domingo, 19 de noviembre de 2017

Los peces rojos (1955)




Director: José Antonio Nieves Conde
España, 1955, 94 minutos

Los peces rojos (1955) de J.A. Nieves Conde


HUGO: Ya no hay quien detenga esto. Tenemos a los peces rojos dentro: están aquí. 
IVÓN: ¡Cállate!
HUGO: Los peces rojos dando vueltas en la pecera. ¿No los has visto nunca cómo giran y giran? Cuando surgen las ideas de sangre, empiezan a girar y a girar hasta enloquecer, hasta obligar a matar.



Con decir que el guion de una película es de Carlos Blanco debería bastar para que todo el mundo tuviese claro que estamos hablando de una obra maestra. Y si, además, la dirección corre a cargo del siempre eficiente Nieves Conde, ¿para qué alargarse en explicaciones innecesarias?

Por derecho propio, Los peces rojos (1955) es uno de esos filmes tan redondos como injustamente postergados de una cinematografía (la española, para más señas) en la que, con demasiada frecuencia, se acaban obviando los grandes títulos anteriores al advenimiento de la democracia. Aunque, en esta ocasión, Antonio Giménez Rico rompió con dicha tendencia al dirigir, décadas más tarde, un remake bajo el título de Hotel Danubio (2003).



El mejicano Arturo de Córdova y la despampanante Emma Penella protagonizaron esta historia de suspense rodada parcialmente en un tempestuoso Gijón y en la que todo gira alrededor de una suculenta herencia (tres millones de pesetas de la época) y un muchacho misteriosamente desaparecido.

Atados y bien atados, no hay cabo que quede suelto en una compleja trama plagada de continuos saltos temporales: se podría decir que el novelista Hugo (de Córdova) y la actriz de revista Ivón (Penella) han tramado una red perfecta. Si no fuera por una avispada pareja de policías (Félix Dafauce y Félix Acaso) que se huele algún chanchullo. La soberbia escena final, con la pareja protagonista avanzando bajo la lluvia tras haber asumido su inevitable destino, es sencillamente antológica.


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