jueves, 4 de enero de 2024

Madame Rosa (1977)




Título original: La vie devant soi
Director: Moshé Mizrahi
Francia, 1977, 105 minutos

Madame Rosa (1977) de Moshé Mizrahi


Lo primero que puedo decirles es que vivíamos en un sexto sin ascensor y que para la señora Rosa, con los kilos que llevaba encima y sólo dos piernas, aquello era toda una fuente de vida cotidiana, con todas las penas y los sinsabores. Así nos lo recordaba ella cuando no se quejaba de otra cosa, porque, además, era judía. Tampoco tenía buena salud, y otra cosa que puedo decirles es que era una mujer que merecía un ascensor.

Émile Ajar
La vida ante sí
Traducción de Ana María de la Fuente

Poseedor de una biografía tan o incluso más interesante que sus propias novelas, el insólito caso del escritor y diplomático Romain Gary (1914-1980) merece ser comentado antes de entrar en otros pormenores. Y es que el buen hombre ganó en dos ocasiones el prestigioso premio Goncourt (algo que prohíben expresamente las bases de un galardón que sólo se puede conceder una vez en la vida de cada autor). ¿A qué se debió entonces tan excepcional circunstancia? Pues al simple hecho de que, después de haberlo recibido en 1956 por Les Racines du ciel (llevada al cine dos años más tarde por John Huston), volvería a hacerse con él dos décadas después, en 1975, gracias a una estremecedora narración, La vie devant soi, que publicó bajo el pseudónimo de Émile Ajar. Sólo tras la muerte de Gary, acaecida por suicidio, se acabaría desvelando la verdadera identidad que se escondía detrás de ese nombre.

Sea como fuere, lo cierto es que la historia contenida en dicho libro, éxito editorial sin paliativos a propósito de una vieja prostituta de buen corazón que acoge en su casa a los hijos de otras compañeras de oficio, tenía que ser objeto sí o sí de su correspondiente adaptación cinematográfica. Honor que finalmente correspondió al israelí Moshé Mizrahi (1930-2018) en un contexto en el que, por desgracia, los conflictos entre árabes y judíos estaban tan a la orden del día como en la actualidad. De hecho, hay quien ha creído ver en el personaje de Madame Rosa una figura conciliadora encargada de educar bajo el mismo techo a niños de muy diversa procedencia, sin que importe ni su clase social ni su religión.



Una veteranísima Simone Signoret (1921-1985) bordó el papel protagonista, que le valió hacerse con el César (el único de su carrera) a la Mejor Actriz. Con su rostro abotargado de superviviente de Auschwitz y una humanidad que le granjea las simpatías de todo el vecindario, Madame Rosa encarna una idea muy moderna de la tolerancia en la que lo mismo tienen cabida musulmanes, hebreos, africanos y hasta la escultural Madame Lola (Stella Annicette), un travesti senegalés que antes había sido boxeador. Espíritu conciliador que sin duda influyó a la hora de que La vie devant soi (1977) se viese recompensada con el Óscar a Mejor Película Extranjera.

Sin embargo, es la mirada un tanto inocente de Momo (Samy Ben-Youb) la que se impone como referente a la hora de relatar a Nadine (Michal Bat-Adam) y al doctor Ramón (Costa-Gavras) lo que acontece en un duro contexto urbano multicultural, el suburbio parisino de Belleville, donde la lucha por la supervivencia contrasta con la ternura que inspiran algunos personajes. Así pues, el sabio señor Hamil (Gabriel Jabbour) o el no menos juicioso doctor Katz (Claude Dauphin) constituyen figuras paternales para un muchacho que, falto de afecto, convierte a un paraguas en su mejor "amigo". Tal vez por ello terminará desarrollando una dependencia obsesiva, a medio camino entre la lealtad inquebrantable y el trastorno psiquiátrico, hacia su "madre adoptiva".



4 comentarios:

  1. Una historia que se presta a muchas comparaciones, en efecto.

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    1. La recientemente desaparecida Concha Velasco interpretó esta misma historia en el teatro. Y hace cuatro años Sophia Loren protagonizaba una nueva adaptación cinematográfica.

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  2. Hola Juan!
    La tengo algo perdida en la memoria. Que curioso e interesante lo del premio Goncourt. A mi Signoret me recuerda muchísimo (eran idénticas) a una vecina del barrio que siempre llegaba cargada con las bolsas de la compra, los niños corríamos a su encuentro para ayudarle y la buena señora siempre nos soltaba unas pesetillas...jeje
    Saludos!

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    1. Ese ambiente que describes, tan de barrio, es un poco el mismo que aparece en la película. Desde luego, siempre resulta de lo más entrañable cuando el cine nos permite retrotraernos a los momentos más queridos de nuestra infancia.

      Saludos.

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