la Iglesia traduce la falta de respeto para con el Rey.

Aldous Huxley
Los demonios de Loudun
Traducción de Enrique de Antón Cuadrado

Ken Russell nunca deja indiferente: sus películas podrán ser mejores o peores, pero si algo tenía el cineasta británico era la extraña habilidad de incomodar a propios y extraños. Y, claro, en The Devils, al atreverse con la temática religiosa (nada menos que un caso verídico de histeria colectiva y posesiones demoníacas juzgado por la inquisición en la Francia de Luis XIII), el terreno ya estaba abonado.

Además, la fuerza de las imágenes se ve reforzada gracias al monumentalismo de los decorados, diseñados por el también cineasta Derek Jarman, así como por una enfermiza tendencia a la escatología. Igualmente memorables fueron las interpretaciones de Vanessa Redgrave, como Hermana Jeanne, y Oliver Reed en el papel del Padre Urbain Grandier.



Sin embargo, y tal y como sostiene el propio Huxley en su libro al analizar los hechos acaecidos en Loudun, el verdadero tema de la película de Russell no sería tanto el fanatismo o la superstición sino el ejercicio del poder por parte de un Estado que no tiene ningún escrúpulo a la hora de utilizar a la jerarquía eclesiástica para perpetuarse en el poder. Casualmente, idéntico razonamiento había llevado a cabo antes el director polaco Jerzy Kawalerowicz en Madre Juana de los Ángeles (1961), inspirada en los mismos sucesos que se tratan en Los demonios, y sobre todo en Faraón (1966).

Tal vez fue en ello en lo que en su día radicó la controversia y no en lo irreverente de algunas secuencias, pero de lo que no cabe duda alguna es de que Los demonios sigue conmocionando las retinas de los incautos que se atrevan a verla, a un nivel rara vez alcanzado en la gran pantalla (con la salvedad, quizás, del Salò de Pasolini, que ya es decir...).

Ejemplo de escenario diseñado por Derek Jarman

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