jueves, 15 de septiembre de 2016

Los caballeros blancos (2015)




Título original: Les chevaliers blancs
Director: Joachim Lafosse
Bélgica/Francia, 2015, 112 minutos

Los caballeros blancos (2015)


La ONG Move for kids pretende evacuar huérfanos menores de cinco años de un mísero país subsahariano que bien podría ser el Chad. Su objetivo es llevárselos clandestinamente a Francia para darlos en adopción.

El belga Joachim Lafosse (Uccle, 1975) ha intentado con Les chevaliers blancs mostrar la ambivalencia de una historia en la que teóricamente no hay ni buenos ni malos y en la que, además, el final, aunque se masca la tragedia, queda abierto. Teóricamente, pero no en la práctica... No hay más que ver, si no, el cartel promocional de la película, que incluimos más arriba: la forma en la que Jacques Arnault (Vincent Lindon) abraza al par de criaturas no deja lugar a dudas. Por más que sepamos que éste se vale de la mentira para engañar a Bintou o que accede a pagar las mordidas que le exigen los caciques locales, el filme toma partido descaradamente por Arnault, presentándolo como la única esperanza que poseen esos niños de tener un futuro mejor.



En ese orden de cosas, Los caballeros blancos toca también, aunque tangencialmente, el tema del terrorismo islámico, ya que tanto los miembros de la oenegé como los habitantes de las pequeñas aldeas que visitan sufren las habituales incursiones de grupos armados que siembran a su paso el terror. De modo que nada tiene de especial que algunas madres prefieran deshacerse de sus vástagos, pese a no cumplir los requisitos, entregándolos a Move for kids con la esperanza de obtener algún beneficio a cambio, tan dura es la lucha por la supervivencia en aquel territorio.

En el otro extremo de la balanza, hay personajes que intentan mantenerse fieles a sus principios. Tal es el caso de Xavier Libert, el ayudante de Arnault al que da vida el actor Reda Kateb, o la documentalista que, cámara en mano, se dedica a filmar el día a día de los cooperantes. No lo tendrán nada fácil, pues la dureza que entraña esa lucha diaria por la supervivencia es capaz de poner a prueba los ideales más férreos. Tal vez por ello, nos vienen a decir Lafosse y su equipo de guionistas, si se pretende hacer algo en pro de la infancia en territorios tan sumamente desfavorecidos (y en los que la corrupción y la inestabilidad política son males endémicos) a lo mejor no queda más remedio que moverse en la frontera de lo ilegal.


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