domingo, 25 de septiembre de 2016

L'orchestre de minuit (2015)




Título en español: La orquesta de medianoche
Director: Jérôme Cohen-Olivar
Marruecos, 2015, 114 minutos

L'orchestre de minuit (2015) de J. Cohen-Olivar


Ni Avishay Benazra es Jean Dujardin ni Aziz Dadas, Dany Boon. Pero cualquiera que vea L'orchestre de minuit pensará de inmediato en esos dos actores, habida cuenta del parecido físico con el primero y del sentido del humor del segundo. Se nota que el francés Jérôme Cohen-Olivar ha optado por aprovechar un modelo ya existente que le garantice el éxito. En esa misma línea cabe situar la presencia de Gad Elmaleh en el papel de rabino: un papel menor, aunque magnificado en el cartel publicitario. Al respecto, casi podría decirse, sin ánimo de ofender, que su película vendría a ser una especie de marca blanca de un producto habitual en la cinematografía francesa. Sólo que estamos hablando de una película de producción marroquí...

De todos modos, la historia que explica no deja de ser entrañable y, como se suele decir en estos casos, basada en un hecho real o casi: el cantante Marcel Botbol se interpreta a sí mismo, al tiempo que se plantea un hijo (el ya mencionado Avishay Benazra) que regresa al país para encontrarse con su padre poco antes de que fallezca. La búsqueda de Michael será doble: por una parte desvelar un secreto familiar que marcó su infancia y, por otra, lograr reunir de nuevo a los miembros de la orquesta paterna, teniendo en cuenta lo mal que les ha ido en la vida a cada uno de ellos.

Carcajada asegurada, interpretaciones histriónicas, el espectador tendrá también ocasión de ver evolucionar al protagonista, un acaudalado bróker que irá, poco a poco, recobrando sus raíces en compañía de un alocado taxista, Alí, fan de la música del padre y absolutamente convencido de que quienes lucen una barba que exceda los diez centímetros son terroristas.



También hay en L'orchestre de minuit detalles para una reflexión más en profundidad, como la presencia de una comunidad hebrea en Marruecos y la posibilidad de una convivencia pacífica entre judíos y musulmanes (de hecho, en la película Botbol abandona el país a raíz de la guerra del Yom Kippur). También se apuntan, en diferente grado, la no siempre fácil relación entre modernidad y tradición, el fanatismo religioso o el choque generacional entre padres e hijos. Hay, incluso, algún que otro guiño cinéfilo: Michael asistiendo a determinadas escenas de su propia infancia (como en Fresas salvajes de Bergman) o el entierro del padre en blanco y negro, en el que la única nota de color la dan una sombrilla roja o el pañuelo de una mujer que camina por la calle. Evidentemente, se trata de un homenaje a La lista de Schindler, película judía por antonomasia.

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