domingo, 12 de noviembre de 2023

El hueso (1967)




Director: Antonio Giménez Rico
España, 1967, 86 minutos

El hueso (1967) de Antonio Giménez Rico


Una de las muchas víctimas que se llevó por delante la infausta pandemia del coronavirus fue el cineasta Antonio Giménez Rico (1938-2021) que en los inicios de su carrera había dirigido esta sátira sobre la España rancia y provinciana. En realidad, el argumento de El hueso (1967) parte de una anécdota aparentemente sin importancia: un breve publicado en la prensa francesa a propósito de la supuesta reliquia que se halla en poder de algún aristócrata bordelés. Naderías si no fuese porque los restos (en concreto, un metacarpiano del dedo meñique de la mano izquierda) pertenecen a don Nuño Pérez de Gormar, antiguo héroe local cuyas gestas se remontan a los memorables tiempos del medievo.

El descubridor de tan "trascendental" primicia, un modesto articulista del Heraldo de Castilla que responde al nombre de Antonio Fernández (Cassen), recibe de inmediato el aplauso unánime por parte de las fuerzas vivas del consistorio municipal, convirtiéndose en el centro de los múltiples festejos en torno a la repatriación del ilustre huesecillo. En ese sentido, la cinta constata el papel decisivo que juegan los medios de comunicación a la hora de inventarse noticias que ayuden a reafirmar el discurso oficial de un régimen.

El alcalde (José Franco) pronunciando uno de sus característicos discursos huecos


A nivel formal, el uso de la cámara al hombro o el hecho de filmar diversas escenas en plano secuencia revelan la audacia de un director ávido de innovaciones técnicas que contrasten con el rancio abolengo del medio en el que transcurre la acción. Del mismo modo, la fotografía de un debutante José Luis Alcaine (hasta la fecha sólo había trabajado en cortos, siendo éste su primer largometraje), unida a la presencia de Carmelo Bernaola en la banda sonora, evidencian el relevo generacional que se estaba produciendo en el cine español de aquel entonces.

Porque, y ello es lo verdaderamente importante, la película denuncia el inmovilismo de una sociedad anclada en valores caducos, frente a los aires de renovación que traen los jóvenes como Charo (Charo López) y su grupo de amigos. En cambio, el tal Fernández representa todo lo contrario: apenas un arribista, servil adulador del alcalde (José Franco) y del director de su periódico (José María Caffarel). Un tipo patético, envejecido prematuramente, que, de no ser tan obtuso, podría haberse salvado gracias a Charo, pero que, finalmente, optará por dejarse arrastrar por los cantos de sirena (o más bien de opereta) de la vieja guardia.

Fernández (Cassen) dando el do de pecho


6 comentarios:

  1. La nueva hornada del cine español, haciendo sus primeros trabajos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La película ofrece una visión demoledora del orgullo patrio, a menudo tan hueco como altisonante.

      Eliminar
  2. Hola Juan, cómo va? Me tomé unos días para hacer un viaje de vacaciones aprovechando que por acá ya comienza el calor.
    No puedo aportar mucho sobre tus útimas películas reseñadas, pero disfruto de la crítica.
    ¡Cuánta genete vió su final de manera prematura en esta última pandemia! Los famosos fueron los que más han resonado, pero algunos comunes cercanos muy inesperadamente, tan injusto.

    Abrazos, crack!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es la vida, amigo Frodo. Aunque lo importante, como dijo Gabo, es "vivir para contarla".

      Abrazos.

      Eliminar
  3. Hola Juan!
    Eso del dedo meñique me ha recordado a un cuento infantil que escuche en una ocasión en una cinta de casette, eran adaptaciones de algunos clásicos y aquello en la oscuridad de mi habitación saliendo del altavoz del radiocasete en cuestión era lo mas emocionante para un niño de corta edad.
    No sabia de esta película, seguimos tomando nota.
    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Conozco esa historia del dedo y el anillo, que acababa con un susto mayúsculo. Aunque aquí la cosa iba por otros derroteros, parodiando la parafernalia oficial que las autoridades del Régimen solían montar alrededor de cualquier anécdota pseudohistórica e intrascendente. Como lo del brazo incorrupto de Santa Teresa, por ejemplo.

      Saludos.

      Eliminar