domingo, 28 de marzo de 2021

La noche de los cien pájaros (1976)




Director: Rafael Romero Marchent
España, 1976, 82 minutos

La noche de los cien pájaros (1976)


ADRIÁN.—¿Tan poco has recibido de mí hasta ahora?
JUANA.No me quejo. Es natural que un hombre como tú piense en otras cosas. ¿Qué he sido yo para ti, al fin y al cabo? El pájaro en la mano, bien seguro. Y claro, ¡qué vas a desear tú! Como todo el mundo, los ciento volando a tu alrededor. ¡Ay!

Jaime Salom
Acto II

Hace poco más de un año fallecía en Madrid, nonagenario, Rafael Romero Marchent, director con una filmografía de lo más heterogéneo a sus espaldas en la que abundan, sobre todo, los wésterns. Según leo en IMDb, 1976 fue el más prolífico de sus años en activo, ya que, con esa fecha, llegó a estrenar la friolera de hasta seis largometrajes. Entre ellos esta adaptación de la pieza teatral homónima en dos actos que el dramaturgo Jaime Salom había presentado en el madrileño teatro Marquina en febrero del 72.

El guion corrió a cargo de Juan Miguel Lamet, Santiago Moncada y José Luis Garci, quien, previamente, ya había adaptado otra obra de Salom: La casa de las Chivas (1972), que dirigió León Klimovsky. Muchos son, a decir verdad, los cambios respecto al texto original, siendo el más destacable la ausencia de algunos personajes (por ejemplo, en la película no hay ni rastro de Ruiz, un comisario de policía amigo íntimo de la pareja protagonista). Otros, en cambio, parecen más gratuitos, como el nombre de los amantes: Adrián en la obra de teatro, Enrique (Javier Escrivá) en el filme, y Lilian por Mónica (Ágata Lys).



Todo parece indicar que la cinta en cuestión debió de contar con un presupuesto tirando a exiguo, lo cual explicaría la ya mencionada supresión de personajes, así como la reducción de la trama (un elaborado juego escénico en el que se desarrollaban dos planos temporales distintos) a una simple historia de adulterio en torno a un tipo frustrado y su afable esposa carnicera (Carmen Sevilla). No obstante, a buen seguro que un cinéfilo empedernido como Garci fue el responsable de que el vaso de agua con la dosis letal destinada a Juana se transformase, en clara referencia a Sospecha (1941) de Hitchcock, en vaso de leche.

El evidente complejo de inferioridad que atormenta a Enrique "manos largas", cada vez más abrumado por el hecho de no haber concluido sus estudios universitarios y haberse tenido que conformar, tras siete años de matrimonio, con una existencia anodina junto a una mujer a la que no ama, actúa de motor de la historia. Por eso mismo, el iluso afán de prosperar de un hombre que se siente extraño viviendo en el seno de la clase trabajadora nublará su horizonte vital haciéndole caer en los brazos de una joven pintora, hija de su antiguo profesor, con la que intentará recuperar el tiempo perdido, sin darse cuenta de lo mucho que valía el amor sincero de Juana.



4 comentarios:

  1. Curioso plantel de actores, todos muy conocidos en la época.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No es casualidad que se eligiera a Carmen Sevilla para el papel protagonista, ya que la actriz, en plena madurez, se ajustaba a la perfección al personaje de ama de casa entrada en años.

      Eliminar
  2. Intuyo un mensaje moral.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En todo caso, dicho mensaje ya se encuentra en la obra teatral de Jaime Salom quien, en la autocrítica que antecede al texto, manifiesta que ha querido enfrentar "dos éticas, dos visiones de pasado y futuro: la pequeña burguesía y el esnobismo seudoprogresista".

      Un abrazo.

      Eliminar