domingo, 14 de diciembre de 2025

Évolution (2015)




Título en español: Evolución
Directora: Lucile Hadzihalilovic
Francia/Bélgica/España, 2015, 92 minutos

Évolution (2025) de Lucile Hadzihalilovic


Otra propuesta fascinante a cargo de una cineasta obsesionada con la mirada infantil. Y si en anteriores trabajos suyos eran niñas las protagonistas, Évolution (2015) se centra en un grupo de chavales que viven en un austero poblado a orillas del mar. Su día a día transcurre por calles y playas de arena volcánica (los exteriores se rodaron en Lanzarote) en las que sólo habitan ellos y sus respectivas madres. Hasta que la aparición de una estrella de mar roja destapa un mundo de posibilidades desconocidas y turbadoras...

Visualmente, la oscuridad de la dirección fotográfica con la que Manuel Dacosse adorna las imágenes, a base de tonalidades frías, pone de manifiesto la sordidez del ambiente cochambroso en el que transcurren los hechos. Sobre todo en el interior de ese hospital abandonado, lóbrego e inhóspito, en el que Nicolas (Max Brebant) y los demás chicos del lugar se verán sometidos a todo tipo de intervenciones quirúrgicas por parte de las madres-enfermeras de tez pálida.



Onírica y perturbadora, la segunda incursión de Lucile Hadzihalilovic en la dirección de largometrajes responde menos a lo que serían las convenciones propias de una narrativa al uso y más a una experiencia sensorial que se adentra en algunos aspectos del body horror e incluso en la ciencia ficción fantástica. De ahí que la cinta, ambientada en un misterioso enclave isleño, sumerja al espectador en un mundo habitado exclusivamente por mujeres de aspecto idéntico y niños varones preadolescentes, un poco en la línea de lo que ya propusiera, una década antes, en la no menos críptica Innocence (2004).

En definitiva, Hadzihalilovic construye una atmósfera opresiva e inquietante donde el mar, con sus texturas y ruidos, se convierte en un personaje más. Así lo atestiguan los numerosos planos largos y contemplativos de arrecifes, los contrastes bruscos entre la luz idílica de la superficie y la oscuridad húmeda de los interiores, aparte de su ya mencionada paleta de colores gélidos, dominada por el azul, el blanco y, puntualmente, el rojo, que evocan tanto la vida marina como la sangre.



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