sábado, 4 de noviembre de 2023

Muerte de un quinqui (1975)




Director: León Klimovsky
España, 1975, 83 minutos

Muerte de un quinqui (1975) de León Klimovsky


Aunque se titule Muerte de un quinqui (1975), lo cierto es que esta película no tiene mucho que ver con el subgénero que, apenas dos años después, eclosionaría con inusitada intensidad en el panorama fílmico español de la Transición. Lo cual concede un cierto carácter visionario al guion de Jacinto Molina Álvarez (nombre real de Paul Naschy) por su olfato a la hora de adelantarse a lo que en breve se iba a convertir en tendencia. Sin embargo, la ausencia en el reparto de elementos marginales auténticos, unida a la vinculación del susodicho Naschy con el cine fantástico y de terror, dan como resultado una cinta que derivará desde el atraco inicial a una prestigiosa joyería madrileña hasta una claustrofóbica historia de pasiones enfermizas.

En ese sentido, el personaje de Marcos (Naschy) responde a un perfil un tanto sui géneris de psicópata cuyo complejo de Edipo le impide relacionarse con normalidad con el sexo femenino. A lo que cabe añadir las secuelas, tanto físicas (en forma de sordera y aparatoso audífono) como mentales (y de ahí las continuas escenas del pasado que asaltan su recuerdo) que le dejaron los malos tratos sufridos durante la infancia, cuando el padre, un individuo bestialmente autoritario, no sólo agredía al niño y llevaba a otras mujeres a casa, sino que apuñaló a la madre en presencia del chaval.



Por si todo esto no fuese poco, el "bueno" de Marcos, que se ha fugado con el botín, suscitando la lógica ira de sus antiguos colegas, encuentra refugio en la residencia de una familia de posibles que lo contrata como capataz. Pero el desconfiado paterfamilias (Henry Gregor), antiguo campeón de polo y de tiro olímpico, se halla impedido en una silla de ruedas, por lo que su esposa (Carmen Sevilla) y su hija (Julia Saly) no tardarán en ser sucesivamente seducidas por el nuevo morador.

En definitiva, la cutrez que desprenden la trama en su conjunto y la discreta puesta en escena de un León Klimovsky que delega buena parte de sus funciones como director en beneficio del omnipresente protagonismo de Naschy no dejan lugar a dudas sobre la naturaleza de un producto indisimuladamente machista pese a que la contundencia de su final, anunciado desde el propio título del filme, pretenda transmitir justo el mensaje contrario.



2 comentarios:

  1. Me ha hecho gracia lo de la cutrez de la trama.

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    1. Y, sin embargo, se trata de una película muy anclada en el momento de su rodaje, con alusiones directas o indirectas a la guerra de Vietnam o a la pérdida del Sáhara.

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