jueves, 12 de octubre de 2017

Relaciones de clase (1984)




Título original: Klassenverhältnisse/Amerika, rapports de classe
Directores: Danièle Huillet y Jean-Marie Straub
Alemania/Francia, 1984, 126 minutos

Relaciones de clase (1984)


Cuando Karl Rossmann -muchacho de dieciséis años de edad a quien sus pobres padres enviaban a América porque lo había seducido una sirvienta que luego tuvo de él un hijo- entraba en el puerto de Nueva York, a bordo de ese vapor que ya había aminorado su marcha, vio de pronto la estatua de la diosa de la Libertad, que desde hacía rato venía observando, como si ahora estuviese iluminada por un rayo de sol más intenso. Su brazo con la espada se irguió como con un renovado movimiento, y en torno a su figura soplaron los aires libres.

El desaparecido (América)
Franz Kafka

En Klassenverhältnisse, adaptación de la novela inconclusa de Kafka que, en un principio, sería divulgada bajo el título de América, el matrimonio Huillet-Straub optó por el blanco y negro y el plano contra plano como ejes principales de su estilo. Por otra parte, Relaciones de clase contaba asimismo con el aliciente de incluir en su reparto al también realizador Harun Farocki, quien encarna al personaje de Delamarche. Aunque, de todos modos y prescindiendo de cualquier música en la banda sonora, las tomas son largas parrafadas con diálogos bastante fieles al texto original, sobre todo al capítulo primero.



Y, claro: como suele ocurrir cuando un cineasta se decanta por una forma de expresión tan descarnada, el goteo de espectadores que, poco a poco, van abandonando la sala conforme avanzan las más de dos horas de metraje es incesante. Así, por lo menos, ha sucedido esta tarde en la Filmoteca de Catalunya (que ya es decir): puede que un filme de tales características no sea lo que algunos asistentes esperaban en un día festivo, pero, vista su reacción, quizá valga la pena recordar lo que respondía Straub en una entrevista concedida en 1975 a Enzo Ungari:

E. U.: A ustedes a menudo se les acusa de hacer un cine terrorista, con respecto al público. Dicen: "las películas de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet son muy bellas, pero inútiles, porque van contra el público y no tienen en cuenta al público".

J-M. S.: Quienes dicen eso son impostores. Imaginemos que aceptamos la etiqueta de “películas terroristas”. Nuestras películas, si lo fueran, no ejercerían ese terrorismo contra el público, sino contra la industria cinematográfica; contra esa banda de chulos que se arrogan el derecho de decidir los gustos del público. Las películas hechas por cuenta de los chulos no son nunca un regalo para el espectador, sino un regalo para quienes las hacen y las producen: un beneficio. Son películas deshonestas que imponen, con métodos violentos, sentimientos que no tienen nada que ver con la realidad y con la vida cotidiana. Nuestras películas están pensadas siempre para un público. Y cada una de ellas es diferente de las otras porque se dirige a un público diferente.

Pues eso: que cada cual extraiga sus propias conclusiones.


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